Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Buscar al Señor en Medio del Desierto
Predica Cristiana Lectura Bíblica: “Oh Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán.”
Salmo 63:1-3
Introducción
Hermanos, ¿alguna vez han sentido como que están caminando por un desierto? No me refiero al desierto físico, sino a esos tiempos donde todo parece seco. Donde uno ora y no siente nada. Donde uno busca dirección, pero parece que la brújula se rompió. Tiempos donde el alma se siente como tierra agrietada, sin rastro de agua.
Puede ser que estés atravesando un momento así ahora mismo. Tal vez has estado buscando respuestas sobre tu salud, tu familia, tu matrimonio, o tus finanzas, y nada cambia. Has ido de médico en médico, de consejo en consejo, y aún no ves la salida. Y lo peor de todo es que, en medio de todo eso, te sientes lejos de Dios. Como si Él se hubiera alejado… aunque tú sabes que el que se alejó fuiste tú.
Y es que a veces nos pasa, ¿verdad? Seguimos con nuestras rutinas. Vamos a la iglesia, participamos, hasta servimos. Pero si somos honestos… algo se ha ido apagando por dentro. Ya no buscamos a Dios como antes. Ya no hay hambre. Ya no hay pasión. El alma se ha secado.
Ahora yo pregunto:
- ¿Qué estamos haciendo con nuestra sed espiritual?
- ¿Estamos buscando al Señor o simplemente estamos sobreviviendo el día?
- ¿Estamos buscando Su rostro o solo Su mano?
- ¿Nos levantamos con un deseo sincero de encontrarnos con Él, o solo cuando nos duele algo?
Aquí en el Salmo 63, David no está en su palacio ni rodeado de comodidades. Él está en el desierto. Literalmente. Pero más allá de su situación externa, este salmo revela algo poderoso: David seguía buscando a Dios, aun cuando el terreno que lo rodeaba estaba seco.
Esto es algo que nos debe hacer reflexionar. Porque buscar al Señor cuando todo va bien es fácil. Pero buscarlo cuando no sentimos nada… cuando el dolor o la confusión nos rodean… eso es otra cosa. Y eso es precisamente lo que vamos a estudiar hoy.
Contexto Histórico
Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia.
Este salmo fue escrito por David durante uno de los momentos más difíciles y dolorosos de su vida. No estaba huyendo de un enemigo cualquiera, sino de su propio hijo: Absalón. Su hijo había levantado una rebelión en su contra. Lo había traicionado, lo había humillado, y lo obligó a abandonar el trono y salir huyendo al desierto.
Esto es algo que queda bien reflejado en 2 Samuel 15:14 cuando leemos: “Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada.”
David ya había pasado por guerras, persecuciones, y muchas batallas. Pero esta… esta fue diferente. Esta fue personal. Dolorosa. Un hijo rebelde. Un pueblo confundido. Un rey sin trono. Un corazón quebrantado.
Y es en medio de ese dolor, de ese abandono, de esa soledad, que David escribió este salmo. Un salmo que no comienza con queja, ni con acusación, ni con lamento. Comienza con una declaración que debería sacudirnos el alma: “Oh Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré.”
David no esperó a que las cosas mejoraran para buscar al Señor. Lo buscó en el momento más oscuro, más seco, más difícil de su vida. Lo buscó de madrugada. Antes de cualquier otra cosa. Antes de comer. Antes de planear. Antes de que el desierto hablara, David buscó a Dios.
Y eso es lo que el Señor quiere enseñarnos hoy. El Señor quiere enseñarnos que aunque estemos rodeados de incertidumbre, de traición, de enfermedad, o de problemas, el alma que busca a Dios en el desierto será saciada por Su presencia.
Así que quiero que se hagan esta pregunta mientras avanzamos:
¿Estoy buscando al Señor como David lo hizo, o estoy esperando que las cosas se acomoden primero?
Vamos a comenzar ahora con el primer punto, y vamos a ver lo que realmente estaba sucediendo en el corazón de David cuando dijo: “De madrugada te buscaré.”
I. ¿Qué significa “De madrugada te buscaré”?
David no escribió estas palabras para que sonaran bonitas en un himno. Él estaba viviendo una crisis. Estaba en un desierto físico, pero también en un desierto emocional y espiritual. Y aun así, dijo: “De madrugada te buscaré.” Esto no fue casualidad. No fue algo superficial. Fue una declaración de intención profunda. Un grito del alma que sabe que sin Dios, no hay vida.
a. Buscar a Dios antes que cualquier otra cosa
La palabra “madrugada” aquí no debe verse solo como una hora del día. Aunque claramente implica un momento temprano, lo que David expresa va más allá de la hora. Él está diciendo: “Antes que cualquier otra cosa, Señor, yo te busco a ti.” Antes que el consejo humano. Antes que la estrategia. Antes que quejarme. Antes que hacer mis propios planes. A ti, Señor, te buscaré.
Esto es algo que el Señor mismo nos enseñó en Mateo 6:33 cuando nos dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Buscar al Señor primero no es solo un principio espiritual, es una necesidad vital. No se trata de legalismo ni de ritual, se trata de prioridad del corazón. Es decirle a Dios: “Tú eres primero, aunque todo lo demás se esté cayendo.”
Y si somos honestos, muchas veces hacemos lo contrario. Buscamos a Dios cuando ya no queda nada más que hacer. Después de probar con el médico, con el abogado, con el préstamo, con el psicólogo, entonces oramos. Pero David, en el desierto, sin recursos, sin ejército, sin consejo humano, dijo: “Te buscaré.”
La mañana representa el comienzo. Y comenzar el día sin Dios es como querer manejar sin dirección. ¿Cuántos días hemos arrancado sin buscar al Señor, sin oír Su voz, sin presentarle nuestras cargas?
Hermanos, el alma necesita empezar el día conectada al Creador. No hay nada más poderoso que una vida que busca al Señor desde temprano. Pero no por miedo, ni por tradición, sino por amor, por dependencia, por hambre de Su presencia.
Esto nos lleva a reflexionar…
- ¿Qué es lo primero que buscamos cuando abrimos los ojos cada mañana?
- ¿Es el celular?
- ¿Las noticias?
- ¿Las redes sociales?
- ¿Las preocupaciones?
¿O buscamos el rostro del Dios que puede darnos paz, dirección y fuerza para el día?
b. Una búsqueda con urgencia, no con flojera
David dijo: “De madrugada te buscaré.” La palabra “buscaré” en hebreo es שָׁחַר (shajar), que implica una búsqueda diligente, intencional, persistente. No es una búsqueda casual ni superficial. Es el tipo de búsqueda de alguien que no puede seguir sin encontrar lo que le falta.
Esto nos recuerda lo que el profeta Jeremías escribió en Lamentaciones 3:25: “Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.”
Buscar con urgencia no significa que corremos desesperados, sino que entendemos que no hay vida plena sin comunión con Él. El mundo en que vivimos nos ha enseñado a correr detrás de muchas cosas, pero pocas veces se nos enseña a correr hacia Dios.
Y si hay algo que debemos tener claro es esto: una vida sin oración es una vida sin dirección. Una vida sin Palabra es una vida sin fundamento. Y una vida sin búsqueda es una vida sin profundidad.
Muchos dicen: “Pastor, yo oro, pero no siento nada.” Y yo les digo: “¿Estás buscando al Señor con urgencia o con flojera?” Porque no es lo mismo repetir palabras vacías que buscarlo con el corazón.
En Jeremías 29:13 encontramos una promesa firme: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”
Aquí está la clave. No se trata de recitar oraciones largas, sino de venir ante Él con un corazón sincero, humilde, deseoso de Su presencia. No se trata de cantidad de palabras, sino de calidad de búsqueda.
Y esto también nos lleva a una pregunta personal…
- ¿Con qué intensidad estamos buscando al Señor?
- ¿Lo estamos buscando solo cuando hay crisis?
- ¿O es una prioridad diaria, como lo fue para David?
c. La búsqueda en tiempos de sequía produce frutos en lo secreto
David no estaba en una temporada cómoda. No tenía todo a su favor. Y sin embargo, su deseo era: “Ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario.” Esto nos muestra algo clave: David no buscaba a Dios por lo que podía recibir, sino por quien Dios es.
Hermanos, en los momentos más secos de la vida, el alma que busca a Dios recibe revelaciones que no se pueden experimentar en los días de abundancia. Dios se revela en el desierto de maneras que no se revela en el palacio.
Esto es algo que queda bien ilustrado en Oseas 2:14, cuando el Señor dijo: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.”
¡Mire eso! El desierto no es para destruirnos. Es para hablar a nuestro corazón. Es para reenfocarnos. Para limpiar los oídos. Para deshacernos del ruido del mundo y volver a escuchar la voz de Dios.
La búsqueda en el desierto transforma. David no salió del desierto con un ejército nuevo. Salió con una adoración renovada. No recibió primero la solución; recibió primero la presencia.
Muchos buscan milagros, pero no buscan al Dios de los milagros. Muchos buscan soluciones, pero no buscan comunión. Y esa es la diferencia entre una vida religiosa y una vida rendida.
Como dice Salmo 42:1-2: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo…”
¿Podemos decir eso nosotros? ¿Está nuestra alma clamando como ese ciervo?
¿O estamos distraídos, cómodos, esperando que Dios venga a nosotros, en vez de correr hacia Él?
Siguiendo esta misma línea, reflexionemos ahora sobre otro aspecto crucial del Salmo 63… ¿Qué quiso decir David cuando expresó: “Mi alma está apegada a ti” y por qué eso cambia toda la forma en que buscamos al Señor?
II. ¿Qué quiere decir “Mi alma está apegada a ti”?
En el versículo 8 de este salmo encontramos una expresión que resume el corazón completo de David durante este momento de sequía: “Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.” (vers.8)
Este no es un lenguaje simbólico ni romántico. Es un clamor que nace de lo profundo del alma de un hombre quebrantado. David no dice simplemente que ama a Dios. Él dice que su alma está “apegada” a Él.
La palabra hebrea para “apegada” aquí es דָּבַק (dabaq), que también se puede traducir como “pegada fuertemente,” “soldada,” “adherida como el hueso a la carne.” Este mismo término se usa en Génesis 2:24 cuando se nos habla del matrimonio: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer…”
Así que lo que David está diciendo aquí es: “Señor, estoy completamente unido a ti. Sin ti, me desarmo.”
a. Una dependencia total, no parcial
Cuando David dice que su alma está apegada al Señor, nos está hablando de una dependencia absoluta. No es una relación de conveniencia. No es buscar al Señor solo cuando lo necesitamos. Es vivir como si no pudiéramos respirar sin Él.
Esto nos recuerda lo que el Señor nos enseñó en Juan 15:5 cuando dijo: “Separados de mí, nada podéis hacer.”
Muchos dicen que aman a Dios, pero siguen viviendo como si pudieran hacerlo todo solos. Tomamos decisiones sin consultarlo. Corremos detrás de nuestros propios planes sin buscar dirección. Y después, cuando las cosas se complican, entonces sí queremos buscar al Señor.
Pero lo que David nos está enseñando aquí es que su alma estaba completamente atada a Dios. No se trataba de sentirlo o no. No se trataba de que las cosas fueran bien o mal. Se trataba de vivir con la certeza de que separado de Dios no tenía propósito ni dirección.
Buscar al Señor no debe ser un evento ocasional, sino un estilo de vida. Es decir: sin Su presencia, no funciono. Sin Su guía, no camino. Sin Su paz, no descanso.
Y esto nos lleva a preguntarnos con honestidad:
- ¿Está mi alma verdaderamente apegada al Señor?
- ¿O me he vuelto alguien que lo busca solo cuando lo necesita?
b. La fuerza espiritual viene cuando estamos bien pegados a Dios
David declara algo poderoso: “Tu diestra me ha sostenido.”
Esto no fue un acto de fuerza humana. Él no estaba sobreviviendo por su habilidad, ni por su astucia, ni por su experiencia. Estaba siendo sostenido por Dios. Y eso solo fue posible porque su alma estaba bien pegada al Señor.
Muchos quieren ser sostenidos por Dios, pero no quieren caminar con Él. Quieren Su mano, pero no quieren Su voluntad. Quieren el milagro, pero no la comunión. Pero el Señor no es una fuente de servicios. Él es el Dios viviente, el que desea relación antes que resultados.
Isaías 41:10 nos recuerda esto cuando dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
El que se apega al Señor no camina en sus fuerzas. Camina en la fuerza de Dios. Y eso cambia todo. Porque hay días en que uno no tiene fuerzas para seguir. Días en que el alma se cansa. Días en que uno no sabe ni cómo orar. Pero cuando estás pegado al Señor, Su diestra te sostiene.
Y eso nos da descanso. Porque no todo depende de mí. No tengo que cargarlo todo. No tengo que resolverlo todo. Si estoy bien unido a Él, Su fuerza me alcanza.
Por eso, buscar al Señor no es solo algo que hacemos por obediencia. Lo hacemos porque de Él viene nuestra fuerza. Y si hoy te sientes débil, cansado, agotado por la lucha, tal vez lo único que necesitas no es un nuevo plan, sino volver a apegar tu alma a Dios.
c. El alma que se apega a Dios no será sacudida por los vientos de la vida
David había perdido todo: su trono, su comodidad, su seguridad, y hasta la lealtad de su propio hijo. Pero hay algo que no había perdido: su conexión con Dios. Y eso fue lo que lo mantuvo firme.
Esto es algo que también aprendió el apóstol Pablo cuando dijo en 2 Corintios 4:8-9: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.”
¿Por qué? Porque como David, Pablo también estaba apegado al Señor. Él no dependía de sus circunstancias, sino de su conexión espiritual.
Y es que cuando nuestra alma está verdaderamente unida a Dios, los golpes de la vida no nos desconectan. Nos pueden sacudir, sí. Podemos llorar, claro. Pero no nos destruyen. Porque hay algo más fuerte que la tormenta: nuestra ancla en Dios.
Es como dice el Salmo 16:8: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.”
Hermanos, este tipo de confianza solo viene de una relación íntima, diaria, firme. Por eso no podemos permitir que los afanes, las distracciones, o incluso las bendiciones, nos alejen de buscar al Señor con constancia.
La vida cristiana no es solo una decisión de domingo. Es un compromiso diario. Un apego constante. Una comunión viva.
Si hoy sientes que los vientos de la vida te están golpeando, que el suelo se te mueve bajo los pies, vuelve a buscar al Señor y pega tu alma a Él. Porque cuando tu alma está apegada al Señor, nada te puede arrancar de Su mano.
Esto nos prepara para el tercer y último punto de nuestro estudio de hoy: ¿Qué enseñanza nos deja el Salmo 63 sobre cómo debemos buscar al Señor en cada etapa de nuestra vida, especialmente en los tiempos difíciles?
III. ¿Qué enseñanza nos deja el Salmo 63?
Después de leer y meditar en este salmo, no cabe duda de que buscar al Señor en medio del desierto nos transforma por dentro. Este salmo no es solo un registro emocional de David; es una hoja de ruta para todo aquel que se siente seco, desanimado, o distante de la presencia de Dios. Las palabras de David nos invitan a vivir una fe real, íntima y persistente.
a. Buscar al Señor cambia nuestro enfoque
Algo que salta a la vista en este salmo es que David no se enfoca en lo que ha perdido, sino en quién sigue teniendo: a Dios. No habla del trono que dejó atrás. No habla de la traición de su hijo. No se queja de su situación. Su mirada está fija en el Señor.
Esto es algo que queda bien reflejado en el versículo 2: “Para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario.”
David no está anhelando un palacio. Está anhelando la presencia del Señor. Y esa es una de las enseñanzas más grandes de este salmo: que cuando el alma verdaderamente ha conocido a Dios, todo lo demás pierde su brillo.
Muchos creen que la clave para salir del desierto es un cambio de circunstancia. Pero lo que David nos muestra es que la clave es un cambio de enfoque. En vez de enfocarse en la traición, se enfocó en la fidelidad de Dios. En vez de llorar por lo que perdió, decidió alabar por lo que aún tenía: una relación viva con el Dios Todopoderoso.
Filipenses 4:11-13 nos muestra un principio similar en las palabras del apóstol Pablo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación… Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
Buscar al Señor no siempre cambia lo que está a nuestro alrededor, pero sí transforma lo que hay dentro de nosotros. Y cuando el corazón cambia, todo lo demás se alinea con la voluntad de Dios.
Por eso, si estás en una temporada difícil, si te sientes perdido o vacío, no esperes a que cambien las cosas. Cambia tu enfoque. Empieza por buscar al Señor. Y verás cómo cambia tu manera de ver lo que estás viviendo.
b. Buscar al Señor reaviva nuestra adoración
Algo hermoso de este salmo es cómo, en medio del dolor, David sigue adorando. No está cantando porque todo esté bien. Está cantando porque su alma ha encontrado descanso en Dios.
En el versículo 3 leemos: “Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabaran.”
Esto es profundo. David está diciendo que la misericordia de Dios vale más que su vida misma. En otras palabras, su vida puede estar hecha pedazos, pero si aún tiene la misericordia de Dios, tiene todo lo que necesita para alabar.
La adoración genuina no nace en los momentos cómodos, sino en los momentos de quebranto. Es fácil cantar cuando todo va bien. Pero cuando estás en el desierto, sin respuestas, sin apoyo humano, y aun así decides levantar tus manos, esa adoración llega directo al corazón de Dios.
Salmo 34:1 nos recuerda esta verdad: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.”
David no estaba diciendo esto desde un lugar de comodidad. Lo decía desde el dolor, desde la cueva, desde el exilio. Y eso le da aún más peso. Buscar al Señor en medio del dolor produce una adoración que el cielo no ignora.
Y es que cuando uno verdaderamente busca al Señor, el alma se vuelve agradecida, aun sin tener todas las respuestas. Uno aprende a adorar no por lo que Dios da, sino por lo que Él es.
Hermanos, ¿estamos adorando solo cuando todo va bien? ¿O estamos aprendiendo a levantar nuestra voz en medio del desierto, como David lo hizo?
c. Buscar al Señor nos sostiene cuando todo lo demás falla
Finalmente, este salmo nos deja una enseñanza poderosa: Dios es suficiente. Cuando todo se derrumba, cuando los amigos se alejan, cuando la salud falla, cuando los planes cambian, buscar al Señor nos sostiene.
En el versículo 7 leemos: “Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.”
David no está diciendo esto porque ya salió del desierto. Lo está diciendo mientras aún está en él. Y eso nos muestra que cuando aprendemos a buscar al Señor de verdad, encontramos refugio, consuelo, y esperanza, aunque todo a nuestro alrededor siga igual.
Isaías 40:29-31 nos recuerda: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas… los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas.”
Buscar al Señor no es solo una disciplina espiritual. Es una fuente de vida. Es la medicina del alma. Es lo que nos mantiene firmes cuando el mundo se desmorona. Cuando la lógica ya no alcanza, cuando el ánimo se agota, el alma que busca al Señor encuentra descanso bajo Su sombra.
Por eso, este salmo no termina con una victoria visible. Termina con una victoria interna. Con un corazón fortalecido. Con un alma apegada a Dios. Con una fe que no depende de lo externo, sino de la presencia misma del Señor.
Y eso es lo que Dios quiere para nosotros. Que lo busquemos con todo el corazón. Que no esperemos a estar bien para adorarlo. Que no lo pongamos al final de la lista. Que lo pongamos primero, porque cuando aprendemos a buscar al Señor, encontramos todo lo que nuestra alma realmente necesita.
Conclusión
Hermanos, si algo nos ha dejado claro el Salmo 63, es que buscar al Señor no es una opción ocasional… es una necesidad urgente. Es lo que sostiene el alma en el desierto. Es lo que renueva las fuerzas cuando el cuerpo no da más. Es lo que nos devuelve el gozo cuando todo a nuestro alrededor parece oscuro.
David no escribió este salmo desde un palacio ni rodeado de comodidades. Lo escribió huyendo por su vida. Lo escribió sin saber si iba a ver otro amanecer. Lo escribió sin tener a su familia cerca, sin templo, sin rituales. Pero aún así, no dejó de buscar al Señor. Y en medio de esa búsqueda, encontró algo que ningún enemigo pudo arrebatarle: la presencia de Dios.
Hermanos, esto nos habla directamente hoy. Hay muchos entre nosotros que están atravesando un desierto. Desiertos de enfermedad. Desiertos familiares. Desiertos financieros. Desiertos emocionales. Desiertos de silencio. Pero lo que este salmo nos enseña es que el desierto no tiene la última palabra… si estamos dispuestos a buscar al Señor.
Él no nos ha dejado. Él no se ha escondido. Él está esperando… esperando que lo busquemos de todo corazón. Jeremías 29:13 nos lo dice con toda claridad: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”
Y ese es el llamado para hoy.
- Si te has sentido seco, frío, distante… regresa.
- Si has estado demasiado ocupado, distraído o herido… regresa.
- Si te has apoyado más en tus fuerzas que en Su presencia… regresa.
No importa cuán lejos te hayas sentido. No importa cuánto tiempo haya pasado. Hoy mismo, puedes buscar al Señor y encontrarlo.
Pero quiero que quede bien claro que la palabra clave aquí no es solo “buscar.” La palabra clave es “buscarlo de todo corazón.” No por costumbre. No por obligación. No por conveniencia. Sino con hambre. Con sed. Con sinceridad. Con pasión.
Él no rechaza al que viene quebrantado. Él no ignora al que clama con honestidad. Como nos dice el Salmo 34:18: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.”
Así que te invito a que hoy tomes una decisión clara: Haz de buscar al Señor tu prioridad diaria.
- Hazlo con tu tiempo. Hazlo con tus decisiones. Hazlo con tu familia.
- Hazlo por medio de la oración, de la lectura de Su Palabra, de tu adoración diaria.
- Y cuando lo hagas, como David, verás Su poder y Su gloria.
Dile al Señor hoy:
“Mi alma está apegada a ti. Mi búsqueda no es casual. Es urgente. Es sincera. Es lo más importante que tengo que hacer.”
Y si alguien hoy siente que su corazón se ha enfriado, que su pasión se ha apagado, no esperes más.
Hoy es el día de volver. Hoy es el día de buscar al Señor como nunca antes.
Y si lo haces, Él no te va a rechazar. Te va a recibir. Te va a restaurar. Y en Su presencia… encontrarás Todo lo que tu alma ha estado buscando.
© José R. Hernández. Todos los derechos reverdados.
Muy bueno eso es lo importante que busquemos a Dios 🙏🏼 de corazón y con toda nuestra alma