No dejando de congregarnos

Pastor José R. Hernández

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Mensaje Cristiano Discipulado Nº 12. Una iglesia expandida

No dejando de congregarnos

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Bosquejos Bíblicos

Prédica de Hoy: No dejando de congregarnos

Bosquejos Bíblicos Lectura Bíblica de Hoy: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Hebreos 10:24-25

Introducción

El Señor continuamente nos da ejemplo de su asistencia a la sinagoga o al templo. Porque quiere enseñarnos que es necesario para nuestro crecimiento espiritual que busquemos a Dios en el lugar de adoración.

En la iglesia nos llenaremos del gozo del que adora al verdadero Dios, y nos fortaleceremos para la lucha. En la iglesia encontraremos el consuelo de la oración. En la congregación estaremos adorando a Dios junto a los hermanos, para darnos cuenta de que somos un cuerpo y Cristo es la cabeza.

I. Jesús le dedicaba tiempo a la oración en el templo (Lucas 4:16)

a. El Señor, Dios hecho hombre, bajó a la tierra a salvarnos a nosotros los pecadores. Para mostrarnos el camino de la salvación, nos mostró el camino de la oración. Él asistía al templo todos los días de reposo, tal como nos dice el texto “conforme a su costumbre”.

b. Es decir que Cristo asistía al lugar de oración frecuentemente, para hablar con su Padre. Él no tenía necesidad de esto, porque siempre su Padre lo oía, en cualquier lugar que se encontrara (Juan 11:42).

Pero de esta forma nos indicó que es bueno para nuestro espíritu el asistir a la iglesia. No solamente es bueno, es necesario para nuestra condición humana que le destinemos a Dios un tiempo especial.

c. Todos estaban acostumbrados a ver a Jesús en los lugares de oración. Y no sólo eso, sino que además participaba activamente del culto. Vemos en el texto que Cristo se levantó a leer la Sagrada Escritura. A leer la voz de su Padre para los hombres, profetizando sobre Él mismo.

d. Nosotros debemos imitarlo y participar activamente de la iglesia Lo podemos hacer en los distintos ministerios. Algunos tendrán el don de la música para la alabanza, otros el don de gentes para recibir a los hermanos que se acercan por primera vez (Romanos 12:6-8).

Todos tenemos un rol que podemos desempeñar para el servicio a Dios y a los hermanos. Debemos buscarlo en nuestro interior y ponernos manos a la obra para la gloria de Dios, como dice el Salmo. (Salmo 100:4-5)

II. En la iglesia nos encontraremos con Jesús (Mateo 18:20)

a. Si buscamos a Dios, lo hallaremos (Mateo 7:8), porque Él quiere que nos acerquemos a Él. El Señor es un padre amoroso esperando por su hijo, atento a cada señal que le indique que estamos por visitarlo.

Tanto es su amor, que nos regala comunidades fervientes en muchos lugares, donde podemos orar junto a los hermanos por nuestro crecimiento en la fe.

b. En la iglesia encontraremos tanto gozo en el encuentro con Jesús, que pediremos estar siempre allí. “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (Salmo 27:4)

c. Estar todos los días de nuestra vida en el templo sería nuestro gozo, porque encontraríamos la paz necesaria para la oración. Como dice el texto, nos vamos a encontrar allí con Jesús, para contemplar su hermosura.

La hermosura no es física, es la hermosura del gozo que da el Espíritu Santo cuando estamos en amistad con Dios. Esto nos llenará de tal alegría que luego la podremos contagiar a los hermanos y así retroalimentarnos en el amor a Dios.

d. En la iglesia tendremos el clima y el recogimiento para poder inquirir al Señor. Inquirir significa buscar el conocimiento, sobre todo a partir de preguntas.

Preguntemos al Señor, Él nos dará las respuestas que buscamos. Muchas veces queremos resolver nuestros problemas y angustias, sin ponerlos primero a los pies de Dios. (Éxodo 25:22).

III. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza (1 Corintios 12:26-31)

a. Cuando vamos a la iglesia, y fuera de ella, debemos buscar la unión. Una unión en doble sentido, con la cabeza que es Cristo y con los hermanos que son el cuerpo.

Somos uno solo que está en oración ante Dios, cada uno con sus dones y con sus dolencias. Por esto, si un miembro está sufriendo sufre todo el cuerpo; y si otro está recibiendo consuelo, se derrama a los demás (vers. 26).

b. En la iglesia hallaremos esta unión, y a través de ella, recibiremos más dones que si los pedimos solitariamente. Porque las voces de los hermanos se unirán y serán un solo clamor hacia Dios, buscando su gracia.

Unos serán maestros, otros profetas, otros sanadores, pero todos miembros de un mismo cuerpo que está en oración (vers. 28). Si somos conscientes de esta realidad, no estaremos nunca solos y recibiremos el consuelo del Espíritu que se derrama sobre los que lo piden de corazón.

c. Al asistir a la iglesia, observaremos diversos dones en los hermanos (Romanos 12:5-9). Sin embargo, el apóstol Pablo nos advierte que si no tenemos amor, nada sirve.

Es por esto que la congregación no será una verdadera iglesia si no se practica el amor entre los hermanos. Alguno profetizará, otro sanará las dolencias del cuerpo, pero no se avanzará en el camino si no hay amor.

d. No podremos crecer espiritualmente si no nos entregamos a los demás con verdadero amor. Si lo que buscamos en la iglesia es sobresalirnos, entonces, no tenemos verdadero amor.

El amor es humilde, es paciente, no se enfada, no busca el mal (1 Corintios 13:4-8). Así debemos ser con los hermanos, y entonces estaremos encaminados hacia el encuentro profundo con la palabra de Dios que reforma nuestras vidas (Hebreos 4:12).

Conclusión

Los cristianos debemos imitar a Cristo (Efesios 5:1). Y Cristo nos mostró con Su ejemplo que para hablar con su Padre, asistía frecuentemente a los lugares de oración, ya sea la sinagoga o el Templo.

Del mismo modo tenemos que hacer nosotros, asistiendo a la iglesia para entrar en comunión con Dios, y nuestros hermanos en la fe (Hechos 2:42; 1 Corintios 1:9).

Que vayamos a la iglesia no es algo accesorio a nuestra vida espiritual. Al hacerlo, encontraremos allí el gozo que nos fortalecerá para la lucha diaria contra las tentaciones (Efesios 6:12). Y encontraremos también el tiempo para el arrepentimiento, pidiendo con humildad perdón al Dios de la misericordia.

La fuerza para nuestra vida espiritual debe brotar de la consciencia de que somos un solo cuerpo, y Cristo es nuestra cabeza (Colosenses 1:15-18).

Como un cuerpo con muchos miembros, tenemos que poner nuestros dones al servicio de los hermanos, y permanecer unidos a la cabeza que es Jesús. Así creceremos unidos hasta llegar al Reino, donde será el culto eterno al Dios Todopoderoso.

© José R. Hernandez. Todos los derechos reservados.

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José R. Hernández
Autor

Pastor José R. Hernández

José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

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