La pregunta que define nuestra fe

David N. Zamora

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La pregunta que define nuestra fe | Predicas Cristianas

Introducción

El concepto que tengamos de Cristo influye directamente en cómo nos acercamos a Dios, cómo confiamos en Él y cómo vivimos nuestra fe.

La manera en que concebimos a Cristo y Su Palabra influye en cada aspecto de nuestra vida: nuestras decisiones, nuestra confianza en Dios y la forma en que enfrentamos los desafíos.

Si vemos a Cristo solo como un maestro moral, nuestra relación con Dios podría ser distante o basada en principios éticos más que en una conexión personal. Pero si lo reconocemos como Salvador y Señor, nuestra dependencia de Él será total, confiando en Su amor, dirección y propósito para nuestra vida.

¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?

El ministerio público de Jesús en Galilea llegaba a su fin. El Señor ya había decidido ir a Jerusalén (Lucas 9:51) y sabía muy bien lo que le esperaba allí: morir en una cruz. Antes de emprender el camino, quería saber si alguien había descubierto de verdad quién era Él. [1] Por eso, les preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”

Jesús no buscaba conocer la opinión de la gente para someterse a ella y ganar seguidores. Al final, Él no vino a satisfacer las expectativas humanas, sino a cumplir los propósitos y la voluntad del Padre, quien lo envió para redimir a la humanidad. (Juan 6:38).

La intención de Jesús era que sus discípulos reflexionaran con mayor profundidad sobre Su identidad divina y comprendieran Su ministerio mesiánico ante las multitudes, [2] pues tendrían que enfrentar un futuro en el que su fe sería puesta a prueba severamente. [3]

Ante la pregunta de Jesús “¿Quién dice la gente que soy yo?”, los discípulos le hicieron un resumen de los resultados de la última encuesta de opinión pública. “Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros, que eres Elías o uno de los profetas de la antigüedad que ha resucitado.” (Lucas 9:19 NTBAD).

Qué pena que hubiera tanta gente confundida respecto a la identidad de Jesús. Por eso, Jesús lloró al ver la ciudad de Jerusalén desde lejos y dijo: “No te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte” (Lucas 19:44 RVC). Rechazaron la oportunidad que Dios les brindó al no querer reconocer que Él había sido enviado para salvarlos.

Me duele ver a tantas personas hoy, tanto fuera como dentro de las iglesias, que no alcanzan a comprender la verdadera identidad de Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Pero me anima saber que aún hay esperanza, porque el mensaje de Cristo sigue vivo y Su amor continúa llamando a cada corazón. Compartamos la verdad del evangelio con claridad, amor y paciencia, para que más personas puedan conocer y aceptar Su gracia.

Jesús no era Juan el Bautista resucitado, ni el profeta Elías, ni mucho menos uno de los antiguos profetas que habían resucitado. Él era y es el Mesías de Dios anunciado por los profetas. [4]

¡NO! Jesús no fue un personaje histórico repetido ni reencarnado, sino el cumplimiento de la promesa de Dios. Su vida, muerte y resurrección no solo superaron, sino que marcaron la diferencia frente a cualquier líder religioso del pasado.

Además, me impacta ver cómo, a pesar de los siglos transcurridos, el mensaje del evangelio de Jesús sigue transformando vidas hoy. No hay otro que pueda ocupar Su lugar.

Al revisar los evangelios, encontramos diversas opiniones negativas acerca de Jesús.

Mateo, Marcos y Lucas relatan el rechazo de Jesús en Nazaret, el lugar donde se había criado. La gente quedó boquiabierta ante Sus enseñanzas y milagros, sorprendida de que aquel Jesús, a quien habían visto crecer entre ellos, mostrara tal autoridad. Se preguntaban:

¿De dónde sacó este hombre todo esto? ¿Cómo pudo conseguir tanta sabiduría? ¿De dónde sacó el poder para hacer los milagros que hace? ¿No es este el carpintero hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas aquí también entre nosotros?” (Marcos 6:2-3 PDT). (cf. Mateo 13:55).

La gente de Nazaret despreció a Jesús porque no podían concebir que alguien a quien habían visto crecer como un simple artesano fuera el Mesías prometido. Subestimaron la verdadera identidad de Jesús. (Juan 7:24).

Aprendo que no es correcto juzgar a una persona por su entorno, apariencia, antecedentes ni familia, sino por su valía personal.

¿Cuál fue el resultado de esa actitud negativa hacia Cristo? Mateo comenta en su evangelio: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.” (Mateo 13:58).

Recordemos siempre que la incredulidad limita la obra de Dios en la vida de las personas. No porque Él carezca de poder, sino porque la fe es el canal por el cual experimentamos Su presencia y milagros.

También encontramos en los evangelios la terrible opinión que tenían de Jesús los principales sacerdotes, escribas, fariseos y ancianos.

Decían que Jesús era Belcebú (Mateo 10:25); que era un glotón y bebedor de vino (Mateo 11:18-19); que quebrantaba el día de reposo (Juan 5:18); que tenía espíritu inmundo (Marcos 3:30); que prohibía dar tributo a César (Lucas 23:2); que era un pecador (Juan 9:24) y que era un malhechor (Juan 18:30), entre otras opiniones negativas más.

Pero para los que hemos creído en Él, Jesucristo es el Hijo de Dios, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso. Superior a los ángeles y a Moisés, es el mediador del nuevo pacto, y Su sacrificio es perfecto y permanente. (Apocalipsis 1:5, 8).

¿Y VOSOTROS, QUIÉN DECÍS QUE SOY?

Ahora Jesús se vuelve a sus discípulos, y su pregunta va más allá de la opinión que tienen las multitudes acerca de Su persona y ministerio; ahora la pregunta es personal. “Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?” (NBLA).

Para Jesús era fundamental que sus discípulos—quienes serían Sus testigos, representantes y embajadores—tuvieran un concepto claro y correcto de quién era Él. Ellos debían descubrir no solo quién era Jesús, sino también lo que Su identidad significaba para ellos, para los judíos y para el mundo gentil.

Hubiera sido desconcertante que, después de pasar tres años y medio haciendo milagros y señales, mostrando su autoridad sobre los poderes demoníacos, la enfermedad y la naturaleza, y revelando las verdades del reino, los discípulos de Jesús no descubrieran ni comprendieran quién era Él realmente.

Es sorprendente que alguien que forme parte activa de una iglesia, sirva con entusiasmo y sea generoso en sus ofrendas, nunca llegue a conocer a Jesús de manera personal ni experimente una verdadera transformación en su vida espiritual. No nos conformemos solo con ‘hacer cosas para Jesús; asegurémonos de conocerlo de verdad.

La fe cristiana va más allá de hacer cosas para Dios o de conocer lo que otros creen u opinan sobre Jesús. Mi fe y compromiso con Él no pueden estar moldeados por el pensamiento popular. Es fundamental que yo sepa personalmente quién es Jesús y qué significa para mí.

Cuando Pablo escribe su segunda carta a Timoteo, le dice que Dios lo eligió para ser predicador, apóstol y maestro del evangelio. Por ser fiel a ese llamado, estaba sufriendo prisión, pero no se avergonzaba de ello.

“Porque yo sé en quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2Timoteo 1:12).

NO dice: “Yo sé lo que he creído”, sino: “Yo sé en quién he creído” (2 Timoteo 1:12).

Hoy hago un llamado a ir más allá de la repetición de fórmulas religiosas, y abracemos la fe genuina que transforma el corazón. Se trata de llegar a conocer, amar y seguir a Cristo, permitiendo que Su presencia moldee nuestra vida.

El Evangelio no consiste en recitar un credo, sino en conocer a una Persona: Jesucristo. [5]

Pablo estaba a punto de morir ejecutado por su fe en Cristo, pero él no duda del Dios en quien ha creído, en quien ha puesto su confianza.

La forma del verbo griego que se traduce he creído, se refiere a algo que comenzó en el pasado y que tiene resultados permanentes y continuos.[6]

Entonces es sumamente importante, y más en estos tiempos de tanta apostasía dentro de las iglesias, saber en quién hemos creído, para poder sobreponernos a cualquier adversidad, y enfrentar los retos que la vida nos impone.

Conocer a Jesús va más allá de aprobar un examen de cristología o saber qué dicen de Él las diferentes religiones del mundo y los diccionarios bíblicos. Cuando Jesús pregunta: “¿Quién soy YO para ti?”, no busca una respuesta basada en libros o doctrinas, sino en una fe genuina que nace de una experiencia real con Él. Jesús tiene que ser siempre nuestro descubrimiento personal.

La respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús, fue directa y contundente. “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). En otras palabras, tú eres el Mesías prometido en el Antiguo Testamento.

La respuesta de Pedro no era una opinión académica sobre la identidad de Jesús ni la repetición de algo que había escuchado de otros; era una confesión genuina de su fe personal, hecha posible por un corazón divinamente regenerado.

Jesús mismo lo confirma en Mateo 16:17, cuando le dice: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.”

CONCLUSIONES

Nunca pasemos por alto que Jesús no busca seguidores que solo conozcan Su nombre ni que simplemente repitan lo que otros dicen de Él, sino discípulos que vivan según Su enseñanza, reflejen Su carácter y sean testigos de Su poder transformador.

Nuestra religión no debe basarse en lo que diga la gente, sino en una experiencia de fe real que nos lleve a una relación viva con Cristo, una relación que transforme radicalmente nuestra vida y nos impulse a vivir el nuevo estilo de vida que Él imparte.

Si hoy Jesús nos preguntara: “¿Quién soy yo para ti?”, ¿qué responderíamos? Pero también es importante preguntarnos, ¿qué dice nuestra vida acerca de quién es Él para nosotros? 

[1] Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 319). Editorial CLIE.

[2] Osborne, G. R. (2020). Lucas: Versículo a versículo (Lucas 9:18–19). Editorial Tesoro Bíblico.

[3] Earle, R., Sanner, A. E., & Childers, C. L. (2010). Comentario Bíblico Beacon: Mateo hasta Lucas (Tomo 6) (p. 159). Casa Nazarena de Publicaciones.

[4] Osborne, G. R. (2020). Lucas: Versículo a versículo (Lc 9:18–19). Editorial Tesoro Bíblico.

[5] Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 319). Editorial CLIE.

[6] MacArthur, J. (1997). Biblia de Estudio MacArthur (2 Ti 1.12). Nashville, TN: Thomas Nelson.

© Pastor David N. Zamora. Todos los derechos reservados.

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David N. Zamora
Autor

David N. Zamora

Ministro Ordenado de las Asambleas de Dios y Pastor Principal de la Iglesia Misionera de Tampa. Con títulos en Teología y Biblia de EDISUB e ISUM. Casado con Raquel Gonzalez

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