El hombre de Dios en tiempos peligrosos

Hemos de destronar al yo de nuestro corazón, porque todos los males y pecados son una consecuencia de ello. El orgullo no es sino una exaltación del yo; los celos no son sino el temor del yo a ser sustituido; la rivalidad es la lucha del yo por superar a otros; el enojo es la reacción del yo ante el sufrimiento; el adulterio es la obediencia del yo a las pasiones y concupiscencias; la cobardía es el cuidado del yo en su debilidad.

HOMBRE DE DIOS DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

La mejor descripción de nuestros tiempos la hace el apóstol Pablo en 2ª Timoteo 3:1: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.” Los postreros días son los nuestros; su característica: peligrosos.

Ya en los días de Pablo se veían venir, por lo cual dice a los ancianos de Efeso, en su despedida: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:29-30). Aunque Pablo estaba con ellos, y les miraba cara a cara en ese momento, parece que ni él mismo podía haber evitado que tal cosa sucediera. Lo único que podía hacer era advertirles.

El signo de los tiempos que vivimos es la apostasía y la confusión. Esto está muy bien descrito en las palabras del Señor de Mateo 24, y en las últimas epístolas del Nuevo Testamento.

Respondiendo Jesús les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5); “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24: 10-12). “Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mateo 24: 23-25).

La palabra “Cristo” significa “ungido”. Hoy no oímos a muchos decir que ellos sean el Cristo (tal cosa sería demasiado ingenua y a pocos podría engañar), pero sí hay algunos que se autoproclaman “ungidos”, que es lo mismo.

Estos “ungidos” son los que se arrogan la exclusividad de la unción, que se creen únicos en su género, escogidos para una misión especial, que nadie más podría desarrollar. Un “ungido” de esta clase se considera a sí mismo superior a los demás. Si él es “el ungido”, entonces los demás no lo son.

Pero nosotros sabemos, en cambio, a la luz de las Escrituras, que uno sólo es el Cristo (es decir, el Ungido), el Señor Jesús; y lo es, no porque se haya autoproclamado como tal, sino porque “Dios le ha hecho Señor y Cristo”. (Hechos 2:36). Todos los demás, declarados o encubiertos, son “falsos Cristos”.

Porque debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios … ingratos … implacables … calumniadores, intemperantes, crueles … traidores … infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita … éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe … mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2ª Timoteo 3:1-5,8,13).

He aquí una galería de engañadores, un amplio repertorio de caracteres maleados por el pecado. Ellos no están lejos de los verdaderos hijos de Dios, están muy cerca, ellos tienen “apariencia de piedad”, pero no la practican. Parece que son, pero no lo son.

Uno podría pensar que son luces algo opacas, simplemente; pero no: ¡son tinieblas blanqueadas!. Esto es lo que hace necesario tener discernimiento. Si las cosas se mostraran en extremos de blanco y negro sería fácil distinguirlas, pero la dificultad está en que se muestran (más bien, se esconden) con matices muy sutiles, distinguibles sólo a quienes tienen los ojos ungidos con colirio.

Es necesario tener una mirada espiritual penetrante para poder ver más allá del ropaje externo. Estos engañadores son los “que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).

“… Habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras … y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas … andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces … tienen por delicia el gozar de los deleites cada día … aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam … el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad … hablando cosas infladas y vanas, seducen con concupiscencia de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2ª Pedro 2:1-3,10,13-16,18).

Estos son los falsos maestros de este tiempo. Ellos tienen un discurso atractivo, una moral muy abierta, tienen criterios muy amplios, son relativos y ambiguos. Ellos no molestan a los pecadores con un llamado al arrepentimiento.

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