Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Superando Desafíos con Fe y Amor
Predica Cristiana Lectura Bíblica: Filipenses 4:13
Introducción
¡Buenas tardes, queridos hermanos y hermanas!
Hoy estamos aquí reunidos para compartir un mensaje de esperanza, de fe, y de amor. Quiero que cada uno de ustedes se sienta bienvenido y parte de esta gran familia que es nuestra comunidad cristiana. Nosotros estamos aquí no solo para escuchar la palabra de Dios, sino para vivirla y sentirla en nuestros corazones.
Nos sentimos abandonados
Permítanme comenzar con una historia que quizás muchos de ustedes ya conocen, pero que siempre vale la pena recordar. Vamos a hablar de José, el hijo de Jacob, también conocido como Israel. La vida de José está llena de altibajos, de momentos difíciles y de grandes victorias.
¿Cuántos de nosotros no hemos pasado por situaciones similares? José fue vendido por sus propios hermanos, aquellos en quienes debía poder confiar. Sin embargo, en lugar de rendirse, en lugar de dejarse consumir por la amargura, José mantuvo su fe en Dios.
Cuando fue vendido como esclavo en Egipto, José podría haberse sentido abandonado, solo y desesperado. ¿Quién no lo haría en su situación? Pero José no permitió que estas emociones dominaran su vida. En lugar de eso, confió en que Dios tenía un plan para él. Y, hermanos, ¡qué plan tenía Dios para José! A través de su fidelidad, José llegó a ser el segundo al mando en todo Egipto. Pasó de ser un esclavo a un líder, porque nunca perdió su fe en Dios.
Este es un gran ejemplo para nosotros. A veces, nosotros también nos sentimos abandonados, traicionados, o perdidos. Pero debemos recordar siempre que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, aunque no podamos verlo claramente en el momento. Debemos confiar, tener fe y seguir adelante.
Nuestra vida diaria
Ahora, quiero que reflexionemos sobre algo más cercano a nuestra vida diaria. Pensemos en las dificultades que enfrentamos en nuestro trabajo, en nuestras familias, en nuestras comunidades. A veces, sentimos que no podemos más, que los problemas son demasiado grandes. Pero, hermanos, déjenme decirles que no estamos solos en nuestras luchas. Dios está con nosotros en cada paso del camino. Nos guía, nos fortalece y nos da esperanza.
Hace unos años, conocí a una mujer llamada María. Ella vivía en un pequeño pueblo y tenía una vida muy dura. Su esposo había fallecido, y ella se quedó sola con tres hijos pequeños. Trabajaba día y noche para poder alimentar a sus hijos y mantener un techo sobre sus cabezas. Un día, María vino a nuestra iglesia, y con lágrimas en los ojos, me dijo que no sabía cómo iba a seguir adelante. Sentía que todo estaba perdido.
Le hablé de la historia de José, y le recordé que, aunque a veces no entendemos por qué nos pasan ciertas cosas, Dios siempre tiene un plan. María comenzó a venir a la iglesia regularmente. Encontró apoyo en nuestra comunidad y, lo más importante, renovó su fe en Dios. Poco a poco, las cosas comenzaron a mejorar para ella. Encontró un mejor trabajo, sus hijos crecieron sanos y fuertes, y ella encontró paz en su corazón.
¿Qué aprendemos de esto, hermanos? Que no importa cuán oscura parezca la noche, siempre hay una luz al final del túnel. Y esa luz es Dios. Él nunca nos abandona. Siempre está ahí, esperando a que volvamos a Él, con brazos abiertos y un corazón lleno de amor.
En la Biblia, en el libro de Mateo, capítulo 11, versículo 28, Jesús nos dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” ¡Qué palabras tan reconfortantes! Jesús nos invita a llevar nuestras cargas a Él, a encontrar descanso y paz en su amor. Y nosotros, como comunidad, también estamos aquí para apoyarnos mutuamente, para ayudarnos a llevar nuestras cargas y para encontrar fuerza en la fe que compartimos.
Permítanme hacer una pausa aquí y preguntarles: ¿Cuántos de ustedes han sentido alguna vez que sus problemas eran demasiado grandes para manejarlos solos?
Sé que muchos de ustedes están asintiendo con la cabeza. Es una experiencia común. Pero recuerden, no estamos solos. Tenemos a Dios y nos tenemos unos a otros.
Quiero que miren a la persona que tienen a su lado. Sí, ahora mismo. Mírense a los ojos y sepan que están viendo a un hermano o hermana en Cristo. Alguien que también ha pasado por momentos difíciles, que también ha sentido dolor y desesperación, pero que sigue aquí, en pie, gracias a la gracia de Dios.
Hablemos ahora del perdón.
¿Cuántas veces nos han herido y hemos guardado rencor? Es natural sentirse herido, sentirse traicionado. Pero Jesús nos enseñó algo muy importante: el perdón. En Mateo 6:14-15, el Señor nos dice: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.“
Perdonar no es fácil. Requiere humildad, compasión y, sobre todo, fe. Pero cuando perdonamos, liberamos nuestro corazón del peso del odio y del rencor. Encontramos paz y permitimos que Dios trabaje en nuestras vidas de manera más plena.
Hace algún tiempo, conocí a un hombre llamado Pedro. Pedro había sido traicionado por un amigo muy cercano. Esta traición lo llenó de rabia y amargura. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido y esto comenzó a afectar su vida de maneras muy negativas. Pedro dejó de confiar en las personas, se aisló y su salud comenzó a deteriorarse.
Un día, Pedro decidió venir a hablar conmigo. Le hablé del poder del perdón y de cómo este puede sanar nuestras heridas más profundas. Al principio, Pedro se resistió. No podía imaginarse perdonando a alguien que le había causado tanto dolor. Pero poco a poco, con oración y reflexión, comenzó a abrir su corazón.
Pedro decidió perdonar a su amigo. No fue fácil, pero cuando lo hizo, sintió como si un gran peso hubiera sido levantado de sus hombros. Su salud mejoró, comenzó a reconectar con su comunidad y encontró una nueva alegría en su vida.
¿Qué nos enseña esto? Que el perdón no es solo un acto de misericordia hacia el otro, sino también un regalo que nos damos a nosotros mismos. Nos libera y nos permite vivir en paz.
Ahora, hablemos del amor
Jesús nos enseñó que el amor es el mandamiento más grande. En Juan 13:34, Él nos dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.“
El amor es la base de nuestra fe. Es lo que nos une como comunidad y lo que nos guía en nuestras acciones diarias. Pero amar no siempre es fácil.
Requiere esfuerzo, paciencia y, a veces, sacrificio. Sin embargo, cuando amamos como Jesús nos amó, encontramos una felicidad y una paz que no se pueden comparar con nada más.
Permítanme compartir una última historia. Conocí a una pareja, Juan y Ana, que llevaban muchos años casados. Como todas las parejas, habían pasado por altibajos. Pero siempre se mantuvieron unidos gracias a su amor y su fe en Dios.
Un día, Ana enfermó gravemente. Juan, aunque estaba devastado, nunca dejó de cuidarla con amor y dedicación. Cada día, oraban juntos y agradecían a Dios por el tiempo que podían compartir. Ana finalmente se recuperó, y su relación se fortaleció aún más.
¿Qué aprendemos de esta historia? Que el amor verdadero es incondicional. Nos apoya en los momentos más difíciles y nos da la fuerza para seguir adelante.
Queridos hermanos y hermanas, en nuestras vidas diarias, enfrentamos muchos desafíos. Pero recordemos siempre que Dios está con nosotros, que tenemos el poder de perdonar y que el amor es la fuerza más grande que tenemos. No importa cuán difícil sea el camino, nunca estamos solos. Dios nos guía, nos fortalece y nos da esperanza.
Conclusión
Hoy, les invito a abrir sus corazones a Dios, a confiar en su plan y a vivir cada día con amor y fe. Recordemos las palabras de Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Con Dios a nuestro lado, no hay nada que no podamos superar.
Que Dios los bendiga a todos, hoy y siempre. Amén.
Gracias por estar aquí hoy, por compartir este momento y por ser parte de esta maravillosa comunidad. Sigamos adelante juntos, con fe y con amor, sabiendo que Dios está siempre con nosotros.
© Jose M. Vega. Todos los derechos reservados.