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Ivan Efrain Adame

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Comparte el Evangelio sin temor

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: ¡Comparte el Evangelio sin temor!

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Hechos 8:1-4

Introducción

Evangelizar es una tarea que como iglesia no podemos eludir. Una de las principales razones por que la iglesia existe es para evangelizar, es la esencia de nuestra misión.

Si no compartimos a Cristo, no estamos cumpliendo con la encomienda de Jesucristo, que dijo en Mateo 28:19-20Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Esta es la Gran Comisión de la iglesia y es urgente que la cumplamos adecuadamente. Si no lo hacemos, estaremos faltando en nuestra obediencia a Jesucristo.

Veamos la experiencia de algunos de los primeros cristianos para encontrar orientaciones para cumplir este compromiso.

I. Hay muchas razones para no evangelizar

¿Por qué la iglesia no evangeliza? Hay muchas razones para no hacerlo. Puede ser por descuido, por flojera, por temor, etc. Y si alguien podría haber tenido temor, eran esos cristianos en Jerusalén. Miren, debido a que se había comenzado a hablar de Jesucristo con poder, el mensaje de salvación no había pasado desapercibido.

Esteban era uno de los diáconos de la iglesia, del cual se dice que, cuando anunciaba el Evangelio,  estaba “lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.” (Hechos 6:8). También se dice que los que se oponían: “no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que Esteban hablaba.” (Hechos 6:10).

Peor lo habían acusado falsamente y las autoridades judías lo habían apresado, y después de defender a Jesús como el Mesías, fue condenado a muerte y apedreado mientras perdonaba a sus agresores, como lo había hecho su Señor Jesucristo. Así que debido a eso, los enemigos del evangelio se levantaron contra los cristianos. Y comenzó una gran persecución contra ellos. Muchos tuvieron que salir de Jerusalén por esa persecución. Ahí es donde surge Saulo como el gran perseguidor de la iglesia, y la asolaba, como se dice.

Si hubiéramos sido nosotros podríamos haber dicho que es una buena razón para no hablar de Jesucristo. Si un gran líder y evangelizador como Esteban había perdido la vida, ¿qué podría esperarnos a nosotros? ¡Mejor que nadie sepa siquiera que somos cristianos! Sin duda, el temor es algo que nos paraliza y nos impide que demos testimonio de Jesucristo. 

Ya que aquí no estamos sufriendo persecución, ¿cuáles podrían ser nuestros temores? Enumero algunos:

  • Se van a burlar de mí
  • Me van a rechazar
  • ¡Van a saber que soy cristiano…!
  • ¡Me voy a contagiar!

Además del temor hay otras excusas que podemos dar, como: “No sé que decir”, “no tengo tiempo”, “no tengo ganas”, “no tengo oportunidades”, etc.

¿Son correctas estas excusas? De ninguna manera. Estas excusas son mínimas comparadas con las excusas que pudieron tener esos primeros cristianos, pues su propia vida estaba amenazada, pero aún así vamos a ver cómo reaccionaron:

II. “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.” (vers. 4)

Esta declaración es sorprendente y emocionante. Se acaba de decir que Esteban había sido apedreado, que se había levantado una persecución contra la iglesia en Jerusalén, que los creyentes habían tenido que salir huyendo a las tierras de Judea y de Samaria.

Se acaba de decir que “Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” (Hechos 8:3). Pero eso no detuvo el avance del Evangelio, ¡al contrario! Parece que era lo que los cristianos necesitaban para que hablaran del evangelio en otras regiones.

Antes de esta escena, no se habla que el evangelio fuera anunciado fuera de Jerusalén. Y es gracias a la persecución que los creyentes son movidos a salir fuera, y aunque huyen para salvar su vida, no se esconden para compartir su fe. ¡Van por todas partes anunciando el evangelio! Este es un testimonio maravilloso que “la Palabra de Dios no está presa”.

La Palabra del Evangelio tiene que extenderse, y la iglesia tiene que avanzar, y estemos seguros que Dios utilizará todos los medios necesarios para que se realice este avance. Cuando se monta un caballo, se le puede pedir amablemente que avance, pero a menos que esté bien entrenado, un caballo normalmente requiere que se le espolee, que se le dé un golpe con las espuelas o el tacón. Y si el jinete quiere que vaya más rápido, pues se le fustiga con una vara o la fusta, ¿no?  Y solo así el caballo responde. A veces así Dios tiene que hacer a la iglesia para despertarla y hacerse que se mueva.

Esta pandemia que hemos vivido, podemos verla también como un llamado de atención a Dios para su iglesia actual para que salga de su conformismo y se ponga a cumplir su misión. Y aunque haya muchas razones para no hacerlo, ¡debemos armarnos de valor para hacerlo! Si no lo hacemos ahora, tal vez Dios tenga que fustigarnos de otra manera para que salgamos. ¡No esperemos que Dios lo haga y propongámonos en el corazón hacerlo pronto!

III. ¿Cómo es que los primeros cristianos lo hicieron?

Hemos dicho que aquellos cristianos de Jerusalén tenían buenas razones para amedrentarse y callarse, pero no lo hicieron. ¿Cómo es que vencieron sus temores? Podemos pensar en dos razones. Primera, porque su fe estaba bien cimentada. Su fe estaba puesta en Jesucristo y confiaban en él sin reservas. Cuando Cristo dio la gran comisión a los discípulos en Mateo 28:19-20 que ya citamos, antes de decir esas palabras les dice esta imponente frase: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Otra versión dice: “Dios me ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo.” Y al final de la gran comisión dice Jesucristo: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Estas declaraciones seguramente las creían los cristianos en Jerusalén. ¡Estaban convencidos que Dios estaba por ellos! Y Si Dios estaba con ellos, ¿quién podría prevalecer contra ellos?

Así que sabían que Jesucristo estaba con ellos y le debían obediencia. Y al obedecerle estaban manifestando dónde tenían puesta en verdad su confianza. Por eso no podían dejar de hablar de las cosas que habían visto y oído. No podían dejar de hablar de la salvación que había en él.

La segunda razón para vencer sus temores era Porque el Espíritu de Dios los movía. Jesús mismo había advertido que llegaría el tiempo de persecución y rechazo de los creyentes. Pero ante ese tiempo, también prometió, en Marcos 13:11: “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.

La presencia del Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo, es lo que marca la diferencia. Ellos sabían que estaba en ellos y se dejaban guiar por él. Y es el Espíritu de Dios el que los llenaba de poder y los impulsaba a compartir de Jesucristo. Esto lo había hecho Esteban y los demás apóstoles también lo hacían. Esto es lo que en verdad hace el presencia del Espíritu de Dios: impulsa a los creyentes a vivir a Jesucristo y a compartir el Evangelio.

La presencia del Espíritu no se detecta por comportamientos desordenados en el culto ni tampoco por un fervor o por experiencias de éxtasis, como algunos movimientos cristianos hoy lo enseñan. La presencia del Espíritu se evidencia por vidas transformadas por Jesucristo y creyentes que viven compartiendo su fe a otros con entusiasmo y compromiso. Aquellos creyentes estaban bien convencidos de esto, y no se resistían al actuar del Espíritu de Dios en ellos. No interponían sus intereses ni sus temores a los intereses de Dios y a su poder que cada día se manifestaba en ellos.

Conclusión

Amados hermanos. Si los primeros cristianos así lo hicieron, así también nosotros podemos y debemos hacerlo. Es el mismo Jesucristo en el que ellos creían que el que creemos nosotros. El mismo Espíritu que les impulsaba a ellos es el Espíritu de Dios que habita en nosotros. Por ello, si ellos lo hicieron, así también podemos hacerlo nosotros. A cada uno de nosotros Dios nos ha escogido, escuchen bien: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pedro 2:9).

Hay personas a nuestro alrededor que solo a través de ti y de mí podrán conocer la salvación en Jesucristo. Hay personas perdidas que Dios ha escogido para salvación que solo a través de tu palabra y de tu testimonio podrán conocer a Cristo y creer en él. Por eso debemos nosotros ser los primeros en vivir en verdad a Jesucristo y hablar de él. Un creyente comprometido en un momento de la historia de la iglesia dijo: “Predica el Evangelio siempre y, si es necesario, usa las palabras”.

Si no hablamos de Cristo, tal vez sea porque no lo estamos en verdad viviendo, que nuestro comportamiento y pensamientos no demuestra que lo conocemos. Comencemos entonces dándole a Cristo el lugar que merece en nuestra vida; creamos en verdad en él, a quien “toda potestad le es dada en el cielo y en la tierra” y que “está con nosotros siempre hasta el fin del mundo”. ¡A los que creen en Cristo, ni la muerte puede vencerlos!

Hermanos: Propongámonos entonces vivir a Cristo y llegar a ser una iglesia que evangelice sin temor. Proponte esta semana vivir a Cristo y hablar de Cristo con los que te rodean: con tu propia familia, con tus compañeros de la escuela, en tu trabajo, ante tus vecinos. Si lo haces, sin duda tu vida será utilizada con poder, porque será el Espíritu de Dios el que te guiará.

No tengas temor, ten confianza en tu Señor Jesucristo, para que seas instrumento vivo y poderoso en manos de Dios para anunciar el evangelio y así servirle y honrarle en verdad. Recordemos que al hacerlo no quedaremos sin recompensa, sino que, a su debido tiempo, recibiremos la corona de la vida , que dará Jesucristo a los que son fieles testigos de él. ¡Amén!

© Ivan Efrain Adame. Todos los derechos reservados.

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Ivan Efrain Adame
Autor

Ivan Efrain Adame

Pastor y profesor de teología de la iglesia presbiteriana de México. Licenciado y Maestro en teología. Candidato al Doctorado en teología. Diplomado en Lingüística Descriptiva y Empatía Cultural. Autor de diversos artículos y series sobre temas bíblicos, teológicos y pastorales. Casado, con dos hijos (varón y mujer).

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