El hombre de Dios en tiempos peligrosos

¿Cómo hemos de permanecer firmes, cómo hemos de ser fieles a Dios, si los tiempos en que vivimos son, al parecer, aún más difíciles que los de Pablo; si la fe es hoy más hostilizada por los incrédulos; si el amor se enfría por todos lados (no en manos de la persecución, sino en las de la autocomplacencia); si cada cual busca lo suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús?

¿De dónde sacar los recursos espirituales para hacer frente a las acuciantes necesidades de este día? Aún más, ¿Cuál ha de ser el carácter del hombre de Dios en tiempos peligrosos como el nuestro?

Un hombre de Dios no es un ser fortuito, surgido al azar, e improvisado sobre la marcha. Un hombre de Dios es la conjunción de múltiples factores, todos los cuales, fundidos y amalgamados con mano maestra por el Divino Alfarero, pueden llegar a conformar un instrumento que sea útil y enteramente preparado para toda buena obra.

HOMBRE DE DIOS – VISIÓN ESPIRITUAL

Un hombre de Dios ha de tener, pues, en primer lugar, visión espiritual. Nadie puede colaborar en la obra de Dios si no ha visto algo de parte de Dios. Humanamente hablando, nadie puede trabajar en una construcción, por ejemplo, si antes no ha tenido, al menos, algún conocimiento acerca de qué se construye, y de cuáles son las instrucciones para edificar bien.

Evidentemente, un arquitecto tiene mayor visión y conocimiento que un carpintero o albañil; cada uno tiene el conocimiento que precisa para desempeñar bien su labor.

Pero, –siguiendo con el ejemplo–, aunque el carpintero o el albañil precisen menos conocimiento según su trabajo particular, es necesario que posean también un conocimiento general acerca de la obra.

En nuestro caso, es fundamental tener un conocimiento espiritual producto de la revelación de Dios. Si se tiene este conocimiento firmemente establecido en el corazón, entonces habrá una obra eficaz y la firmeza necesaria para enfrentar las dificultades, de modo que cuando éstas surjan, se vean pequeñas ante la visión de la gloria del propósito de Dios y de la obra terminada.

Teniendo el corazón puesto en la meta y el galardón, se puede sufrir hoy el oprobio. Teniendo ante sí la visión de la obra completa, poco importan las contradicciones. (Hebreos 12:1-3)

A Pablo le fue revelado el Hijo de Dios (Gálatas 1:16); y recibió, además, revelación acerca del propósito de Dios (2ª Timoteo 1:9) y acerca del papel que a él le cabía en ese propósito. (Efesios 3:8-9). Teniendo estas cosas claras, él podía servir.

Y esto es así no sólo con Pablo: también lo es con cada uno que quiere servir. Seguramente en menor grado, de acuerdo a la medida de la fe y el área de servicio de cada uno, pero decididamente estas cosas tienen que estar presentes. La visión espiritual no puede faltar.

¿Conoces a Cristo de verdad? ¿Tienes conocimiento de cuál es el propósito eterno de Dios, de cuál es su propósito específico para esta generación, y de cómo tú puedes colaborar con él? Esto no es conocimiento mental, no es mera enseñanza doctrinal, sino que es algo profundamente espiritual.

Lo primero que ha de poseer, entonces, un hombre de Dios, es visión espiritual.

HOMBRE DE DIOS – FE, EXPERIENCIA Y TESTIMONIO PERSONAL

Un hombre de Dios ha de poseer una fe propia, que le permita resistir en el día malo. Como aquel “árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará.” (Salmo 1:3), el hombre de Dios permanece fundado y firme en la fe (Col.1:23).

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