Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Del pesebre a la cruz
Introducción
Como mencioné la semana pasada, el mensaje del evangelio quedaría incompleto si solo nos detuviéramos a hablar del nacimiento del Hijo de Dios en la humilde aldea de Belén de Judea, sin importar la fecha en que haya nacido.
Para los que predicamos el evangelio completo, es imposible desligar el pesebre de la cruz. El pesebre carecería de valor si no hubiera tenido lugar una cruz en la cual el Hijo de Dios ofrendara su vida por el pecado de la humanidad.
Fue en la cruz donde Jesucristo compró para nosotros todas las bendiciones que recibimos por medio de la fe. Al ser escogidos, adoptados y perdonados por Dios en Cristo Jesús, disfrutamos de privilegios que incluyen dones espirituales. (Efesios 1:3).
Pero a su vez, la muerte de Cristo en la cruz no tendría significado, si la tumba donde lo enterraron no hubiera quedado vacía, porque al tercer día se levantó de entre los muertos. (Mateo 28:5-6; Lucas 24:4-7).
La resurrección corporal de Cristo ratifica que él venció la muerte, al pecado y a satanás, inaugurando la resurrección para la eternidad. (1 Corintios 15:20-22).
Dios el Padre para confirmar que aceptaba satisfactoriamente la obra expiatoria de Cristo en la cruz del Calvario, lo constituyó heredero de todo, le dio un Nombre que es sobre todo nombre, lo sentó a la derecha de su trono, todo lo puso bajo su poder, y lo nombró jefe de la iglesia. (Hebreos 1:2; Filipenses 2:9; Efesios 1:20-23).
Pero todo este plan redentor en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, que incluye la salvación y reconciliación de los pecadores con Dios, se forjó desde la eternidad.
Cuando el apóstol Pablo escribe su epístola a los romanos, él explica que el secreto y la base de las buenas relaciones entre el pecador arrepentido y Dios es la reconciliación a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Lo más asombroso de todo esto es que esta reconciliación fue otorgada cuando aún éramos enemigos de Dios por ser pecadores. (Romanos 5:7, 10). [1]
“Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.” (Romanos 5:8 NTV) (Cf. Romanos 5:9-11).
Es maravilloso pensar que Dios no manifestó su amor en darnos a su Hijo Unigénito, porque primero le amáramos a él y por eso se moviera a amarnos a nosotros. Él lo hizo porque primero nos amó a nosotros. Y porque nos amó primero, envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados, y reconciliarnos con Él. (Cf. Juan 3:16).
“En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.” (1 Juan 4:10 NTV). (Cf. 1 Juan 4:19). El sacrificio de Cristo en la cruz es la mayor muestra de amor de Dios por la humanidad.
- El sacrificio de Cristo trajo REDENCIÓN ETERNA, es decir, liberación de una vez y por todas de la esclavitud del pecado mediante el pago que hizo por nuestro rescate. (Hebreos 9:12)
- El sacrificio de Cristo trajo PERDÓN, porque somos perdonados y reconciliados con Dios por el único sacrificio de Cristo. (Hebreos 9:26). A través de su muerte en la cruz, Jesús se convirtió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29, 36).
- El sacrificio de Cristo trajo SALVACIÓN COMPLETA (Hebreos 10:10, 14). [2] “Sólo Jesús fue enviado por Dios. No hay otro nombre en este mundo por el cual los seres humanos podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).
Cristo, al morir por nuestros pecados y ocupar nuestro lugar en la cruz, nos libró del castigo que merecíamos, ya que todos merecemos ser condenados por nuestros pecados (Romanos 3:23; 6:23). Él canceló nuestra deuda y pagó nuestro rescate; y satisfizo plenamente las demandas de Dios. Nunca podremos entender, al menos en esta vida, cuánto sufrió el Hijo de Dios al tomar nuestro lugar.
Dice la Biblia que Cristo, “habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.” (Hebreos 10:12). (cf. Hebreos 1:3).
Ya el propio Jesús le había dicho al Concilio judío que “el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.” (Lucas 22:69). Y Esteban, el primer mártir del cristianismo, “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. (Hechos 5:55).
También la Biblia significa, que por todo lo que hizo, Jesucristo fue constituido “mediador de un nuevo pacto entre Dios y los hombres.” (Hebreos 12:24).
Pablo le recuerda a Timoteo que Jesucristo es el único mediador que puede restaurar la paz entre Dios y los pecadores. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, …” (1 Timoteo 2:5).
Jesús es el único mediador humano entre Dios y el hombre. Nadie más, ni María, ni ningún santo cristiano de la historia, tiene el poder de interceder por nosotros ante el trono del Todopoderoso. Ningún ángel tiene esa posición. Sólo Cristo.[3] Jesucristo es el único camino a la salvación eterna y el único mediador entre Dios y los hombres.
La palabra “mediador” proviene del término griego mesitē, que significa “alguien que interviene entre dos partes para resolver un conflicto o para ratificar un pacto.”
Precisamente Cristo vino a la tierra a resolver el conflicto entre Dios y los hombres que fue causado por el pecado. Él ofreció su vida en un sacrificio que redime, que libera al hombre de la esclavitud del pecado y de la culpa.[4] (Romanos 4:25).
La Biblia dice que Cristo “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…” (1Pedro 3:18). Cristo es el modelo del sufrimiento sin causa. (Hebreos 10:12).
“Dios tomó a Cristo, que no tenía pecado, y puso sobre él nuestros pecados, para declararnos justos por medio de Cristo.” (2 Corintios 5:21). Su sacrificio otorga perdón, remisión y libertad (Romanos 3:25).
Y la Biblia dice que en virtud de todo lo que Jesucristo ha hecho, es que se abrió un libre acceso a la presencia de Dios para todas las personas que lo reciben como Señor y Salvador personal.
El escritor de la carta a los hebreos nos recuerda: “Por eso amados hermanos, gracias a la sangre de Jesucristo, podemos entrar en el Lugar Santísimo en que Dios está, por el fresco, nuevo y vivo camino que Cristo nos abrió a través del velo (o sea, a través de su cuerpo) …” (Hebreos 10:19-20 NTBAD).
En el judaísmo, solo los sacerdotes podían entrar al lugar santo a ministrar, y solo el Sumo Sacerdote podía entrar al lugar Santísimo. Pero ahora, todo ha cambiado.
Dios no tiene un lugar especial donde solo una clase especial de hombres pueda aproximarse a Él.
Con la venida del Hijo de Dios en la persona de Jesús, todos los creyentes pueden entrar al trono de la gracia de Dios confiadamente, en cualquier momento y desde cualquier lugar de la tierra.[5]
Jesucristo hizo posible el sacerdocio de todos los creyentes. Dice la Biblia en Apocalipsis 1:5-6, que Jesucristo “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre.” (Apocalipsis 1:5-6).
Por eso ahora, todos los que pertenecemos a Cristo, podemos “acercarnos con confianza al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16). Y esto es posible porque ahora tenemos un camino nuevo y vivo a la presencia de Dios, que es Jesucristo el Hijo de Dios. (Hebreos 10:19-22; cf. Juan 14:6).
Jesús ya pagó el precio de nuestra libertad del pecado, pero la salvación que compró en la cruz no es automática. El Señor invita a todos, sin importar su condición moral, social o económica, a que vengan a Él y acepten por fe la salvación y el don de la vida eterna que Él ofrece. Es necesario que el hombre responda a esa invitación. Solo aquellos que reconocen que están perdidos pueden ser salvos del pecado y de Satanás. (Mateo 11:28).
Nosotros no aceptamos la creencia errónea de que, al fin y al cabo, aun a los eternamente perdidos se les librará del juicio eterno. Esta herejía conocida como universalismo o reconciliación final pretende liberar al hombre de su responsabilidad ante Dios. [6]
La Biblia dice claramente que “Dios nos pedirá cuentas de todas nuestras acciones, buenas o malas, aun de las que hayamos hecho en secreto.” (Eclesiastés 12:14). (cf. Hebreos 9:27).
Dios le da a cada persona libre albedrío, que incluye la capacidad de aceptar o rechazar su ofrecimiento de salvación en Jesucristo. Esta libertad de elección les permite a las personas tomar decisiones conscientes y personales sobre su fe y su destino espiritual.
Hay una pregunta que toda persona debería hacerse: ¿Dónde pasaré mi eternidad? Porque, lo creas o no lo creas, todos tendremos una eternidad. Tú decides dónde pasarla. En condenación eterna (infierno) (Daniel 12:2; Mateo 10:28) o en las moradas eternas que Cristo fue a preparar en la casa del Padre. (Juan 14:2-3).
Jesús abrió el camino para que sus seguidores puedan ser ciudadanos del reino y heredar la vida eterna en la presencia de Dios.
La invitación de Jesús sigue en pie: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).
Y para todos los que abren la puerta de su corazón y ponen su fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, creyendo en su resurrección corporal, la Biblia dice que alcanzan el perdón de sus pecados, son justificados (declarados justos por los méritos de Cristo) y son llamados hijos de Dios. Sus nombres son anotados en el libro de la vida, y se les garantiza una herencia y una corona de vida eterna.
CONCLUSIONES
Recordemos que Jesucristo, aunque nació en un humilde pesebre y murió en una rústica cruz, resucitó al tercer día. Fue exaltado a la diestra del Padre y hoy intercede por los suyos ante el trono de Dios. (Romanos 8:34). Es nuestro abogado defensor (1 Juan 2:1).
Cristo vino como REDENTOR a libertar a los oprimidos del diablo y esclavos del pecado. Él compró nuestra libertad en la cruz del calvario.
Cristo vino a RECONCILIAR a los pecadores con Dios. Sólo a través de Él es que los hombres alcanzan la paz con Dios, porque son justificados y absueltos de la culpa por medio de Jesucristo. (Romanos 5:1).
Cristo vino a DAR vida y vida en abundancia. Jesús dijo que “El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.” (Juan 10:10). (Cf. Efesios 2:1-9).
Cristo vino a DESHACER las obras del diablo. Su triunfo sobre satanás, el pecado y la muerte, garantizan nuestra victoria total. (1 Juan 3:8; Cf. Romanos 8:37).
“Jesucristo trae la presencia de Dios a la humanidad, y a su vez, lleva a la humanidad hacia Dios.”
Llamado a Salvación
[1] Biblia de Estudio, Senda de Vida Ampliada. Senda de Vida Publisher, CO. Miami, Fl. Copyright © 2017.
[2] MacArthur, J. (1997). Biblia de Estudio MacArthur (He 12:24). Thomas Nelson.
[3] https://www.gotquestions.org/Espanol/Jesus-intercediendo.html
[4] Grounds, V. C. (2006). EXPIACIÓN. En E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (p. 248). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
[5] MacDonald, W. (2004). Comentario Bíblico de William MacDonald: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento (p. 1045). Editorial CLIE.
[6] Biblia plenitud: La Biblia de estudio que le ayudara a comprender a aplicar la Plenitud del Espíritu Santo en su diario vivir (electronic ed., Ro 3:23). (2000). Editorial Caribe.
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