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Madurez espiritual

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Madurez espiritual: Las edades del creyente

Predica Cristiana Lectura Bíblica de Hoy: 1 Juan 2:12-14

INTRODUCCIÓN

Este es un pasaje tierno y muy familiar. De hecho, cuando uno lee acerca de hijitos, padres y jóvenes, pronto descubre el concepto que Juan tenía de la iglesia como una familia en el contexto de la madurez espiritual del creyente. Esto quiere decir que no basta ser un creyente, sino un creyente maduro. ¿Cómo se ve esto en la carta? Cuando Juan habla de su propósito al escribir, revela esas etapas de la madurez.

No en vano, desde el mismo Juan 2:1 él dice: “Os escribo esto para que no pequéis“. ¿Y acaso no es esto lo que más deseamos? ¿Quién quiere vivir siempre con una conciencia de culpa por ofender a Dios? Luego en 2:8 él nos dice: “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”. Esto habla de lo que debe ir sucediendo en el creyente, que las tinieblas vayan pasando en nuestras vidas, y se vea cada vez más la luz verdadera en nosotros.

El engaño del error

En 2:26, él dice: “Os he escrito esto sobre los que os engañan.” El engaño del error lo fue ayer y lo sigue siendo hoy, y una señal de madurez es evitarlo, y para esto hay que conocer la verdad. Y para que esto suceda, Juan 2:21 nos dice: “No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

En otras palabras, Juan no dice: “No estoy angustiado porque creo que ustedes hayan sido confundidos por algún error, porque ustedes conocen la verdad del evangelio y su Palabra”. De esta manera, Juan nos mostrará que la madurez es un proceso de toda la vida.

No es una carrera de cien metros planos, sino un maratón donde corremos siempre. Usted puede ser un creyente con muchas “señales” espirituales, pero todavía un creyente inmaduro. Así pues, nos hará muy bien estudiar las edades de la madurez espiritual. Veamos, pues, en qué consiste la madurez espiritual.

I. El CREYENTE COMIENZA CON LA INOCENCIA DE LA NIÑEZ

a. La madurez se inicia con un “hijitos” perdonado vers. 12 (verss. 1, 13, 18, 28).

Lo primero que nos dice Juan respecto a los “hijitos” espirituales es que sus pecados les “han sido perdonados por su nombre”. Esta es una experiencia única. Pablo dice que a esos “hijitos” se le dio vida cuando estaban muertos en “sus delitos y pecados” (Efesios 2:1-3).

Dos cosas le pasan al nuevo creyente: sus pecados son perdonados (vers. 12) y conoce a Dios como Padre (vers. 14). Eso es una obra consumada, dándole garantía de vida eterna, seguridad de su salvación y la experiencia de conocer a Dios como su Padre. Jesús vino para darnos a conocer al Padre, para tener una experiencia como un Padre de amor y misericordia.

Pero al igual que un bebé, el creyente no puede quedarse en esa etapa; ellos deben crecer. Ese crecimiento es lo que se conoce como “madurez espiritual”. Por su puesto en una iglesia no todos los creyentes son maduros. La realidad es que tenemos creyentes inmaduros, estos son los “hijitos” que solo se conformaron con el perdón de sus pecados. Pero el llamado es a dejar de tomar leche para ir hacia alimentos sólidos, hasta llegar a ser maestros de la Palabra (Hebreos 5:12-14).

b. La madurez enfrenta a la niñez egoísta

Estamos de acuerdo que todos los bebés son hermosos; indistintamente quiénes sean. No importa el tamaño o color que tengan, simplemente despiertan nuestra ternura y admiración. Pero, por otro lado, los niños son los seres más egoístas que existen. No piense usted que ellos le van a ayudar a limpiar la casa, pues no tienen ninguna consideración.

Ellos son los que se despiertan en la madrugada robándole a su madre el preciado sueño. En ellos no hay madurez. Por cierto, hay un solo caso de un hombre que nació, no siendo un bebé, sino como un adulto, pero también fue inmaduro, manifestando su egoísmo en la desobediencia a las prohibiciones divinas.

¿Sabes quién fue ese bebé-adulto? Adán, el primer hombre creado. Pero a excepción de él, todos comenzamos siendo niños. La etapa de un nuevo creyente transita la esa vida desde el comienzo. Pero un “bebé” en Cristo debe crecer, debe dejar la etapa del biberón para ingerir comida sólida. Pablo dijo: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11).

c. La madurez debe sacar al niño de la cuna

¿Cómo reaccionaría usted si un día llega a la sala cuna y encuentra a un hombre de cincuenta años en una silla mecedora, meciéndose, y chupándose el dedo gordo? Y, ¿cuál sería su impresión si al preguntarle le dijera que hace cincuenta años visita ese lugar, porque se siente todavía como un niño?

Bueno, le aseguro, que además de nuestro muy justificado asombro, concluiríamos que en ese “bebé gigante” hubo un desarrollo detenido en el tiempo. ¿Tenemos esos “bebés gigantes” en nuestras iglesias? ¡Sí! ¿Cómo se reconocen? Bueno, son aquellos creyentes que se siguen alimentando de leche, chupándose el dedo gordo; que no crecen, solo esperan que le sirvan.

Solo esperan recibir, pero no dan. Son aquellos que están prestos para criticar todo lo que se hace. Todo les huele mal, todo les molesta, todo el tiempo tienen un espíritu contrario. Son creyentes sin sonrisas, chismosos, llorones; y muchas veces el blanco de sus críticas es el pastor. La iglesia de los corintios estaba llena de ellos. Pablo los llamó cristianos carnales; necesitados de leche. La gran misión es sacar a ese niño de la cuna y traerlo al terreno para que corra.

II. EL CREYENTE PROSIGUE CON LA FUERZA DE LA JUVENTUD

a. La madurez significa vencer al maligno (vers. 14)

La juventud durante el tiempo de Juan se caracterizó por vencer al maligno. Los músculos de su masculinidad espiritual enfrentaron la más fuerte de las batallas. Esta declaración nos pone al descubierto una extraordinaria señal de madurez. Hay muchos enemigos que tiene que enfrentar y vencer un creyente, pero vencer al maligno es una de las victorias más grandes.

En la escala de la madurez espiritual, esta llega a ser la más deseada de todas. En esta etapa ya se quedaron atrás los pañales y los biberones, ahora lo que hay son fuertes batallas. ¿Ha llegado usted a la categoría de ser un guerrero espiritual?

Y aquí no se trata de no tenerle miedo al diablo, como muchos dicen, sino más bien que el diablo le tenga miedo a usted, por la forma cómo lo encara en este nivel de madurez. No basta ser un creyente si no estoy en el campo de batalla. No debo contentarme solo que mis pecados han sido perdonados, sino cómo estoy venciendo al maligno. Cada vez que vencemos al maligno, él huye (Lucas 4:13). Vencerlo es una señal de madurez.

b. La madurez significa ser un creyente fuerte (vers. 14b)

Cuando Juan escribió, diciendo: “Os escribo a vosotros jóvenes porque sois fuertes” estaba declarando una verdad universal. Los jóvenes tienen un vigor que no poseen ni los bebés ni los ancianos. Proverbios 20:29, nos dice: “La gloria de los jóvenes es su fuerza…” (Proverbios 20:29).

Y así es, los jóvenes en general son conocidos por su energía y vitalidad, pero a su vez por su capacidad para hacer cosas nuevas y emocionantes. La fuerza física y mental, su capacidad para explorar y descubrir el mundo, y esas habilidades naturales para hacer una diferencia en sus comunidades, son parte de esa gloria.

Pero con todo y esa fuerza arrolladora, los jóvenes necesitan madurar, por eso este mismo texto habla de la vejez como una edad hermosa. Los jóvenes ya no son bebés en el Señor, ahora ellos son poseedores de una fortaleza que los capacita para ser resistentes a los ataques del enemigo.

¿Por qué Juan nos habla de esta edad en la vida espiritual? Porque la juventud es como el centro de la vida; ya no se es niño, pero tampoco se es un anciano. Allí hay más madurez, pero todavía nos falta alcanzar más.

c. La madurez significa permanecer en la Palabra (vers. 14b)

Este pudiera ser uno de los más notables rasgos de la madurez espiritual. Hay una gran diferencia en oír la palabra de Dios en un sermón dominical, en una escuela dominical, en audio, en YouTube o en leerla ocasionalmente, que permanecer en ella.

He venido pensando en lo que Juan nos dice acá cuando habla de esa fortaleza de la juventud haciendo alusión a permanecer en la Palabra, y esta es mi conclusión. Permanecer en la Palabra es permanecer en Cristo según Juan 15. Vea esta metáfora y descubriremos si en verdad somos como esos jóvenes fuertes y maduros. Note el vers. 4. Permanecer aquí significa llevar frutos. Esa es una señal. Los frutos que usted está dando lo delatan como un hombre o una mujer que permanece en Cristo y en consecuencia en su Palabra. Esto es un binomio.

Ahora vea la advertencia del vers. 6. Si no estoy dando frutos, no estoy permaneciendo ni él ni su Palabra. Mire la otra señal del vers. 7. Esto significa que le agradó tanto al Señor y su Palabra que no me negará mis peticiones. Entonces, y según esto, yo no podré ser un creyente maduro si no permanezco en su Palabra.

III. EL CREYENTE DEBE ALCANZAR LA ESTATURA DE UN PADRE

a. La madurez va a un conocimiento avanzado (vers. 14)

Es interesante que Juan mientras escribe dos veces a los “hijos” y a los “jóvenes”, añadiendo algo distinto, también escribe a los padres el mismo asunto: “Conocéis al que es desde el principio”. La meta de todo creyente es llegar a conocer a Cristo en su estado más profundo.

Cuando esto ocurre estamos alcanzando la cúspide de la madurez espiritual. Una característica de un creyente maduro es la capacidad que ha desarrollado por conocer a su Señor. Para esto debemos llegar a la misma determinación de Pablo, quien hablando de sí mismo, dijo: “Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las tengo como pérdidas…a fin de conocerle…” (Filipenses 3:7-11).

Juan había pasado la etapa de los “hijitos” y los “jóvenes”, ahora está en la etapa de los “padres”. Nadie más como él para hablarnos de haber conocido a Jesucristo de una forma real y personal. Mientras los demás hablaron de su origen biológico, Juan habló de Cristo desde el principio en la eternidad. Mientras otros contaron su historia, Juan nos reveló su divinidad. Eso es tener un conocimiento más avanzado de Cristo. Los discípulos llegaron a esa etapa de madurez.

b. La madurez lleva a la sabiduría avanzada

Lo más notorio de la etapa de madurez de los “padres” es la sabiduría acumulada. Esto es lo que se conoce como la “la probada sabiduría paternal”. El “padre” es alguien que hace rato dejó la infancia espiritual. Su diario caminar con el Señor no solo le ha hecho estar más cerca de él, dotándolo de gran madurez para sostener a los débiles en la fe Otra característica del creyente “padre” es que tiene hijos.

Si es padre es porque tiene hijos espirituales. ¿Se ha reproducido usted? Ser padre espiritual es una enorme bendición. Otra cosa que debe ser dicha en la madurez del creyente “padre” es que su crecimiento ha requerido de mucha alimentación en el tiempo.

La orden bíblica es: “Desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada para que por ella crezcáis para salvación”. El crecer requiere vida, tiempo, ejercicios. Encuentre algo que hacer en la iglesia. No se mantenga como un árbol sin frutos. Haga algo para la gloria del Señor y el crecimiento de su obra. Sus años en el evangelio deben tener el sello de la madurez, no un distintivo de inmadurez espiritual toda la vida.

CONCLUSIÓN

Juan vivió el proceso de madurez en la familia de Dios. El llamado “apóstol del amor” vivió la inocencia de la niñez, manteniendo una actitud egoísta. ¿No fue él con su hermano Jacobo quienes le pidieron al Señor sentarse con él en su trono cuando estuviera en su reino? (Marcos 10:35-45).

¿No fue él quien pidió fuego del cielo para consumir a los samaritanos? (Lucas 9:54). Sin embargo, Juan llegó a ser un joven fuerte, y lo demostró al ser el único apóstol que permaneció a los pies de la cruz con María, mientras veía morir a su Maestro.

Y como “padre”, la madurez de Juan se ve en sus cartas en la forma tan paternal como se dirige a sus hermanos, diciéndoles en el mismo inicio de este capítulo: “Hijitos míos…” (2:1). Entonces, ¿cómo aplicar todo esto a nuestras vidas? ¿Cómo saber si soy un niño, joven o adulto en el Señor? Si usted ama al Señor más de lo que lo amó ayer, usted está madurando. El cristiano maduro ha convertido la crítica en trabajo.

Acepta a todos como son y siempre va en busca del otro en lugar de esperar que le busquen a él. Es el creyente que considera a los demás como superiores a sí mismo. El cristiano maduro no deja de crecer, apuntando siempre a lo mejor y entregándose sin condiciones. Amen.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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