Una respuesta consoladora | Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 7:18-35
Serie: Certidumbre en Tiempos de Incertidumbre Libro de Lucas
INTRODUCCIÓN
Quiero hacerles la siguiente pregunta, y ruego que la respondan con sinceridad en su corazón: ¿Alguna vez ha sido invadido por la incertidumbre sobre si todo lo que ha oído acerca de su fe es cierto? ¿Ha llegado algún momento en su vida en el que, después de años asistiendo a la iglesia y escuchando la Palabra de Dios, ha tenido pensamientos de abandonar y no seguir adelante?
Pues si eso le ha pasado, bienvenido al club de la duda de Juan el Bautista, porque este hombre, el más grande de los profetas, también tuvo su propia crisis de fe. Vamos a analizar el caso de este gigante de la fe. Juan está en prisión porque tuvo el valor de decirle al rey Herodes que había pecado al tomar para sí a la esposa de su hermano.
¿Cuál es la situación ahora? Que en los próximos meses Juan sería decapitado porque, después del baile de su hija que agradó al rey, le pidió la cabeza del profeta. Y fue mientras esperaba la sentencia que Juan se hizo la presente pregunta. Pero esta pregunta parece muy extraña.
Recordemos que Juan calificó a Cristo como el Cordero de Dios, y al bautizarle, seguramente escuchó la voz del cielo lo que el Padre dijo del Hijo, y cómo el Espíritu Santo descendió en forma de paloma sobre Jesús. Además, Juan habló de Cristo, quien bautizaría con fuego y separaría el trigo de la paja (Lucas 3:17).
Sin embargo, ahora, desde la cárcel, se estará preguntando: ¿Dónde estaba ese fuego? ¿Dónde estaba la ira de Dios? ¿Dónde estaba el Rey del amanecer de la era del reino? Acordemos que este era un hombre libre, pero ahora está preso.
Nadie está exento de caer en la duda; pero el Señor espera que acudamos a Él. Jesús nos auxilia en esos momentos de aciago. Jesús nunca deja a nadie viviendo en la incertidumbre, y con el caso de Juan, la respuesta dada ha sido una de las más grandes y consoladoras. Veamos por qué.
I. LA PREGUNTA QUE DA ORIGEN A LA INCERTIDUMBRE
a. “Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas” (vers. 18)
¿De cuáles “nuevas” le hablaron los discípulos a Juan? Era obvio que la fama de Jesús era notoria por todas partes, pero hubo dos últimos acontecimientos que eran auténticas pruebas del mesianismo de Jesús: la sanidad del esclavo del centurión y la resurrección del hijo de la viuda.
Ya tres discípulos de Juan (Andrés, Juan y Pedro) se habían unido a Cristo, y eran ampliamente testigos de los hechos poderosos de Jesús que lo confirmaban como el Mesías esperado, pero Juan todavía tenía otros discípulos, y algunos de ellos eran servidores para sus necesidades en la cárcel, y portavoces de los acontecimientos, puertas afuera, de su arresto en el palacio de Herodes.
Los discípulos de Juan formarían parte de aquellas multitudes que seguían a Jesús, y la prueba de dar a conocer a su maestro las noticias acerca de Jesús fue su testimonio de los hechos.
b. Los enviados por Juan con la presente pregunta (vers. 19-20)
Estos versículos están llenos de intriga. Juan oyó de algunos de sus discípulos las noticias de los milagros hechos por Jesús, pero esto, en lugar de producir tranquilidad en el “heraldo enviado”, produjo otra cosa. El mismo Juan había dicho de Jesús: “es necesario que él crezca, y que yo mengue“, sin embargo, Juan ha llegado a un momento de sentir una sensación distinta a la que ya había afirmado.
¿Por qué Juan envió a sus discípulos a hacerle esta sorprendente pregunta? ¿En verdad Juan dudaba que Jesús fuera el Mesías? Ante esta pregunta, algunos hablan de un “pesimismo escatológico” porque estaba en el ambiente que el Mesías establecería un reino de justicia y paz, pero al no darse, le asaltó la duda.
Otros hablan de una “desilusión mesiánica” porque Juan, como algunos otros, también espera que el Mesías fuera un líder que restauraría el reino de Israel. De esta manera, el encierro en la cárcel trajo una crisis emocional sobre si Jesús era realmente el Mesías. Y esto no debe extrañarnos. En la Biblia tenemos a hombres como Moisés deseando abandonar y morirse, lo mismo lo hizo Elías y Jeremías. Nadie está exento de ser asaltado por la duda e incertidumbre.
II. LAS PRUEBAS IRREFUTABLES PARA RESPONDER LA PREGUNTA
a. La prueba de los hechos para el reporte (vers. 21)
Observamos en este texto la manera cómo responde Jesús a la pregunta hecha por los enviados de Juan. Jesús pudo haber hablado de muchos de sus milagros anteriores, pero en lugar de eso, en esa misma hora y delante de sus ojos, Jesús hizo grandes cosas para aliviar la condición social de la gente. Y como para que los discípulos de Juan regresaran con un buen informe, el texto dice: “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (vers. 22).
En este informe de los hechos, Jesús revela las pruebas irrefutables por las cuales Él es el que “había de venir”, y nadie tenía que esperar por otro. Irónicamente Israel sigue esperando otro Mesías, porque para ellos Jesús no llenó las expectativas mesiánicas, porque ignoraron las profecías que hablaban del Mesías.
Pensemos un poco en el “reporte de los hechos” de Jesús para calmar la ansiedad de Juan y su pregunta indagatoria. Pensemos en cada milagro hecho. ¿Podía alguien superar esto? Pero note que, entre todas esas pruebas, el evangelio predicado a los pobres fue la más grande de todas.
b. La importancia de no decepcionarse por causa de Jesús (vers. 23)
Cuando leemos este texto, lo primero que viene a la mente es la pregunta: ¿cómo es que nosotros podemos hallar tropiezo en Cristo? Toda la gente sanada por Jesús descrita en el texto anterior fue bienaventurada, feliz por lo que Jesús hizo en sus vidas. Pero quienes le siguen con una fe vacilante, o se dejan invadir por el desánimo, o ven muy duras sus demandas para seguirle, Jesús se puede convertir en un tropiezo.
La palabra clave en esta respuesta de Jesús es “bienaventurados”. Esto habla de disfrutar de la vida en Cristo. Quienes no se ofenden o se decepcionan por causa de Él, es decir, por su mensaje y su ministerio, son dichosos o bienaventurados.
Con estas palabras, Jesús también está enfatizando que su ministerio no es lo que muchos esperaban. Una cosa es ver su poder en la vida de los hombres que comprueba su mesianismo, pero otra muy distinta son sus demandas. Nos gusta un evangelio sin pruebas, pero próspero. A veces preferimos la espada de Pedro, en lugar de la toalla del servicio de Jesús. Jesús usa el ejemplo de Juan para confiar en Él, en lugar de hallar tropiezo.
III. EL TESTIMONIO DADO PARA QUIEN HIZO LA PREGUNTA
a. El testimonio de Cristo delante de los hombres (vers. 24ª)
Llama la atención cómo Lucas nos introduce en la descripción de las distintas escenas donde Jesús se hizo presente con el propósito de revelarnos la grandeza de su carácter y la manera cómo Él traía una palabra de gracia, consuelo y reconocimiento, y eso es lo visto en esta frase.
También llama la atención que Jesús esperara la salida de los dos discípulos de Juan, quienes iban con el testimonio de lo visto, para hablar bien de aquel quien vino antes que Él, el llamado heraldo de Dios. ¿Cuál era la intención de Jesús al hablar públicamente de Juan y destacar sus inalcanzables características en un momento tan crucial como aquel?
Por un lado, fue como hacer justicia al hombre escogido por Dios, quien fue concebido seis meses antes de Él con la finalidad de dejar constancia de Juan como el último profeta del Antiguo Testamento a quien Malaquías 3:1-5 calificó como “mi mensajero”, y quien prepararía el camino por donde caminaría el Salvador. Y al decir estas palabras públicamente también era para ser oídas por los fariseos, quienes rechazaron a Juan (vers. 30); pero, sobre todo, estas palabras dichas en público fueron para alentar a su amigo y primo, antes de morir.
b. Las seis preguntas que demandan un veredicto (verss. 24-26)
La pregunta de Juan no produjo una reacción en Jesús, sino más bien fue la ocasión para hacer una especie de “himno de alabanza”, expresado en elogios por la figura de Juan. A la pregunta hecha, Jesús hizo seis más. Todas ellas tenían la intención de revelar la opinión verdadera que Jesús tenía de Juan.
La respuesta a cada pregunta hecha por Jesús es ¡no! Y entre todo lo afirmado en esas preguntas, la que dice “¿Qué saliste a ver?”, a mi manera de ver, es la más importante. Todo este elogio fue escuchado por aquella multitud, y esta es una manera de cómo Jesús trata con el desaliento.
Jesús tuvo diversas reacciones frente a las distintas preguntas formuladas, pero ninguna ha sido tan elevada, considerada, consoladora y llena de elogios como la dada a los dos discípulos de Juan. Jesús no se molestó con que Juan le enviara a hacer esa pregunta.
Obsérvese que su respuesta, en forma de pregunta, no fue similar a la que le dio a Felipe, cuando este lo increpó para que le mostrara al Padre. Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y aún no me has conocido, Felipe?” (Juan 14:9). ¿Ves la diferencia con la respuesta a la pregunta de Juan?
c. El más grande de los hombres nacido de mujer (vers. 28)
Ya lo dicho hasta aquí era maravilloso, pero Jesús tenía reservado el elogio mayor para describir al hombre preso en una de las más temibles cárceles romanas. ¿Por qué este testimonio fue tan grande? ¿Por qué Jesús va a hablar con estas palabras de tanto peso para un mortal como Juan?
Porque Jesús sabía que estaba en presencia de alguien que era más que un profeta, el hombre más valiente, el hombre más santo, y el hombre que unió los tiempos proféticos, porque él fue el último del Antiguo Testamento, y el primero del Nuevo Testamento. Estas palabras seguramente fueron dadas a conocer a Juan.
Ahora, imagíneselo en la cárcel esperando el juicio, y estando en aquellos momentos de dudas e incertidumbre, Juan debió escuchar el testimonio de Jesús como el Mesías verdadero. Por algún momento, la cárcel debió llenarse de la luz de la esperanza para el hombre que, si bien sabe no saldrá de allí porque su misión había concluido, el saber lo que Cristo opinaba de él, debió ser suficiente para esperar con resignación, pero seguro de haber representado bien a su Maestro.
CONCLUSIÓN
La duda no es pecado, pero la incredulidad sí lo es. La pregunta que Juan le llevó a Jesús a través de sus dos discípulos, si Jesús era el Mesías o si esperaban a otro, no fue reprochada por Cristo, sino que fue entendida y recibió una respuesta consoladora. La Biblia está llena de ejemplos de una fe dudosa. Sara dudó cuando se rió de la noticia de que tendría un hijo en su vejez.
Gedeón insistió en una señal de Dios de que él debía guiar al pueblo contra el enemigo. Tomás dudó de la resurrección de Cristo al pronunciar que debía ver y tocar a Jesús mismo antes de creer. ¡Dios no quiere cristianos estandarizados donde todos piensan igual, suenan igual y se ven iguales! Las preguntas significan que estás pensando. Luchar significa que estás buscando.
Dios honra el proceso de acudir a él con temores, dudas y preguntas. Nadie debe criticarte si tienes una fe acrítica, o sea, superficial. ¿Han oído hablar de aquella mujer que era conocida por su fe y su valentía de hablar de ella, pero un ateo ponía en duda sus palabras?
El asunto es que la señora se paraba en el porche de su casa y gritaba: “¡Alabado sea el Señor!”.
El ateo, cuando oía eso, se enojaba y le decía: “¡No hay Señor!”. La señora estaba pasando por tiempos difíciles y oró para que Dios le enviara alguna ayuda. Otro día, se paró en el porche y gritó: “¡Alabado sea el Señor! ¡Necesito comida! ¡Envíame algo de alimento!”.
A la mañana siguiente, la señora salió al porche y notó una gran bolsa de comestibles y gritó: “¡Alabado sea el Señor!”. El vecino ateo saltó de detrás de un arbusto y dijo: “¡Ajá! Te dije que no había Señor. Yo compré esos comestibles, no Dios”. La señora saltó arriba y abajo aplaudiendo y dijo: “¡Alabado sea el Señor! Él no sólo me envió alimentos, sino que hizo que el diablo pagara por ellos. ¡Alabado sea el Señor!”.
Aplicación:
James Montgomery Boice lo expresó de esta manera: “No necesariamente dudamos de que Dios es amor; solo que a veces dudamos de si Dios nos ama. ¿Cómo puedo creer que Él me ama cuando he perdido mi trabajo; cuando mi cónyuge me deja por otra persona; cuando me diagnostican una enfermedad incurable?”.
Pues en medio de mis dudas, cuestionamientos y si estoy deprimido o dolido, iré a Cristo como Juan, porque al final Él me consolará, no dejándome en mis dudas, y sé que hasta hablará bien de mí, como lo hizo con Juan, respondiendo mis dudas.
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Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA