EL VALOR DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA

David N. Zamora

Updated on:

Perseverancia Espiritual

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA

5
(5)

Predicas Cristianas

Predicas cristianas predica de hoy: El valor de la experiencia cristiana

Introducción

Alguien dijo que “lo peor que hay de no aprender de la experiencia, es no aprender de la experiencia”. Aunque a veces, el ingenio del novato o la persona que mira la realidad desde una mente abierta, innovadora y flexible pueden tomar mayor ventaja.

 La experiencia es la forma de adquirir conocimiento a partir de tener la vivencia de haber presenciado, sentido o conocido algo. Aprender de nuestras experiencias pasadas es fundamental para nuestro crecimiento y desarrollo.

La experiencia, aunque no es la respuesta a todo problema, no deja de tener un valor extraordinario.

De ahí que todos o casi todos prefieren tener un médico de experiencia; que su carro se lo arregle un mecánico de experiencia; que sus taxes se los haga un contable de experiencia; que su casa se la pinte un pintor de experiencia; que lo defienda un abogado de experiencia.

En el campo laboral, las compañías se inclinan a contratar personas de experiencia. Y en la mercadotecnia por internet se consultan las opiniones de los usuarios, porque la opinión de los clientes es importante, ya que su experiencia de usuario y su satisfacción es lo que convierte a la empresa en un negocio de éxito.

En el ámbito cristiano la experiencia personal con Cristo, y en el servicio cristiano y compromiso de fe con el Señor y la Biblia, también tiene un valor extraordinario.

Por eso hoy quiero ilustrar mi sermón sobre el “Valor de la Experiencia Cristiana”, usando como ejemplo al apóstol Pedro y al apóstol Pablo. Ambos apelaron a la experiencia que alcanzaron en Cristo, para validar o respaldar su mensaje y enseñanza acerca de Jesucristo.

EXPERIENCIA DE PEDRO

Uno de los principales propósitos de la segunda carta de Pedro a los cristianos del primer siglo, es recordarles a los creyentes la seguridad de la Segunda Venida de Jesucristo.

Ya en los días de Pedro había personas y falsos maestros, que perturbaban las iglesias, burlándose de la segunda venida de Cristo (2 Pedro 3:4), como los hay hoy también.  Y Pedro, respalda el carácter auténtico y genuino de su mensaje, ofreciendo como prueba, el haber sido testigo ocular de los hechos relativos a Jesucristo, que son el centro de su predicación.[1]

Él apeló a su experiencia personal con Jesucristo en el monte de la transfiguración (Mateo 17:1; Marcos 9:2; Lucas 9:28). Y les dice: “No les estábamos contando ningún cuento cuando les dijimos que nuestro Señor Jesucristo vendrá y revelará su poder, porque nosotros ya vimos la grandeza de Jesús con nuestros propios ojos.” (2 Pedro 1:16 PDT).

Él podía decir con toda seguridad: Yo vi con mis propios ojos la gloria y el honor que se le dieron a Cristo en aquel monte de la transfiguración, y también oí la voz de Dios el Padre que hablaba y decía de él: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd».[2]

Cuando él les habla del poder del Señor Jesucristo y de su segunda venida, lo hacía sobre la base de la experiencia de lo que vivió en Cristo y con Cristo, durante los 3 años y medio que anduvo con Jesús.

En Cristo, Pedro había adquirido una nueva identidad y posición. Era un beneficiario directo de la obra redentora y justificadora de Cristo, quien lo llamó a predicar el mensaje de las buenas nuevas de salvación. (2 Corintios 5:17).

Con Cristo, Pedro alcanzó una conexión de compañero, de seguidor y amigo. Una relación de amor activa y dinámica. Compartiendo una comunión personal y una vida transformada por su gracia. (1 Corintios 3:9).

Pero, además, Pedro había sido testigo ocular de milagros y prodigios hechos por Cristo. Vio resucitar a Lázaro después de cuatro días de muerto; vio resucitar a la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naín; vio sanar a ciegos, cojos, paralíticos, mancos. Vio a Jesús ejercer autoridad sobre la naturaleza, multiplicar panes y peces. De cuantos milagros Pedro fue testigo. Y a esto se suma que fue testigo de la resurrección corporal de Cristo, y lo vio ascender al cielo.

Pedro experimentó en su propia vida y ministerio, el poder transformador del Cristo resucitado. Cinco mil almas fueron añadidas en dos sermones que predicó después de Pentecostés (Hechos 2:41; 4:4). Un cojo de más de 40 años fue sanado instantáneamente a la orden de Pedro (Hechos 3:1-9; 4:22). Con su sombra se sanaban los enfermos (Hechos 5:15). Dorcas de Jope fue resucitada por su oración (Hechos 9:36-41). Dice Lucas que mientras predicaba en casa de Cornelio el centurión de Cesarea, los que estaban allí presentes fueron bautizados con el Espíritu Santo (Hechos 10:44-48).

Pedro fue un hombre que creció y maduró en el conocimiento de Dios al pasar los años. Fue un destacado líder de los primeros años de la iglesia cristiana. Su amor por Cristo y su cercanía con el Señor lo convirtieron en un hombre estable, humilde y en un valiente servidor de Dios. Se convirtió en uno de los pilares de la iglesia (Gálatas 2:9). Sufrió el martirio en Roma a manos de Nerón, el emperador romano.

Su experiencia con Cristo validaba su enseñanza y respaldaba sus exhortaciones. Jesús siempre fue el tema central de su predicación y enseñanza desde el primer día de pentecostés. Se refiere a Jesucristo como Señor más de 30 veces en sus dos cartas.

Cuando conocemos a Jesús como Señor y Salvador personal, no de forma intelectual, sino experimental, entonces nuestra vida gira alrededor de Él. Y eso es suficiente.

Pedro hace un llamado a los cristianos de todos los tiempos a que no le presten oído a esos burladores que dudan de la segunda venida de Cristo por su iglesia.

Pedro asegura en base a las Escrituras y a su experiencia personal con Cristo en el monte de la transfiguración, que “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9). (Cf. 2 Pedro 1:19-21).

EXPERIENCIA DE PABLO

En su primera carta a los corintios el apóstol Pablo les recuerda a ellos: Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1Corintios 2:1-2).

Pablo estaba seguro de que la sola historia de la vida y obra de Jesús sin adornos y sin envolturas filosóficas, tiene un poder inigualable para mover y transformar los corazones de la gente.

Es innegable que el que regenera al hombre es el poder del Espíritu Santo, aplicando la vida de Cristo y la verdad de la Palabra de Dios, a la necesidad espiritual de la gente.

El evangelio no es un chiste. No es fábulas ni cuentos. No es superstición. No es filosofía. No es una utopía. No es una fórmula de laboratorio. No es una ecuación química o de matemáticas. No es un mensaje para entretener y hacerle pasar un rato agradable a la gente. El evangelio más que religión, es relación con Dios.

El evangelio es poder de Dios que transforma, que cambia, que regenera al hombre y a la mujer, por muy pecadores que sean.

El evangelio es un mensaje poderoso que modela el carácter, las actitudes y acciones de la gente que lo cree, lo recibe y se somete a Cristo.

El evangelio de Jesucristo es un mensaje que produce un hombre nuevo, con nuevos valores y principios de vida. El evangelio produce cambios visibles, palpables en la vida de los que reciben a Cristo. Es una obra personal con repercusión social. (2 Corintios 5:17).

Si el mensaje de Cristo no está produciendo cambios positivos en nuestras vidas, entonces tenemos que evaluar en qué parte del camino nos detuvimos. Y deberíamos preguntarnos “¿cuándo dejamos de crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo?” (2 Pedro 3:18).

El mayor argumento que Pablo usaba para presentar el poderoso evangelio que predicaba era su propia experiencia con Cristo. Él era un testimonio vivo de cómo Jesucristo y su evangelio transforma y cambia radicalmente una persona, y lo convierte en un instrumento útil, para gloria y honra de su nombre.

La experiencia de Pablo con el Cristo resucitado hizo reconocerlo como su Señor, convenciéndolo de que en Jesús, Dios había cumplido su promesa de redimir a la humanidad de sus pecados. Para Pablo el evangelio siempre fue un llamado al arrepentimiento y a la fe, un llamado a ser seguidores de Jesucristo a través de una vida de obediencia en palabras y obras.

De perseguidor de los cristianos, el Señor hizo de Pablo un predicador del evangelio y defensor de los cristianos. Él se oponía a la iglesia, pero Dios lo convirtió en un misionero indetenible plantador de iglesias. La mayor pasión de Pablo era hablar de Cristo. (1 Corintios 15:9-10; Filipenses 3:8).

Es que conocer a Jesús, produce una experiencia transformadora que va más allá de lo meramente intelectual. No se trata solo de aprender sobre la vida y enseñanzas de Jesús, que es buenísimo, sino de tener una conexión personal e íntima con Él. Y cuando tenemos esa experiencia con Cristo, nada nos avergüenza, nada nos detiene para hablar de Él a cualquier persona. (Romanos 1:16).

CONCLUSIONES

Creo que la predicación del evangelio tiene más solidez cuando el que la hace, ha tenido un verdadero encuentro con el Cristo Resucitado, y acumula una experiencia genuina con Cristo. Es que nadie puede hablar de Cristo con entusiasmo y pasión, si no lo conoce personalmente.

Pedro pudo decir, “yo fui testigo de la grandeza y majestad de Cristo”. Pablo pudo asegurar, “por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Corintios 15:10). ¿Tenemos nosotros algo que decir de Cristo?

¿Cuál es nuestra experiencia con el poder transformador del evangelio de Jesucristo?

Pensemos en esta gran verdad: “Nuestra experiencia con Cristo es el mejor argumento para hablar de Él.”

Quiero que recordemos en “primer lugar, que nuestra experiencia con Cristo tiene un valor extraordinario; y en segundo lugar, que la defensa más incontestable del cristianismo es un cristiano.”

LLAMADO A CONOCER EL PODER TRANSFORMADOR DEL EVANGELIO DE CRISTO. RECONCILIACIÓN CON CRISTO…

[1] Escobar, S. (2019). SEGUNDA CARTA DE: PEDRO. En C. R. Padilla, M. Acosta Benítez, & R. Velloso Ewell (Eds.), Comentario Bíblico Contemporáneo: Estudio de toda la Biblia desde América Latina (Primera edición, p. 1647). La Paz, Bolivia; Barcelona, España; Buenos Aires; Lima: Certeza Unida; Andamio; Ediciones Puma; Ediciones Kairos; Certeza Argentina; Editorial Lampara.

[2] Calvino, J. (2011). 2da Pedro: Comentario de la Segunda Epístola de Pedro. (D. J. L. Vargas, Trad.) (p. 32). Guadalupe, Costa Rica: CLIR.

© David N. Zamora. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones.. Predicas Cristianas

¿Qué tan útil fue esta publicación?

¡Haz clic en una estrella para calificarla!

David N. Zamora
Autor

David N. Zamora

Ministro Ordenado de las Asambleas de Dios y Pastor Principal de la Iglesia Misionera de Tampa. Con títulos en Teología y Biblia de EDISUB e ISUM. Casado con Raquel Gonzalez

Deja un comentario