El poder transformador de admirar a Cristo | Predicas Cristianas
Introducción
Hace algunos años leí un trabajo sobre terapia emocional en el que la psicóloga española Mercedes Cobo compartía esta reflexión: “Dime lo que admiras en el otro y te diré lo que deseas para ti.”
Si aplicamos esta reflexión a nuestra vida espiritual, llego a la feliz conclusión de que nuestra admiración hacia Cristo revela entonces, nuestras aspiraciones espirituales más profundas, como el anhelo de vivir en santidad, humildad y amor. Además, de desear reflejar Su carácter tanto en nuestra manera de vivir como en nuestras interacciones con los demás. “El que dice que es amigo de Dios debe vivir como vivió Jesús.” (1Juan 2:6 TLA).
¿Alguna vez te has detenido a reflexionar sobre lo que admiras de Cristo? Apenas voy a resaltar tres aspectos de la vida y carácter de Jesús que admiro con todo mi corazón.
I. ADMIREMOS DE JESÚS SU COMPASIÓN

El Hijo de Dios vino a esta tierra en la persona de Jesús y murió en una cruz y se levantó de entre los muertos, porque tuvo compasión de la humanidad. Él no sólo sintió tristeza y dolor al ver al hombre sufriendo por su pecado, él vino a proveer solución al pecado. “Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5; cf. Juan 3:16; Romanos 5:8; 1 Pedro 2:24).
Jesús nos enseña que la compasión no se trata solo de sentir empatía o pena por alguien, sino que implica acciones concretas y desinteresadas para aliviar el sufrimiento y ayudar al prójimo.
Durante su ministerio público, el Señor, al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas porque las veía como ovejas que no tenían pastor (Mateo 9:36). También sanó a muchos enfermos y libertó a otros tantos de ataduras demoníacas, movido por su compasión hacia ellos (Mateo 14:14). Multiplicó los panes y los peces para alimentar a miles de personas, porque se compadeció de la necesidad de ellos (Mateo 15:32). Además, socorrió a una viuda que iba a enterrar a su único hijo, demostrando compasión hacia ella (Lucas 7:13).
En la parábola del buen samaritano, el Señor hace una representación poderosa de lo que es la verdadera compasión que se muestra en actos de bondad y consideración hacia las personas en cualquier tipo de dificultad o crisis.[1] (Lucas 10:25-37).
Jesucristo nos llama a seguir su ejemplo y a vivir con un corazón compasivo, dispuesto a actuar. Ser compasivos como Jesús significa estar atentos a las necesidades de los demás, actuar con empatía y extender gracia incluso en momentos difíciles.
Evitemos que la insensibilidad que prevalece en la sociedad actual endurezca nuestro corazón hasta convertirnos en personas egoístas. En cambio, admiremos la compasión de Cristo y aspiremos a reflejarla en nuestra vida, esforzándonos por ser tan compasivos como Él lo fue.
Busquemos oportunidades para ayudar a quienes nos rodean, ya sea con palabras de ánimo, apoyo emocional o ayuda práctica. Pequeños gestos pueden tener un gran impacto en la vida de las personas. Cuando servimos desinteresadamente a los demás, ya sea en la comunidad, en la iglesia o en el hogar, mostramos el amor de Cristo.
Has el bien aunque nadie mire. “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” (Proverbios 19:17).
La Biblia dice: “Finalmente, sean como una familia grande, feliz, compasiva, donde reine el amor fraternal. Sean cariñosos y humildes.” (1Pedro 3:8 NTBAD).
II. ADMIREMOS DE JESÚS SU AMOR INCONDICIONAL

En un mundo donde el amor muchas veces parece condicionado o superficial, los cristianos enfrentamos el desafío de vivir ese amor genuino que Cristo nos mostró.
Claro que es fácil amar a quienes nos aman o a quienes tienen afinidad con nosotros. Lo que no resulta sencillo es amar a quienes nos complican y hacen difícil la vida, a los que por delante son una cosa y por detrás son otra, a los que denigran nuestra persona, nuestra imagen e integridad, a quienes menosprecian a nuestra familia y el ministerio al que Dios nos ha llamado.
Pero Jesús nos modeló un estilo de amor desinteresado, y nos desafía a amar incluso a aquellos que nos lastiman o nos menosprecian: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.” (Lucas 6:27ss).
Me admira de Jesús que amó a Judas Iscariote el discípulo que lo traicionó. No dejó de amar a Pedro a pesar de que negó tres veces que lo conocía. Amó a sus discípulos a pesar de que le abandonaron en el huerto de Getsemaní. Él no solo extendió su amor a sus amigos y discípulos, sino también a quienes lo hirieron y lo condenaron, como muestra su oración por sus verdugos en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Pero aún más, Jesús nos amó a nosotros sin merecerlo. Dice la Biblia que “…Dios nos demostró la inmensidad de su amor enviando a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores.” (Romanos 5:8 NTBAD). ¿Cómo no voy a admirar el amor de Cristo y desear amar como Él me amó? Si yo lo amo a él, es porque Él me amó primero (1 Juan 4:19).
Amar como Jesús amó significa que debo amar a todas las personas con dignidad y respeto, porque son creación de Dios, aun cuando piensen diferente a mí. (1 Juan 2:9-10; 4:20-21). [2]
Amar como Jesús amó significa que debo perdonar, porque es imposible amar y orar por alguien a quien no haya podido perdonar (Efesios 4:32; Colosenses 3:13). Jesús nos llama a liberar a los demás y a nosotros mismos del peso del resentimiento, reflejando el amor transformador que sólo Él puede dar.
Amar como Jesús amó es la mayor evidencia de que hemos sido transformados por el amor de Cristo. Jesús dijo: “Les estoy dando un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ámense tal como yo los amé. Todo el mundo se va a dar cuenta de que ustedes son mis seguidores si se aman los unos a los otros.” (Juan 13:34-35 PDT).
III. ADMIREMOS DE JESÚS SU HUMILDAD

Durante su ministerio público, Jesús mostró la máxima expresión de un siervo humilde, cuando tomó una palangana con agua, se amarró una toalla a la cintura y lavó los pies a sus discípulos. (Juan 13:1-20). Su acción fue un vivo retrato de su auto humillación, que todos sus discípulos debemos imitar.
Jesús estaba consciente que uno de sus discípulos lo traicionaría, otro le negaría y los demás, excepto Juan, lo abandonarían por un tiempo. Pero en vez de resentirse o amargarse con sus discípulos, él fluyó con más amor que nunca por ellos.
Y si algo admiro de Jesús es que él enfrentó el peor desprecio y la más horrible deslealtad, con la mayor humildad y con el amor más sublime.
Este acto de Jesús fue un desafió abierto a la cultura de su tiempo, porque la humildad se despreciaba en el mundo antiguo, se tenía como una señal de debilidad.
Así que cuando seamos tentados a pensar sólo en nuestra dignidad, prestigio, derechos y méritos, con que el humanismo de hoy nos quiere infestar, admiremos al Hijo de Dios que, con una toalla a la cintura y una palangana con agua, se arrodilló para lavarles los pies a sus discípulos.[3]
Al lavar los pies de sus discípulos, no sólo enseñó una lección de servicio y amor, sino también que el verdadero liderazgo no se trata de exaltación personal, sino de servir a los demás con sinceridad y humildad. Jesús no temió perder su posición al lavar los pies de sus discípulos. Él estaba seguro de quién era y a que había venido a la tierra. (Marcos 10:45).
Si aspiramos a ser cristianos exitosos y alcanzar resultados positivos en nuestro servicio Dios y a Su iglesia, debemos practicar la humildad y la sencilles, siguiendo el ejemplo de Cristo. El propio Jesús nos retó a ser mansos y humildes como Él. (Mateo 11:29).
El apóstol Pablo enseñó en su carta a los filipenses que el Señor Jesucristo eligió, de manera voluntaria, humillarse en lugar de valerse de su poder divino para imponerse. Renunció a sus prerrogativas en gloria para servir y salvar a la humanidad, mostrando una humildad y una obediencia incomparables.
“Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales.” (Filipenses 2:6-8 NTV).
Yo admiro de Jesús su humildad, y deseo ser tan humilde como Jesús lo fue.
CONCLUSIONES
Es imposible pensar que la gente deje de admirar las virtudes de sus padres, abuelos o familiares, incluso de sus maestros o profesores, o de algunos de sus amigos o compañeros de estudio o trabajo.
Habrá gente que seguirá admirando a su equipo de béisbol favorito, pueden ser los YN o los Ray de Tampa. Que admiren al equipo de fútbol de Barcelona o el del Real Madrid.
Pero en la vida cristiana, admirar a Cristo no solo transforma nuestro interior, sino que también nos impulsa a seguir sus pasos con un corazón dispuesto a servir y un espíritu plenamente rendido a Él.
Pero lo que hoy quise reafirmar es que los discípulos de Cristo, los fieles seguidores de su evangelio, su admiración por Cristo y su obra redentora, debe superar todas las expectativas posibles. Es imposible ser un cristiano auténtico si no admiramos a Cristo. Que cada aspecto de su carácter nos inspire y desafíe a vivir una vida que refleja su ejemplo.
“Dime lo que admiras de Jesús y te diré lo que deseas para ti como cristiano”
Llamado a Salvación
Llamado a un mayor compromiso con Cristo y su evangelio
[1] Manser, M. H. (2012). Diccionario de temas bíblicos (G. Powell, Ed.). Software Bíblico Logos.
[2] https://www.gotquestions.org/Espanol/amar-como-Jesus.html
[3] Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 743). Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE.
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Iglesia Misionera, Tampa, FL