Cuando la gloria de Dios se va

Dice que sobre unos querubines preciosos se posó la gloria de Dios y se fue moviendo y alejándose, hasta posarse en un cerro cercano a Jerusalén. Y dice Ezequiel: “Desde allí, desapareció”. No sólo abandonó el templo, sino también ¡abandonó la ciudad! Es que ya no había ningún lugar que mereciera tener su gloria.

¿Saben?, esto también me trae al corazón lo siguiente: Cuando el arca fue robada en los días de Elí, Dios se vindicó a sí mismo y trajo él de vuelta el arca. Sin embargo, aquí encontramos algo tal vez peor que eso: el arca está ahí, pero Dios no está allí. La gloria se fue.

Ved lo que hay hoy en la cristiandad: el arca está allí, pero la gloria no está. Porque el arca nos habla de Cristo. Para los judíos el arca era su gloria; para nosotros, Cristo es nuestra gloria. Él es nuestra arca. Hay algunos que perdieron el arca. Otros que la tienen, perdieron la gloria.

Oh, amados hermanos, ¡no dejemos que la gloria de Dios nos abandone nunca! Como dice aquí, él no quiere irse. “Son ellos que hacen estas abominaciones para alejarme de mi santuario”, dice el Señor. (8:6). ¡

Nosotros le podemos alejar! ¡No lo alejemos! Guardemos la santidad en el temor de Dios, librémonos de estas contaminaciones y abominaciones, guardemos nuestra conducta pública y privada, tengamos paz en nuestras casas, tengamos paz unos con otros, amémonos, bendigámonos, no nos juzguemos, no nos condenemos unos a otros. Bendigámonos, estemos juntos para tener comunión.

Dios muestra su plan futuro

Ezequiel capítulo 40: “En el año veinticinco de nuestro cautiverio…” Habían pasado como veinte años desde las visiones anteriores que tuvo Ezequiel. Aquí estamos como veinte años más adelante, y de nuevo Ezequiel tiene una visión. Versículo 2: “En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad, hacia la parte sur”.

Es una visión. No es que esto esté en la realidad. En la  realidad lo que hay a esa altura es una ciudad destruida, es un templo quemado. De esa ciudad no queda nada, pero en la visión Ezequiel ve una ciudad en otro monte, al sur, no en donde estaba Jerusalén. Es una visión gloriosa de un nuevo templo. Esa visión está en los capítulos 40, 41 y 42.

Y miremos el primer versículo del capítulo 43: “Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. Y la gloria de Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente. Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa”.

Dios tuvo que desechar una ciudad contaminada y corrupta. Dios tuvo que aceptar que el templo sagrado lo quemaran, pero Dios no se quedó así. Él le mostró a Ezequiel lo que habría de ocurrir en los tiempos futuros: él se habría de conseguir una nueva ciudad, él iba a tener un nuevo templo, un nuevo santuario. ¿Cuál creen ustedes que es ese santuario? ¿Cuál creen ustedes? Creyentes, cristianos, ¿cuál es ese santuario? ¡Es la iglesia!

Versículos 6 y 7: “Y oí uno que me hablaba desde la casa; y un varón estaba junto a mí, y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre”.

¿Cuánto tiempo…? ¡Para… siempre!. ¡Hay un lugar donde Dios habitará para siempre! ¡Hay un lugar del cual Dios no se irá nunca! ¡Hay un lugar santo, que es santo como Dios es santo!

“¡No me iré nunca de allí!”… La primera Jerusalén fracasó, aquel santuario terrenal fracasó. Pero, he aquí, ¡hay un santuario celestial que no fracasará! ¡Dios habitará en ella para siempre!

Yo no sé si lo creen o no. Parece que no lo están creyendo mucho, porque esto es para alegrarse. Los judíos pueden pensar que este templo descrito aquí en Ezequiel es un templo que hay que construir ahora. De hecho así lo creen. Ellos han tomado estas indicaciones para hacer los planos y van a levantar un nuevo templo en Jerusalén. ¡Puede tener esa aplicación, ya, puede tenerlo, lo otorgamos! Pero nosotros hablamos de una Jerusalén celestial, hablamos de un santuario celestial, no hecho de manos.

¡Aleluya, bendito es el Señor! ¡La gloria nunca más se irá de nosotros! ¡Él habitará en medio nuestro para siempre! ¡Pueblo santo, Dios habita en su santuario, Dios habita en vuestro medio! ¡Aleluya, bendito es su nombre! ¡Aleluya, aleluya! (En Apocalipsis 21:22 dice que en la eternidad no habrá templo alguno).

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