Una obra en construcción

1. Esta no es una obra humana.

Si esta obra dependiera de nosotros jamás podía ser concluida. Somos dados a comenzar muchos proyectos, pero casi todos ellos se quedan en el camino. Piense por un momento en las dietas que se ha propuesto hacer. Piense en algún estudio que ha querido terminar. Piense en algún trabajo que no ha podido concluir. Por nuestra propia naturaleza vemos que hay muchas cosas no concluidas. Imagínese por un momento si esta “buena obra” dependiera de nosotros. ¡Quién pudiera ser salvo! Hay movimientos modernos, impulsados muchos de ellos por la llamada Nueva Era, que presuponen que el hombre puede salvarse por sí mismo. Mediante lo que se conoce como “el poder de la mente” pretenden hacernos ver que el hombre no necesita a Dios para alcanzar su propia salvación. Pero mientras más se dan estos intentos, el hombre descubre que posee una naturaleza corrompida que le impide hacer una “auto limpieza” del alma. Cuando el hombre trata de salvarse por si mismo, la Biblia le recuerda que sus obras son “como trapos de inmundicia”. La naturaleza del hombre le impide su propia salvación.

2. Es una obra hecha en la eternidad.

A Dios no le tomó por sorpresa la caída del hombre. Si alguien pensó que Dios comenzó a preparar un plan para redimir al hombre al momento que este le falló, se equivoca. La “buena obra” del cual nos habla Pablo fue objeto de un considerado plan en la misma eternidad. Pedro y Juan nos hablan de un cordero sacrificado antes que el mundo fuese. El constructor de esta obra la había preparado en algún momento de la eternidad. Semejante decisión nos habla de una salvación anticipada. ¿Quién mató a Cristo? ¿Los judíos? ¿Los romanos? Sorpréndase con lo que dice Isaías 53:6, 10. Todos esto sucedió para que se cumpliera lo que más adelante Pablo, haciendo gala de su erudición y queriendo mostrarnos lo que significa esa “buena obra” originada en la misma eternidad, nos dijo: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Ro. 8:29, 30). ¿Puede usted pensar en algo mejor que esto?

III. ESTA OBRA EN CONSTRUCCIÓN SERÁ PERFECCIONADA HASTA EL FIN “…la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”

1. Es la obra según el diseño divino.

Un escultor ve a través de una tosca piedra o un pedazo de mármol una obra consumada. Es así como los grandes genios de la creación han sacado figuras de ángeles y de seres humanos de lo que nadie podría imaginarse. Ellos han visto algo extraordinario lo que para nosotros es ordinario. Dios es el escultor por excelencia. En el principio tomó del polvo de la tierra e hizo una figura al que después llamaría hombre. Luego le puso el soplo de su aliento y llegó a ser un alma viviente. Pero Dios sigue trabajando en ese hombre que hizo al principio. Por cuanto el pecado dañó su obra, ahora está trabajando en su perfección. ¿Somos ya perfectos? ¡No! Pero Dios está trabajando. Jesucristo dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Que bueno es pensar que nuestro Señor está trabajando para hacer de nosotros lo que él ya contempla como una obra acaba.

El apóstol Pablo nos dejó un texto que debe ayudarnos a ver la forma cómo Dios ya nos concibe: “…y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2:6). ¿No es maravilloso pensar que para el Señor ya andamos en esos lugares celestiales aunque estamos todavía batallando con este cuerpo? Dios espera que acabemos el proceso. Esta es la idea de “perfeccionará”. Esta obra no concluida tiene que ir ajustándose a ese diseño divino. Cada día tenemos que ir “oliendo” más al cielo que a la tierra. Pablo nos ha hablado de esta verdad al tocar el tema de la resurrección: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53). Tienes que saber que Dios no hace obras inconclusas o a medias.

2. Es una obra que se completará cuando Cristo vuelva.

Cuando Dios nos salvó comenzó la “buena obra”. En algunos el trabajo ha sido más fácil. En otros el Señor está trabajando con mucha paciencia. Hay que recordar que en el momento de la conversión, el Espíritu Santo hizo su obra cuando fuimos “sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30). Con esta seguridad el Espíritu Santo ha seguido trabajando hasta formar a Cristo en nosotros. Sin embargo, ese trabajo no será completado sino hasta que Cristo venga. El texto nos dice que “el que comenzó en nosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Esta es una de las grandes promesas de la Biblia. El texto nos dice que Dios no solo va a finalizar esa “buena obra”, sino que la irá perfeccionando hasta ese día glorioso. ¿No suena esto maravilloso cuando pensamos en nuestro carácter, en nuestras debilidades, en nuestros altos y bajos, en nuestros estados emocionales? Tenemos la seguridad que seremos mejores en el futuro. Dios “no se fatiga con cansancio” en esta obra. La venida de Cristo traerá cuerpos transformados y cuerpos resucitados.

CONCLUSIÓN:

Un día el Señor le dijo al profeta Jeremías que se levantara y fuera a la casa del alfarero (Jer. 18:1-6). Dice que mientras éste trabajaba en la rueda, la vasija de barro que hacía se le echó a perder en su mano. Pero que luego volvió e hizo otra vasija, con el mismo barro, según le pareció mejor hacerla. El Señor luego aplicó esto a Israel quien era como barro en sus manos. Dios podía hacer una vasija mejor de ellos. Esta es la verdad aplicada a la vida espiritual.

El que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta que él venga. Muchas veces esa vasija se cae y se rompe y tiene que comenzarse otra vez, con la bendición que al romperse esta todavía en sus manos. En esa búsqueda de la perfección, el alfarero usará la rueca para darle forma. Pero al final saldrá la obra para la cual Dios nos ha creado. ¡Ánimo, hermano, Dios no ha dejado de trabajar en ti! Tú eres una obra en construcción que sigues en las manos del Alfarero Divino. Deja que Él siga trabajando. Deja que sus manos te moldeen a su semejanza. Amén.

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