Dios rompe el silencio

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Dios rompe el silencio | Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” Mateo 15:21-28

Introducción

Queridos hermanos y hermanas en la fe, y a todos los que nos acompañan en este espacio virtual, ¡que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con ustedes!

Hoy quiero que profundicemos en un tema que, en algún momento de nuestra vida, todos hemos experimentado: el silencio de Dios. Esos momentos en los que clamamos, oramos, buscamos, y parece que el cielo está enmudecido. Pero quiero asegurarles que, incluso en el más profundo silencio, Dios está obrando y preparando el camino para una manifestación gloriosa. Nuestro pasaje central lo encontramos en Mateo 15, un relato conmovedor que nos enseña sobre la persistencia, la humildad y la fe inquebrantable. 

I. El Clamor en el Silencio: La Mujer Cananea

Nuestro Señor Jesús, buscando un momento de descanso, se había retirado a la región de Tiro y Sidón, fuera de las fronteras de Israel, en territorio extranjero. Era un momento para reponer fuerzas, pero el llamado de la necesidad humana no conoce fronteras ni horarios de descanso.

De repente, una mujer cananea, una gentil, sale de aquella región y comienza a clamar a Jesús con una necesidad apremiante. Su hija estaba gravemente atormentada por un demonio, y con desesperación, ella le dice: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!”.

Aquí es donde comienza el silencio que nos confronta: “Pero Jesús no le respondió palabra”. ¡Qué duro es el silencio de Dios!. Es un silencio que puede generar dudas, desesperación y la sensación de abandono. Los discípulos, incómodos por los gritos de la mujer que los seguía, le rogaron a Jesús: “Despídela, pues da voces tras nosotros”.

La primera respuesta de Jesús parece confirmar ese silencio y una aparente exclusividad: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Imagine la mujer escuchando esto. Su necesidad es inmensa, su fe ya se está manifestando al acercarse a Jesús, pero la respuesta parece ser un “no”. 

Pero la mujer cananea no se rinde. Ella representa la persistencia. A pesar del silencio inicial y la aparente negativa, ella viene de nuevo y se postra ante Él, diciendo: “¡Señor, socórreme!”. Esta es la humildad que desarma toda resistencia. 

Luego, Jesús pronuncia una frase que, a primera vista, nos parece dura: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”. Esta metáfora del pan y los perrillos, aunque culturalmente contextualizada, era una forma de diferenciar a los hijos de Israel (los “hijos”) de los gentiles (los “perrillos”). 

Pero aquí es donde la fe de la mujer brilla con una luz asombrosa. Con una respuesta llena de humildad y una perspicacia espiritual increíble, ella dijo: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. ¡Qué respuesta! Ella no argumenta, no se ofende, no exige. Simplemente reconoce la verdad de lo que Jesús dice, pero amplía la perspectiva de la misericordia divina. Ella confía en la bondad de Dios, creyendo que incluso las “migajas” de su gracia son más que suficientes para su necesidad.

Y entonces, el silencio se rompe. La respuesta de Jesús es un estruendo de aprobación y amor: “¡Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres!”. Y en ese mismo instante, su hija fue sanada.

La lección aquí es profunda: a veces el silencio de Dios no es una ausencia, sino una prueba, un catalizador para que nuestra fe se manifieste con mayor intensidad. Ella tuvo que “salir de la región” de su estancamiento y su problema para acercarse a Jesús. Así también nosotros, para romper el estancamiento de nuestros problemas, debemos salir y buscar a Jesús con persistencia y humildad.

II. Rompiendo el Silencio: Ejemplos Bíblicos y Espirituales 

El silencio de Dios no es un fenómeno nuevo. Otros personajes bíblicos también lo experimentaron, y sus historias nos ofrecen valiosas lecciones y esperanza:

a. Abraham: La Espera de la Promesa

Abraham esperó 100 años por la promesa de un hijo. ¡Imagina ese tiempo de silencio y expectativa! Pero incluso en medio de esa espera, Dios le dijo que mirara al cielo, que enfocara su visión en las promesas divinas.

Luego, fue probado al extremo cuando Dios le mandó sacrificar a su hijo Isaac. Caminó tres días sin saber qué ocurriría, pero se armó de fe. Su historia nos enseña a confiar en las promesas de Dios y a mirar las cosas de arriba, incluso cuando el camino es incierto y el silencio ensordecedor.

b. Job: La Fidelidad en la Adversidad Extrema

Job, en un instante, lo perdió todo: sus hijos, sus posesiones, su salud. Su dolor era inmenso, y el silencio de Dios en su sufrimiento debió ser abrumador. Sin embargo, en medio de todo, esperó en su Redentor y, al final, fue restituido.

La historia de Job nos muestra que el enemigo quiere que fallemos a Dios cuando estamos en dolor y silencio. Pero si mantenemos nuestra integridad, Dios puede traernos una restauración aún mayor.

c. José: El Dolor del Abandono y la Soledad

José fue metido en una cisterna y, aunque pidió ayuda a sus hermanos, no fue socorrido. ¿Cuántas veces nos sentimos así, que nadie nos escucha? Pero la verdad es que, aunque los hombres nos fallen, Dios siempre nos escucha.

En medio del silencio y la prisión, José tuvo pruebas de integridad. Y, finalmente, el que estuvo solo y en silencio se convirtió en gobernador de Egipto. El silencio puede ser un tiempo de preparación y prueba para un propósito mayor que Dios tiene para nosotros.

III. Restauración después del Silencio: Un Capítulo Nuevo

Las Escrituras también nos ofrecen metáforas poderosas sobre cómo el silencio y la desolación pueden dar paso a la restauración:

El Devorador (Joel 1): El profeta Joel habla de una tierra arrasada por langostas. Las langostas impedían ver el cielo. De la misma manera, nuestros problemas pueden ser como esas langostas, que nos impiden ver las cosas de Dios, nublando nuestra perspectiva y sumergiéndonos en un “silencio” espiritual.

El Derramamiento del Espíritu (Joel 2): Pero la esperanza llega en Joel 2: “Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”. Esto es un “capítulo 2 para tu vida”. No importa cuán arrasado te sientas, Dios tiene un capítulo de restauración, de derramamiento de Su Espíritu, de nuevas visiones y sueños para ti. El silencio no es el final.

El Barbecho (Oseas 10:12): Oseas nos habla del “barbecho”: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia”.

El barbecho es un campo donde se quita y limpia todo para que la tierra recupere sus nutrientes. Es un tiempo de aparente inactividad, de silencio, pero es crucial para el crecimiento futuro. El enemigo, cuando vivimos un silencio, intenta plantar semillas de dudas, de que abandonemos. Este es el tiempo de buscar a Jehová, de limpiar nuestro corazón de esas malas hierbas y de permitir que Dios nos enseñe justicia.

IV. Cuando Dios Rompe el Gran Silencio

Hubo un período de 400 años de silencio entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Cuatro siglos sin palabra profética, sin revelación directa. Durante este tiempo, el idioma griego se extendió, el Imperio Romano desarrolló sus sistemas judiciales y caminos. Todo esto, sin que lo supieran, preparaba el camino para la llegada del Mesías. Hubo un despertar religioso.

¿Cómo se rompió ese gran silencio de Dios? ¡Hablando Él de nuevo!. El ángel Gabriel anunció a María que nacería el Mesías. La voz de Dios volvió a resonar en la historia de la humanidad.

Luego, Jesús murió. Y hubo tres días de silencio. Quizás estás viviendo un “sábado” en tu vida, un tiempo de incertidumbre donde no sabes qué va a pasar. Pero la buena noticia es que, ¡siempre llega el domingo! Jesús resucitó. Y con su resurrección, el silencio se rompió de nuevo.

La primera palabra que Jesús dijo después de resucitar fue a unas mujeres: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Dios te dice hoy: “¡Deja de llorar!”.

La segunda palabra fue a sus discípulos: “No temáis”. Dios te dice hoy: “¡No temas, Él lo tiene todo en sus manos!”.

V. La Primera Palabra de Dios: Luz en la Oscuridad

¿Cuál fue la primera palabra de Dios en la Biblia, en la creación? “¡Sea la luz!”.

Esta es la misma palabra que Dios quiere pronunciar en tu vida hoy. Él quiere disipar:

  • Tus oscuridades.
  • Tus dudas.
  • Tus temores.
  • Tus fracasos.

Conclusión

Amados hermanos, el silencio de Dios no es el final de la historia. Es, a menudo, un tiempo de preparación, de prueba de nuestra fe, de profundización en nuestra confianza. Como la mujer cananea, seamos persistentes, humildes y audaces en nuestra fe. Como Abraham, Job y José, mantengamos nuestra mirada en las promesas y nuestra integridad.

No importa cuán arrasado se sienta tu campo, Dios tiene un “capítulo 2” para ti. No importa cuánto tiempo hayas sentido el silencio, Dios está listo para hablar, para traer luz a tu oscuridad, para romper el estancamiento y traer sanidad y restauración.

Si hoy te encuentras en un “sábado” de incertidumbre, recuerda que el “domingo” de la resurrección está por llegar, y con él, la voz de Jesús que dice: “¡No temas, deja de llorar! Porque grande es tu fe, y se hará contigo como quieres.”

Confía en Su bondad, busca Su rostro, limpia tu corazón de las dudas, y verás cómo Dios, en Su tiempo perfecto, romperá el silencio y se manifestará poderosamente en tu vida.

¡Que Dios les bendiga! Amén.

© Jonathan Montoya Gabarres. Todos los derechos reservados.

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Jonathan Montoya Gabarres
Autor

Jonathan Montoya Gabarres

Soy pastor de la denominación Filadelfia, España. obrero de la iglesia evangélica Filadelfia de Avilés, Asturias

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