I. El Mundo.
No se refiere al globo terráqueo, no se refiere a la gente del mundo, más bien se refiere al sistema mundano de pensamiento, a la forma en que el mundo piensa acerca de los deseos, porque estos deseos privilegian la carne antes que los deseos de Dios. En lugar de dar rienda suelta a los deseos de la carne, debemos darle prioridad a la voluntad de Dios; ésta es una nueva forma de pensar.
II. Los ojos.
En lugar de seguir los deseos de los ojos, más bien deberíamos purificar nuestros ojos, santificar lo que podemos mirar y lo que no debemos mirar, la lámpara del cuerpo es el ojo, dice el Señor en la palabra.
III. La vanagloria de la vida.
A lo siguiente que debemos renunciar es a la vanagloria de la vida, es decir, el orgullo, la vanidad de la mente y del cuerpo, a sólo pensar en lo que me conviene y no hacer lo que conviene al Reino de Dios.
En conclusión
Necesitamos no amar el mundo porque el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.
Podemos ser santos, porque Él es Santo, Él nunca va a exigir a sus hijos algo que el mismo no está dispuesto a ser, pero porque Él es Santo, nosotros los cristianos podemos y debemos ser Santos.
Amén.
© Juan Carlos López Torres. todos los derechos reservados.