¡Lo Que Tengo Te Doy!

Luis Alberto Coria

Lo Que Tengo Te Doy

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¡Lo Que Tengo Te Doy! | Predicas Cristianas

Tema: El Poder de la Sanidad y Restauración Espiritual

Introducción

Lo que tengo te doy, le dijo Pedro al hombre cojo que pedía limosna en la puerta del templo. No importa cómo ni dónde te encuentres, el Señor siempre te dice: ¡Lo que tengo te doy! Su poder de sanidad espiritual y restauración espiritual está disponible para todos los que le buscan con fe y perseverancia.

Leamos la Palabra de Dios en Hechos 3:1-10:

“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo…”

En este pasaje, vemos a un hombre que, desde su nacimiento, vivía con una discapacidad física que le impedía trabajar y sostenerse por sí mismo. Su única opción era pedir limosna a las puertas del templo. De la misma manera, antes de conocer a Jesús, nuestra “discapacidad” no era física, sino espiritual. El pecado nos alejaba de Dios, impidiéndonos experimentar la vida abundante que Cristo ofrece (Juan 10:10).

I. La Necesidad de Un Encuentro Personal con Jesús

El cojo de nacimiento dependía de otros para llegar a la puerta del templo:

“Era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa” (Hechos 3:2).

Sus familiares y amigos lo ayudaban a acercarse a la fuente de su bendición, aunque él no podía entrar por sí mismo. Así también, muchos de nosotros llegamos a los pies de Cristo gracias a la ayuda de otros: un amigo, un vecino, o incluso un desconocido que nos habló del amor de Dios. Sin embargo, llega un momento en que debemos tomar la decisión personal de buscar a Jesús.

El cojo estaba atento, esperando recibir algo, y esa actitud marcó la diferencia:

“Él les estuvo atento, esperando recibir algo de ellos” (Hechos 3:5).

De igual manera, debemos acercarnos a Dios con expectativa, confiando en que Él tiene el poder de transformar nuestra vida. No basta con asistir a la iglesia o escuchar sermones; es necesario tener un encuentro personal con Jesús y recibir lo que Él tiene para nosotros.

“Ponían cada día a la puerta del templo” (Hechos 3:2). Así como el cojo estaba en la puerta todos los días, nuestra necesidad de Dios es diaria. No podemos conformarnos con buscar Su presencia solo los domingos; debemos anhelar Su presencia cada día, porque sin Él, nuestra vida espiritual se marchita.

“Nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17). Cuando buscamos a Jesús, Él nos da más de lo que pedimos. No solo suple nuestras necesidades físicas y emocionales, sino que también nos sana espiritualmente, restaurando nuestra relación con el Padre.

Algunos creyentes, lamentablemente, permanecen a las puertas del templo, sin entrar en la plenitud de la comunión con Dios. Asisten a las reuniones, pero su corazón no está completamente entregado. Sin embargo, Jesús nos llama a cruzar la puerta, a tener una relación íntima y constante con Él.

Además, es fundamental entender que este llamado no es exclusivo para unos pocos, sino para todos los que anhelan una transformación genuina. Como dijo Jesús en Apocalipsis 3:20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Este pasaje nos recuerda que la iniciativa siempre viene de Jesús, pero depende de nosotros abrirle la puerta y permitirle transformar nuestra vida.

II. El Poder de Jesús Para Sanar y Restaurar

Pedro y Juan no tenían plata ni oro, pero tenían algo mucho más valioso: el poder de Jesús. Por eso, Pedro le dijo al cojo:

“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6).

Jesús tiene el poder de sanar no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra alma. Cuando nos acercamos a Él con fe, Él nos levanta de nuestra condición de pecado y nos da una nueva vida.

“Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2:14).

La obra de Jesús en la cruz nos libera del pecado y del temor a la muerte. Su resurrección es la garantía de nuestra vida eterna (Juan 3:16). Al recibir a Cristo, dejamos atrás nuestra “discapacidad” espiritual y comenzamos a caminar en libertad.

“Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos” (Hechos 3:7).

Cuando Jesús nos toma de la mano, nos da fuerza para avanzar. Ya no necesitamos que otros nos lleven, porque Él nos capacita para caminar por nosotros mismos. Este toque divino no solo restaura nuestra relación con Dios, sino que también transforma cada área de nuestra vida.

“Todo el pueblo le veía andar y alabar a Dios” (Hechos 3:9).

Así como todos vieron el cambio en el cojo, el mundo verá la transformación en nuestra vida cuando caminamos con Cristo. Nuestro testimonio será una evidencia viva del poder de Dios para sanar, restaurar y dar esperanza.

Además, esta transformación va más allá de lo físico y lo emocional; afecta nuestra manera de pensar, actuar y relacionarnos con los demás. Como dice Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Esta renovación de la mente es esencial para mantenernos firmes en la fe y resistir las mentiras del enemigo.

III. Levántate y Anda: El Llamado al Compromiso

Después de ser sanado, el cojo no se quedó sentado a las puertas del templo. La Biblia dice:

“Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3:8).

Este hombre no solo recibió sanidad física, sino también una transformación espiritual. Pasó de ser un mendigo dependiente a un adorador que caminaba con libertad. Este es el llamado que Jesús nos hace hoy: dejar atrás nuestra vida pasada y vivir para glorificar a Dios.

“Levántate y anda” no es solo una orden física, sino también un llamado espiritual. Dios quiere que nos levantemos de nuestra pasividad y comencemos a caminar en fe. No podemos seguir viviendo como antes; debemos avanzar hacia el propósito que Él tiene para nosotros.

La Biblia dice:

“El que está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Cuando Jesús nos transforma, ya no tenemos excusas para quedarnos sentados. Él nos ha dado dones y talentos para servir en Su obra. Es tiempo de dejar la pasividad y empezar a usar lo que Dios nos ha dado para bendecir a otros.

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

Así como el cojo fue visto por todos, nuestra vida debe reflejar la luz de Cristo. No podemos escondernos ni callar lo que Dios ha hecho en nosotros. Nuestro testimonio puede ser la herramienta que Dios use para traer a otros a Sus pies.

El Señor nos llama a un compromiso genuino y constante. No basta con recibir Su toque una vez; debemos caminar diariamente en obediencia y fe. La sanidad y la restauración espiritual son el punto de partida para una vida de servicio y testimonio.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).

Este compromiso también implica perseverar en medio de las dificultades. Jesús nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicciones, pero también nos aseguró que Él ha vencido al mundo (Juan 16:33). Por lo tanto, debemos confiar en Su poder y seguir adelante, incluso cuando enfrentamos pruebas y desafíos.

Conclusión

Tal vez has estado “sentado a la puerta del templo” durante mucho tiempo, esperando que alguien te ayude o que algo cambie en tu vida. Hoy, Jesús pasa frente a ti y te dice: “Lo que tengo te doy”. Él quiere sanarte, restaurarte y darte una vida nueva. Solo necesitas mirarlo con fe y recibir lo que Él tiene para ti.

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).

No te quedes más tiempo en la puerta. Levántate y anda. Entra en el templo, alaba a Dios y comienza a vivir la vida abundante que Él ha preparado para ti. Usa los dones que te ha dado para servirle y para ser testimonio de Su amor y poder.

“Levántate y anda” es más que una frase; es un llamado a vivir en libertad, en plenitud y en comunión con Dios. ¡No esperes más! Hoy es el día de tu sanidad y restauración.

© Luis Alberto Coria. Todos los derechos reservados.

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Luis Alberto Coria
Autor

Luis Alberto Coria

Pastor jubilado de la iglesia Nueva Jerusalén en provincia de Córdoba República Argentina.

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