La gloria anticipada

Julio Ruiz

La gloria anticipada

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La gloria anticipada | Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 9:27-36

Serie: Certidumbre en tiempos de Incertidumbre

INTRODUCCIÓN

En el mensaje anterior “La muerte necesaria” nos quedamos con la frase del versículo 27: “Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios”. ¿A qué se refiere esto? De acuerdo con varios comentaristas sería que algunos discípulos (en este caso, tres de ellos) estarían vivos hasta que se vislumbrara la plenitud del reino de Dios, una especie de anticipo de esa gloria venidera, en el evento conocido como la transfiguración.

Como Juan y Pedro fueron uno de los tres que vieron lo ocurrido en aquel monte, se refirieron a esa experiencia, y la escribieron después en sus libros. Juan dijo: “… (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Y Pedro también narró aquella escena, diciendo: “Pues cuando él recibió honor y gloria de Dios Padre, y fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia’, nosotros mismos oímos esta voz enviada desde el cielo, cuando estábamos con él en el monte santo” (2 Pedro 1:16-18).

¿Qué sucedió en aquel momento? Aquella experiencia estuvo rodeada de cosas asombrosas. La presencia de Moisés y Elías acompañando a Jesús en aquel momento. Los tres apóstoles durmiendo, y después al despertar encontrarse con semejante visión celestial.

Y para cerrar aquella experiencia del “monte santo”, se oyó la nítida voz del Padre hablando en medio de una nube, y con una luz radiante, como la gloria anticipada, dando el veredicto del cielo cuando dijo: “este es mi Hijo amado; a Él oíd”. En el texto anterior Jesús habló de su muerte, como necesaria para todos, ahora revela su gloria anticipada, ¿qué significa esto?

I. LA GLORIA VISTA EN SU ROSTRO TRANSFORMADO.

a. El rostro de Jesús brillando con luz propia (vers. 29).

Es importante destacar que Jesús subió al monte para orar, y fue durante este momento cuando se produjo la transfiguración. ¿Por qué sucedió esto después de anunciar su muerte? ¿Cuál era el propósito de esa gloria anticipada? La transfiguración de Jesús se refiere a un cambio en su apariencia física y forma. Mateo habla que su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz (Mateo 17:2).

Este evento ocurrió mientras Jesús estaba en oración, no durante su conversación con los discípulos. Esto nos lleva a reflexionar sobre nuestro propio “monte” espiritual, donde nos retiramos a orar y buscar la presencia de Dios. Pedro, Santiago y Juan fueron meros espectadores de este evento, testigos de una “metamorfosis” radical en la apariencia de Jesús.

La transfiguración fue una revelación de la gloria de Dios compartida con hombres débiles e imperfectos. Ellos experimentaron de manera anticipada la gloria de Dios, la “shekinah”, la que muy pocos hombres contemplaron en el Antiguo Testamento. La transfiguración es un recordatorio de que Dios es fiel a sus promesas y la experiencia de aquellos que se acercan a Él en oración y fe.

b. El rostro de Moisés brillando con una luz de afuera (Éxodo 34:29-35)

Muchos años antes de la transfiguración (1500), Moisés ascendió al monte Sinaí para encontrarse con Dios. Al estar allí y contemplar una porción de su gloria, cuando descendió del monte Sinaí, su rostro se volvió radiante. Brillaba con mucha intensidad y al encontrarse con Josué y Aarón ellos quedaron aterrados, pues su rostro había cambiado y ahora irradiaba una gloria celestial.

Al ver a Moisés de esta manera le pidieron que se cubriera el rostro con un velo porque cuando la gente se acercaba a él, la intensidad y el brillo de la gloria resplandeciente los aterraban. En ese episodio del Antiguo Testamento, la gloria refulgente que emanaba del rostro de Moisés era simplemente un reflejo. No era la gloria de Moisés, sino el reflejo de la gloria de Dios.

La diferencia de aquella experiencia con la de Jesús es que, la de Moisés no venía del interior, sino que rebotaba en él. La de Moisés era como la luz de la luna, no era propia, y la de Jesús si, como la gloria del sol. La gloria reflejada de Moisés era una gloria celestial, pero en el caso de Cristo, Él era la misma gloria del Padre.

II. LA GLORIA VISTA EN LOS ACOMPAÑANTES DEL CIELO

a. Los representantes más importantes del cielo en persona, (vers. 30)

Aquel día no pudo ser más especial. En un solo momento se unieron la historia pasada, la presente y la eternidad, siendo Jesucristo el centro de nuestra atención principal. Una de las revelaciones clave de este texto es ver a Moisés, quien al final de su carrera como mediador del Antiguo Testamento, y a través de quien los ángeles dieron la Ley para ser presentada al pueblo, no se le permitió entrar en la tierra prometida, sino solo verla desde lejos, porque Dios le quitó la vida antes de que pudiera entrar. Y aunque Moisés no pudo entrar en la tierra que fluía “leche y miel”, ahora, siglos después, entró en la auténtica tierra prometida.

Al encontrarse en el cielo con Elías, decidieron dejar temporalmente (tomarse unas vacaciones) de ese lugar al lado de la gloria del Padre y descender a contemplar la gloria del Hijo. Esto nos lleva a afirmar lo siguiente: toda la Escritura apunta a Cristo.

Esto explica por qué Moisés y Elías aparecen aquí representando la Ley y los Profetas. Tanto la ley como los profetas señalaban a Cristo, y a su futura obra, es decir, su muerte expiatoria por los pecados del hombre, cumpliendo así con el plan de Dios a través de la Ley y los Profetas.

b. Rodeamos de gloria la gloria del Padre, y ahora la gloria del Hijo, (vers. 31)

La palabra “partida” es literalmente la palabra griega “éxodo”. Es interesante que Moisés, quien dirigió el éxodo del pueblo de Dios desde Egipto, le hable a Cristo Jesús de su propio éxodo. Con esto, Moisés le recuerda a Jesús que, así como él liberó al pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto, Jesús librará al nuevo pueblo de Dios de la esclavitud del pecado.

Es notable que el Padre celestial no envió a un ángel para fortalecer a su Hijo en aquel momento, sino a dos hombres que habían pasado por experiencias terrenales distintas. Ellos tenían la autoridad para darle a Jesús palabras de consuelo y ánimo que serían más significativas que las de cualquier ángel asignado. Ahora Jesús, cuando estaba a punto de emprender el viaje a Jerusalén para ofrendar su cuerpo por el pecado, el Padre le envió a Moisés y a Elías como respuesta a su oración.

Aunque las Escrituras no especifican por qué oraba Jesús, dada su pasión y la intensidad de su oración en Getsemaní, podemos imaginar que aquella oración podría haber sido por la copa que el Padre había puesto delante de él. La presencia de estos dos varones fue consoladora para Jesús en los momentos previos a su muerte.

III. LA GLORIA VISTA POR UNOS TEMEROSOS DISCIPULOS

a. Durmiendo mientras Jesús oraba, (vers. 32b)

La parte previa de este versículo nos muestra a los discípulos durmiendo mientras su Maestro estaba orando, un patrón que se repetiría cuando Jesús estuvo en Getsemaní (Mateo 26:36-46). Y es en medio del sueño de estos hombres que Jesús se transfigura mientras ora, y los discípulos, medio dormidos, se despiertan ante una visión tan impresionante.

Es importante destacar que el sueño puede hacernos perder experiencias profundas y espirituales. Por otro lado, estar despiertos nos permite experimentar la gloria de Dios. Que el cansancio no nos impida disfrutar de esos momentos de gloria. Y como Pedro todavía estaba medio dormido le propuso a Jesús construir tres tiendas, una para Moisés, otra para Elías y otra para Jesús.

Estas tiendas eran como las enramadas que se hacían para la fiesta de los tabernáculos. En ese momento, Pedro se comportó como aquellos que hablan sin reflexionar, y antes de escuchar o entender una situación, ya están proponiendo algo. Pedro parece decir: “No quiero irme. Esta es una experiencia cumbre que jamás superaré. No me interesa ir a Jerusalén. No me interesa regresar a predicar. No me interesa hacer nada más que quedarme aquí y disfrutar de esta gloria”. ¿Acaso no pensamos lo mismo nosotros? ¿No resulta esto familiar?

b. Viendo a dos grandes hombres del Antiguo Testamento, (vers. 32b)

Observemos lo siguiente: estos tres apóstoles no conocían a Moisés y a Elías personalmente sino solo por referencias en los escritos sagrados. Sin embargo, apenas los vieron, supieron quiénes eran. Y al reconocerlos, se nos revela una de las verdades más extraordinarias para aquellos que, viviendo en la tierra, nos preguntamos si nos reconoceremos en el cielo.

Con esta visión celestial, oír a Moisés y a Elías hablar y acompañar a Jesús es una confirmación de que el cielo será el lugar donde nuestro conocimiento alcanzará su máximo nivel, permitiéndonos reconocer a todos aquellos de quienes hemos oído hablar en la tierra. Ver a estos hombres en un descenso del cielo es un anticipo de la gloria que nos espera.

Ellos ya disfrutan de esa gloria con el Padre, y a ese lugar nos dirigimos después de nuestro peregrinaje terrenal. La verdad de esta escena con estos dos varones de Dios nos muestra que el alma redimida vivirá con el Señor en el cielo, o vivirá en el infierno si no nos hemos arrepentido y rendido a Jesucristo como Señor de nuestras vidas. El cielo es real, y quienes están allí también son reales. Se imagina usted llegar al cielo y reconocer a todo el mundo.

IV. LA GLORIA VISTA CON LA APROBACIÓN DEL PADRE

a. Envueltos en la nube de la gloria de Dios, (vers. 34)

En las Escrituras, la presencia de Dios se indica frecuentemente mediante la mención de una nube (Éxodo 13:21; 2 Crónicas 5:14). En varios casos, como también aquí, la nube es brillante, blanca o luminosa. De cualquier manera, la presencia del Padre manifestada de esta forma era una comprobación de su amor por su Hijo y la aprobación de todo lo que Él había hecho hasta ese momento.

En cierto sentido, la presencia de Dios a través de esta nube era como una respuesta final a la pregunta que Jesús mismo había hecho: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Imaginemos la escena: si estos tres discípulos ya estaban despiertos y aterrados por lo que estaban viendo, ahora se encontraban envueltos en esa nube celestial.

Es importante destacar que la gloria de Dios, conocida como “Shekhiná”, no siempre permitía que los hombres estuvieran dentro de ella o cerca de ella. Sin embargo, el texto nos habla del descenso de esa nube con la presencia inigualable de Dios.

Mateo describe la nube como una “nube de luz”, mientras que Marcos habla de una “nube que les hizo sombra”. Lo cierto es que estos tres hombres vieron aquella gloria anticipada, quedando todos espantados ante semejante visión, pero no murieron al ver la gloria de Dios, que era la sentencia para quienes la vieran (Éxodo 33:20).

b. La voz de Dios dentro de la nube, (vers. 35)

Esta voz fue el cierre final de aquella estremecedora visión ocular. No solo Jesús se transfiguró, sino que también aparecieron Moisés y Elías hablando, y ahora el mismo Padre celestial aparece y llama a Jesús “mi Hijo amado”. Esta voz se oyó en tres ocasiones en el Nuevo Testamento: durante el bautismo (Mateo 3:16-17), en la transfiguración (Mateo 17:5-6) y antes de la muerte de Jesús (Juan 12:27-29).

En estos tres escenarios, el Padre califica a Jesús como el “Hijo amado”. Y si ya presencia de la gloria de Dios los había aterrorizado, imagínelos oyendo voz del Padre en ese momento. Fue como si se oyera decir: “¡Pedro, Santiago, Juan! ¿Saben quién es este? ¿Saben quién es este que acaba de mostrar su gloria ante sus ojos? Este es mi amado, mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!”.

Ya Moisés fue escuchado a través de la ley, y Elías a través de las profecías de los demás profetas. Pero ahora es tiempo de oír solo a Él. El texto nos dice que cuando cesó la voz, “Jesús fue hallado solo” (vers. 36). Sí, Jesús solo, porque la ley y los profetas ya cumplieron su propósito. Es a Jesús, y no a otra voz, a quien debemos escuchar.

CONCLUSIÓN

Esta asombrosa e inigualable escena comienza con algo que parecía rutinario para Jesús como fue la oración. Como ya Jesús había anunciado su muerte, fue la oración y la comunión con su Padre la que le sostuvo en aquellos momentos antes de encarar la fatídica cruz. Pero antes que esa experiencia viniera, aquí tenemos un anticipo de la gloria que nos espera.

Este hecho revelador nos muestra hacia dónde vamos al final de esta vida con Jesús. Lo que pasó en aquella montaña con aquellos tres discípulos, incluyendo la visión de Moisés y Elías, la transfiguración del rostro de Jesús, y la presencia de Dios en una nube y con su voz aprobando la obra de su Hijo, es el hecho más esperanzador de la vida más allá del sol, y lo que nos espera.

Después de aquella experiencia, los discípulos quedaron solos con Jesús, y así debe ser también nuestra experiencia. Pero al final de aquella conexión del cielo con la tierra anticipada, Jesús descendió con sus discípulos para seguir el trabajo. Pedro quiso quedarse en la montaña, como muchos de nosotros después de una experiencia espiritual. Pero hay que descender al valle, hay que seguir con la tarea. Ya tenemos el anticipo de Su gloria, ahora debemos dar a conocer Su gloria.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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Autor

Julio Ruiz

Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. Otros 9 años los dedicó a pastorear en Vancouver, Canadá y los últimos 9 años en Columbia Baptist Church en su ministerio hispano, donde estuvo hasta agosto del (2015). A partir de octubre del mismo año (2015) comenzó una nueva obra que llegó a constituirse en iglesia el 22 de mayo de 2016 bajo el nombre de Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en la ciudad de Burke, Virginia. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá. Además de haber sido presidente de la convención bautista venezolana en tres ocasiones, también fue profesor del seminario teológico bautista. El pastor Julio por espacio de unos 18 años publica sus sermones y artículos por estos medios. Es casado con Carmen Almera Ruiz y tiene tres hijas y una nieta: Laura, Oly, Sara e Isabella. Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251-6590.

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