Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Nuestra Navidad es Jesús
Introducción
Cada vez que llegamos al final de un año resurge el antiguo debate sobre la legitimidad de las celebraciones navideñas. Y la cristiandad se divide en dos bandos: los que abogan por la celebración de Navidad y los que se oponen a ella.
Creo que debería existir un respeto mutuo entre ambos bandos. En su carta a los romanos el apóstol Pablo nos aconseja:
“Los que piensan que cierto día es especial, lo hacen para honrar a Dios. Y los que comen de todo, lo hacen también para honrar a Dios, y le dan las gracias. Igual sucede con los que sólo comen verduras, pues lo hacen para honrar a Dios, y también le dan las gracias. Ya no debemos criticarnos unos a otros. Al contrario, no hagamos que, por culpa nuestra, un seguidor de Cristo peque o pierda su confianza en Dios.” (Romanos 14:6,13).
Aunque en la Biblia no encontramos que Jesús ni sus apóstoles sugirieran o pidieran a la iglesia la celebración de su nacimiento, tampoco encontramos en el registro bíblico que lo prohibieran.
Para quienes hemos entendido que no es pecado celebrar la navidad, (amén a las opiniones opuestas, las cuales respetamos), la navidad es la celebración del más grande milagro del cristianismo: la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús de Nazaret. (Juan 1:14; 1 Timoteo 3:16).
Nuestra celebración navideña no está centrada en el Dios Sol, sino en Jesucristo, que es el sol de justicia que ha traído salvación a nuestras vidas. Nuestra celebración ni siquiera la asociamos con el festival pagano que celebraban los romanos al Sol Invictus.
El profeta Malaquías anunció la llegada del Sol de justicia que en sus alas traería salvación (Malaquías 4:2). Desde los primeros días de la iglesia cristiana, se ha comparado al Mesías con ese sol naciente, cuyos rayos visibles se esparcen en todas direcciones, disipando la oscuridad (Lucas 1:76-79). Esta analogía subraya la luz y la esperanza que Jesús trae al mundo. (Isaías 9:1,2; Juan 8:12).
Nuestra celebración navideña no rinde culto a dioses falsos ni revive ritos paganos, sino que está centrada en exaltar únicamente a Jesucristo.
Ni por nuestra mente pasa la fiesta pagana conocida como Saturnalia o Festival Saturnal. Los romanos antiguos celebraban, del 17 al 23 de diciembre, estas fiestas en honor al dios Saturno, dios de la agricultura y la cosecha. Pero nuestra celebración navideña nada tiene que ver con aquel festival pagano, aun cuando coincidan las fechas.
Nuestros cánticos y villancicos navideños, así como nuestras reflexiones, estudios y predicaciones bíblicas, están dedicados a glorificar y exaltar al Hijo de Dios que nació, murió, resucitó, ascendió al cielo y vendrá a buscar a Su iglesia.
Es indiscutible que la navidad es una temporada espectacular para que los cristianos en todo el mundo enfaticen lo que profetizó el profeta Isaías acerca del Hijo de Dios: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6).
Es una temporada que debemos aprovechar para hablarles a otros de la salvación que sólo se puede encontrar en la Persona de Jesús. Él vino a este mundo “a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10).
Nuestra celebración navideña no pretende inmortalizar ni venerar un día o una fecha. Celebramos la navidad por el gran milagro de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús, sin importar en qué fecha haya nacido.
Sabemos que no es posible precisar la fecha del nacimiento del Hijo de Dios. Así que sin importar si nació en diciembre, a mediados de septiembre o a principios de octubre, como algunos piensan, lo que nos importa es significar el nacimiento de Jesús, y recordar los acontecimientos milagrosos que rodearon su nacimiento, con el único propósito de anunciar al mundo que ha nacido “un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:11).
Y mientras la sociedad celebra la navidad de forma costumbrista y secular, nosotros, la iglesia, la celebramos con gozo, alegría y gratitud de corazón, por la llegada de “Emanuel, Dios con nosotros” (Isaías 7:14; Mateo 1:23). Aprovechamos la oportunidad que nos brinda la temporada navideña, para cumplir, como iglesia, el ministerio de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mateo 5:13, 14).
Celebramos la ocasión, no la fecha. Porque nuestra celebración navideña es un recordatorio de que el significado y el milagro de la encarnación de Cristo, son más importantes que el día específico en que nació en Belén de Judea. Ponemos en primer lugar la fe y la gratitud antes que la fecha exacta de su nacimiento.
El apóstol Juan, en la introducción de su evangelio, significa el milagro de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús de Nazaret: “Cristo tomó cuerpo humano y vivió en la tierra entre nosotros, lleno de verdad y de amor que perdona. Y nosotros vimos su gloria, la gloria del único Hijo del Padre celestial.” (Juan 1:14 NTBAD).
El apóstol Pablo reafirma la verdad de la encarnación de Cristo en su segunda carta a los corintios: “nuestro Señor Jesucristo, por amor a nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que nosotros con su pobreza fuéramos enriquecidos.” (2 Corintios 8:9). (Cf. Filipenses 2:5-11).
El gran acontecimiento del nacimiento del Cristo de Dios, del Mesías prometido, merece ser celebrado y difundido por todas las vías posibles. La gente tiene que saber de alguna forma que el Señor Jesucristo voluntariamente dejó temporalmente las riquezas y la gloria del cielo a cambio de la pobreza terrenal, para que el hombre, empobrecido por el pecado, fuera enriquecido, recibiera perdón, reconciliación y bendición en abundancia mediante el Espíritu de Dios.
Muchas religiones del mundo representan a sus líderes como hombres que han llegado a ser dioses. El cristianismo nos habla de Dios tomando la forma de hombre. Dios humanado en la persona de Jesucristo nos confirma su existencia, su amor, gracia y misericordia.
Nuestra celebración navideña se une a la de los ángeles del cielo, cuando celebraron el nacimiento de Jesús en Belén de Judea, con jubilosa alabanza. (Lucas 2:13-14).
La Biblia dice que repentinamente apareció con el ángel que hablaba con los pastores de Belén, una “multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace.” (Lucas 2:13-14 LBLA). Y si las huestes celestiales celebraron el nacimiento del Hijo de Dios, sería contraproducente que nosotros, los beneficiarios directo de ese insuperable milagro, no lo hiciéramos.
Si el cielo no pasó por alto aquel gran acontecimiento, y Dios dispuso que una multitud de las huestes celestiales alabaran su Gloria y anunciaran paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres, ¡cómo nosotros, los beneficiarios de esta gracia salvadora, no vamos a celebrarlo, no vamos a vitorear a Jesucristo el Hijo de Dios! ¡Cómo no prorrumpir en una alabanza jubilosa para exaltar y glorificar a Jesucristo nuestro Rey y Señor!
No permitamos que siglos de un paganismo de muerte, dicte lo que podemos o no hacer hoy para celebrar el más grande milagro del cristianismo que es la encarnación de Cristo: Dios Hijo humanado en la persona de Jesús. (Filipenses 2:5-11).
La Biblia resalta cómo la adoración al Hijo de Dios no se limitó solo a los ángeles del cielo, sino que también incluyó a extranjeros de tierras lejanas, como se menciona en Mateo 2:1-12.
La visita de los magos de lejanas tierras significa la universalidad del mensaje de Jesús, y cómo su nacimiento fue un evento que trascendió fronteras y culturas.
La Biblia dice que cuando los magos del oriente “entraron en la casa donde estaba el niño con María su madre, se postraron ante Él para adorarlo. Luego abrieron sus alforjas y le ofrecieron oro, incienso y mirra.” (Mateo 2:10 NTBAD).
La extraña visita de estos extranjeros fue un anticipo profético de la adoración y la fe que hoy el mundo gentil (no judío), le rinde al Cristo de la Gloria. Que te incluye a ti y a mí.
Creo que estas historias encontradas en los evangelios sientan un precedente bíblico que bien puede justificar nuestra adoración navideña.
CONCLUSIONES
La navidad centrada en Jesús, anuncia la llegada del “cumplimiento del tiempo” profético en el cual, “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos.” (Gálatas 4:4-5 NTV).
La navidad centrada en Jesús proclama el gran misterio de nuestra fe: “Cristo fue revelado en un cuerpo humano y vindicado por el Espíritu. Fue visto por ángeles y anunciado a las naciones. Fue creído en todo el mundo y llevado al cielo en gloria” (1 Timoteo 3:16 NTV).
La navidad centrada en Jesús reafirma la gran verdad de que contamos con Jesucristo, quien conoce cómo vivimos. Él se identificó con nuestra naturaleza sin reservarse ningún privilegio y hoy intercede por nosotros a la diestra del Dios Padre (Hebreos 4:15). Por eso, celebramos la Navidad con gratitud y reverencia.
JESUCRISTO NACIÓ, VAMOS A CELEBRARLO
INVITACIÓN A RECIBIR A CRISTO COMO SEÑOR Y SALVADOR
© David N. Zamora. Todos los derechos reservados.