La muerte Necesaria | Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 9:21-26; Mateo 16:21-28
Serie: Certidumbre en tiempos de Incertidumbre
INTRODUCCIÓN
Resulta intrigante la paradoja en las palabras de Jesús del vers. 21. Después de preguntar a sus discípulos sobre la opinión de la gente acerca de su identidad, y recibir una respuesta que revelaba un notable conocimiento sobre Él, Jesús les pide que mantengan silencio sobre su verdadera naturaleza. Esta “orden del silencio” es un tema que ha generado interés y debate. ¿Cuál era el propósito detrás de esta prohibición?
La respuesta se encuentra en el contexto de la anunciación de su muerte. Si Jesús hubiera permitido que la gente lo reconociera públicamente como el Mesías, habría generado una connotación política que podría haber llevado a un final prematuro de su ministerio (Juan 6:15). En ese momento, la expectativa popular era la de un mesías libertador que lideraría una revolución política.
Sin embargo, Jesús sabía que su misión era diferente. Anunció su muerte tres veces antes de que sucediera, lo que cambiaría radicalmente la percepción de la gente sobre el mesías esperado. La muerte de Jesús no sería la de un rey conquistador político, sino la de un mesías que moriría por los pecados de la humanidad.
En ese momento, Jesús se sometió a la humillación y no a la aclamación, enfrentando una muerte cruel y vergonzosa en la cruz. Sin embargo, con la resurrección, se abriría el camino para que todos pudieran proclamarlo públicamente como el Mesías hasta el fin de los tiempos. En ese contexto se nos presente el mensaje de hoy. Ahora, analicemos la trascendencia y la naturaleza de esta “muerte necesaria”.
I. AQUÍ TENEMOS UNA DECISIÓN INELUDIBLE
“…es necesario que el Hijo del Hombre padezca mucho…” (Lucas 9:22)
Esta declaración sugiere que Jesús, como “el Hijo del Hombre”, está destinado a sufrir. El término “Hijo del Hombre” es la forma preferida de Cristo para referirse a sí mismo, y Lucas lo utiliza frecuentemente para describir su naturaleza humana y divina. Será en esta condición, como ser humano pleno, que Jesús padecerá los horrores de una muerte cruenta y violenta en la cruz.
La decisión de Cristo de enfrentar la cruz no fue casual; formó parte de un plan divino establecido en la Trinidad antes de la creación del mundo (1 Pedro 1:20). La figura del “Cordero de Dios” sugiere un sufrimiento aún mayor. Los tres evangelios utilizan términos que describen la naturaleza de los padecimientos que precedieron a la cruz, como “padecer mucho” y “ser desechado por los principales sacerdotes y los escribas”.
Jesús enfrentó la furia y el odio de su propio pueblo, hasta escuchar el grito “¡crucifícale!”. Pero fueron los romanos quienes se encargaron de aplicar toda la crueldad de la cruz. ¿Por qué el Padre no escogió otra muerte para su Hijo?
La respuesta se encuentra en textos como Juan 15:13 y Gálatas 3:13, que revelan que la muerte de cruz fue la demostración suprema del amor de Dios. Jesucristo se comprometió plenamente con nuestra salvación, y este tipo de muerte fue su propia elección. Y en la agonía de la cruz rechazó el vinagre que aliviaba su sufrimiento para estar consciente hasta la hora cuando dijo: “Consumado es”. La suya fue una decisión ineludible.
II. AQUÍ TENEMOS UNA TENTACIÓN INESPERADA
“Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16:23).
Aunque desconocemos la reacción de los demás discípulos, la respuesta de Pedro ante el anuncio de la muerte de Jesús provocó una fuerte reacción en Él. Sin embargo, es importante no juzgar a Pedro con demasiada rapidez por su deseo de proteger a Cristo. ¿No haríamos nosotros lo mismo ante una amenaza a alguien muy amado? ¡Claro que sí!
Es en esos momentos de emoción intensa, cuando actuamos más por instinto que por el Espíritu, lo que puede ser aprovechado por el enemigo para obstaculizar la obra de Dios. Satanás ha utilizado esta estrategia desde la creación para interrumpir los planes de Dios. Un ejemplo claro es la tentación en el Edén donde Satanás cuestionó la palabra de Dios con la pregunta “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Génesis 3:1).
Esta táctica ha sido utilizada repetidamente para detener la obra de Dios. Cuando Jesús comenzó su ministerio, Satanás le presentó tres tentaciones para detener el plan de salvación para la humanidad (Lucas 4:1-9). Ahora, Satanás vuelve a aparecer, esta vez a través de un discípulo cercano como Pedro.
Sin embargo, Jesús demostró un espíritu de discernimiento excepcional al reconocer la influencia de Satanás en las palabras de Pedro. Apenas unos momentos antes, Pedro había confesado a Jesús como el Hijo del Dios viviente, pero ahora Jesús lo llama “Satanás”, “tropiezo” o “escándalo”, como si Pedro estuviera tendiéndole una trampa. Al final Satanás no pudo disuadir a Cristo de esa muerte, ni por esta intervención de Pedro. Era la voluntad del Padre esta muerte.
III. AQUÍ TENEMOS UNA DEMANDA CONDICIONADA
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Mateo. 16:24).
Cuando Jesús anunció su muerte, habló a sus discípulos de tres demandas condicionales que reflejaban la manera en que Él estaba concibiendo su propia muerte y cumpliendo la voluntad del Padre. ¿Qué significa esto? Negarse a sí mismo implica rechazar la imposición de nuestro yo para ser el centro de nuestra vida. La negación es el primer requisito que menciona Jesús.
Nadie puede seguir a Jesús si es egocéntrico, autodirigido y lleno de amor propio. Quien se niega a sí mismo tiene a Dios en el centro de su vida. Por otro lado, tomar nuestra propia cruz significa aceptar el sufrimiento y la muerte a todo lo que me impide seguirle. La cruz no es un símbolo de lujo o adorno, sino un instrumento de muerte y sufrimiento. Las cruces que muchos exhiben son limpias y agradables a la vista, y algunas son de oro, plata y hasta de diamante.
Sin embargo, la idea de tomar la cruz es morir a nuestro orgullo y vanagloria, y seguir a Jesús conlleva dificultades y sufrimiento. Los discípulos de Jesús no serían inmunes al sufrimiento. La tradición habla de que muchos de ellos murieron de manera violenta. En la actualidad, el evangelio a menudo se presenta de manera superficial, y no siempre nos negamos, ni tomamos la cruz y seguimos a Cristo. Jesús es el ejemplo perfecto de alguien que se negó a sí mismo, tomó su cruz y siguió al Padre.
IV. AQUÍ TENEMOS UNA PARADOJA SALVADORA
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).
Esta afirmación paradójica de Jesús desafía la tendencia natural de buscar salvar nuestra vida a toda costa. Los discípulos de Jesús, al igual que muchos de nosotros, desean preservar su vida y evitar el sufrimiento. Sin embargo, Jesús les enseña que la verdadera vida se encuentra en perderla por causa de Él y su evangelio.
Cuando nos enfocamos en salvar nuestra vida, pensando en nuestros propios planes, aspiraciones y logros, podemos perder de vista la vida eterna y los goces que provienen de seguir a Cristo. El egoísmo y la búsqueda de la felicidad temporal pueden llevarnos a perder la vida que realmente importa. Por otro lado, quien pierde su vida por causa de Jesús y su evangelio, la encontrará. Los discípulos de Jesús entendieron después que la muerte de su Maestro fue el medio para salvar a muchos.
En contraste, Judas, que buscó ganar su vida a través de sus propias aspiraciones, la perdió para siempre. Jesús enseña que aferrarse a la vida para nuestro propio placer y negarnos a someternos a Él puede llevarnos a perderla en última instancia. Sin embargo, quien pierde su vida por causa de Cristo, confiando en Él y sometiéndose a su señorío, la ganará en verdad. Como discípulos de Jesús, estamos llamados a perder nuestra vida por causa de Cristo, y al hacerlo, encontraremos la vida verdadera.
V. AQUÍ TENEMOS UNA PREGUNTA DESCONSOLADORA
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26).
Jesús anunció su muerte y habló de “ganancia y pérdida” para enseñar la importancia de una vida comprometida con Él y su obra. Lo que espera Jesús no son cuantos trofeos exhibiré al final de mi vida, sino cuántas marcas recibí por amar y seguir a Jesús. Con esta declaración, Cristo dirige nuestra atención al tiempo del fin y al juicio final, invitándonos a hacer una inversión sabia y buena en nuestra vida.
La idea de “ganancia” aquí es crucial. Solo un necio invertiría en algo que sabe que perderá mañana. Sin embargo, muchas personas pasan su vida invirtiendo en cosas que se perderán al morir. Son como el hombre que acumuló riquezas sin considerar que su alma sería reclamada esa misma noche (Lucas 12:20-22).
Quien vive para sí mismo al final estará perdido, y algunos estarán perdidos para toda la eternidad. Cristo nos insta a hacer una inversión buena y sabia. Quienes están en Cristo ganan al morir, no serán juzgados, sino absueltos en el día del juicio, y vivirán para siempre en la presencia de Dios. Entregar tu vida, tomar tu cruz y seguir a Jesús es la mejor inversión que puedes hacer, y es una inversión segura garantizada por Jesucristo. Esto es lo que Jesús quiso enseñar a sus discípulos cuando les anunció su “muerte necesaria”.
VI. AQUÍ TENEMOS LA PROMESA MÁS CONSOLADORA
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27).
Cuando el Hijo del Hombre regrese, ya no será para sufrir ni morir, sino para juzgar con gloria y poder. La profecía de Daniel 7:13-14 se cumplirá en su regreso, donde Jesucristo tendrá la gloria y el dominio eterno. Esta gloria ya le fue dada a Cristo en su resurrección y ascensión a la diestra del Padre. De esta manera, al hablar Jesús de su venida gloriosa mientras iba camino a la cruz, revelaba que su muerte sería el principio de su gloria.
Y cuando Cristo regrese, lo hará con sus ángeles y pagará a cada uno según sus obras, sean buenas o malas. ¡Qué día será aquel cuando tengamos que estar en su presencia para recibir galardones o castigo! Será un día de vergüenza para algunos, como lo dice Lucas 9:26.
¿Te recibirá el Hijo del Hombre en su glorioso reino cuando regrese, o se avergonzará de ti? Esta es una razón más para ser sabios, negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz cada día y seguirlo. La muerte de Cristo, además de ser para nuestra salvación, nos prepara para que Él nos reciba en su glorioso reino el día de su regreso. ¿Cómo te preparas tú para ese día glorioso?
CONCLUSIÓN
Jesús habló a sus discípulos sobre la necesidad de morir y seguirlo, incluso cuando Él mismo se sometió a la voluntad del Padre y aceptó la muerte en la cruz. Aunque Jesús pidió tres veces al Padre que le hiciera pasar aquella amarga copa, su compromiso con la salvación de la humanidad fue inquebrantable. En este contexto, Jesús llama a sus discípulos a seguirlo, pero no promete una vida fácil.
Al contrario, les dice que deben tomar su cruz cada día y seguirlo. Quien quiera seguirlo debe estar dispuesto a perder su vida por Él y encontrar la verdadera vida en Él. Jesús advierte que ganar el mundo entero no vale la pena si se pierde el alma. Quien se avergüence de Él, Él se avergonzará de esa persona. Seguir a Jesús requiere un compromiso total, sin condiciones ni reservas. Es una batalla que exige entrega y sacrificio.
¿Estás dispuesto a seguir a Jesús y pagar el precio? ¿O prefieres salvar tu vida y perderla? Eso hicieron estos discípulos según Lucas 9:57-62). A quién prefiere seguir, a Cristo o aquello que no quiere soltar.
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