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Un toque de Su gloria

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Estudios Bíblicos Predica de Hoy: Un toque de Su gloria

Estudio Bíblico Texto Bíblico:Me levantó, pues el Espíritu y me tomó… Pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí”  (Ezequiel 3:14)

Introducción

La vida cristiana es una revelación progresiva, es decir, no pretendemos comprenderlo todo en un curso de uno, dos y tres puntos. Esto es una escuela en la que aprendemos todos los días. Así mismo la comunión con el Espíritu Santo es gradual. Aprendemos a conocerle mejor en la medida que saquemos tiempo para estar con él y cuidemos lo que somos y lo que hacemos.

Desconocer que podemos tener comunión con el Espíritu Santo nos puede llevar a cometer muchos errores en la vida. En mi caso, yo sentía la pasión y el fuego que me consumían. Pero no sabia como enfocarlo o encausarlo para mi provecho espiritual y ministerial.

Fue luego de muchos altibajos y un tanto frustrado por el ciclo repetitivo de bien – mal – mal – bien que me di cuenta de la realidad de su presencia como persona y no como una fuerza impersonal. Entender esto es de suma importancia. En mis libros “Secretos de su presencia” y “La unción y sus efectos”, expongo de forma más detallada sobre este caminar con el Espíritu Santo.

Él viene para restaurarnos.

Si hay un texto en la Biblia con el que yo pueda describir como era mi situación personal y espiritual cuando el Espíritu Santo comenzó a ser real para mí, sin duda alguna ese texto es el Salmo 22:15: “Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte”

Los tiestos son trozos de recipientes, vasijas quebradas de barro que se modelan luego de que se rompen para tratar de reutilizarse en fines diversos. Estas vasijas de arcillas de barro, precisamente por el material del que estaban hechas, no poseían demasiado valor en lo económico.

El salmista se vale de esta figura para hacer referencia a aquellos que son considerados como algo sin valor, como vasijas de barro sin mucha importancia, arrojados por ahí como tiestos, como algo común, ordinario, desestimado y que no sobresale. Ese era yo para cuando Dios en su misericordia me hizo volver a la realidad de su gracia y a la comunión con su Espíritu Santo. Pueda que esta sea también tu experiencia.

Cuando el Espíritu Santo empezó su trato en mí, levantó mi autoestima, trajo a mi vida el poder de la sangre de Cristo que limpia el alma y quitó la piedra oscura de la condenación que oprimía mis entrañas. El alivio que se experimenta es indescriptible cuando te sientes libre y perdonado de tus errores. Al igual que el buen samaritano, el Espíritu Santo “Vendó mis heridas, echándoles aceites y vino, me llevó al mesón y cuidó de mí” (Lucas 10:34, parafraseado). Por su palabra trajo a mi vida textos como los siguientes:

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé…” (Isaías 43:4) “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6) Y la estocada final lo logró con el siguiente texto:

“Bien que fuisteis echado entre los tiestos, seréis como alas de paloma, cubiertas de plata y sus plumas con amarillees de oro” (Salmo 68:13) Con esta escritura el Señor levantó mis ánimos alicaídos. Él me estaba asegurando su amor y su proceso restaurador de tiesto roto a “Paloma con alas de plata y plumas de oro”. En la Biblia la plata es símbolo de purificación:

“Como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces” (Salmo 12:6) Al requerir ser purificado, Dios así lo hizo. Igualmente el oro es símbolo de lo más apreciado, de valor y de importancia. Con esto me estaba asegurando que me transformaría y que me haría alguien de mucho valor para él. Y así ha sucedido, pues lo que un día comenzó continúa aún hoy. En razón de esto, puedo entender y comprender tus sentimientos de derrota, de impotencia y de fracaso.

Tal vez Satanás te ha susurrado al oído que no eres nadie, que no mereces estar donde estás y hacer lo que haces. Sí así es el caso, el Señor te dice hoy y ahora que aún él tiene un propósito contigo y que le resultas de mucha utilidad. Como sucedió con Juan Marcos y con tantos más, también puede suceder contigo. La última palabra sobre nuestro potencial para Dios la tiene él y nadie más. En este momento te puede resultar útil ir a tu cuarto y pedirle al Espíritu Santo que te revele su presencia y que te haga útil para el reino de Dios. De seguro él lo hará y “Levantará tu cabeza porque él es tu gloria y tu escudo” (Salmo 3:3-4).

Un toque de su gloria que cambia.

Tengo una gran pasión en mi vida: Seguir conociendo más y mejor al Espíritu Santo como persona. Yo no busco sólo su unción, sino su gloria. Verás, la unción es el poder manifiesto del Señor sobre nuestras vidas, en tanto que su gloria es su presencia que cambia y que transforma. La unció no cambia el corazón de los hombres, pero su gloria sí lo hace:

“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. (2ª Corintios 3:17-18, énfasis mío).

Unción y su gloria

La unción es indispensable para la realización del ministerio al que el Señor no haya llamado. La efectividad de dicho llamado dependerá en gran manera del toque de la unción de Dios que tengas sobre tu vida. Pero su gloria, es lo que nos ministra de forma individual, lo que nos llena, nos cambia. Su gloria es su rostro, su comunión e intimidad. Es cuando él comienza a revelarnos sus atributos, su esencia, su carácter, lo que es, lo que hace y lo que siente. Su gloria son sus aspectos más íntimos que él revela a aquellos que se apasionan en conocerle.

Su unción es su poder manifiesto para “Pudrir todo yugo” (Isaías 10:27), es su dedo y su mano que sana, libera y bendice (Lucas 9:1-2; 11:20). Para que su unción venga deberás ser lleno de su presencia; pero para que venga su gloria será necesario que aprendas a “morir a ti mismo” (Lucas 9:23; 1ª Corintios 15:31).

De hacerlo, descubrirás que la intimidad “desnuda” a la deidad. Mientras que con la unción ministramos a otros, su gloria nos ministra a nosotros. Cada toque y cada encuentro con él son para cambiarnos. Querrás ya no perder tu tiempo en simplezas y bagatelas, sino que desearás estar en plena comunión con el Espíritu Santo, meditando y aprendiendo de su Palabra la que te llevará a conocerle aún más.

Lo que él hará por ti.

Aún cuando éste mensaje está enfocado a la juventud, no por ello deja de serle útil a todos los cristianos de cualquier edad. El Espíritu Santo desea que tengamos comunión con él:

“¿O pensáis que la escritura dice en vano: el Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4:5).

El Espíritu Santo viene para llevarnos a una mayor comunión con el Padre y con el Hijo. Él nos revela la Palabra, nos alienta, nos imparte su unción y está presente en cada circunstancia de nuestras vidas; él es el más grande amigo que no nos abandonará.

Si de veras le anhelas y le buscas él provocará en tu vida lo siguiente:

Te sacará de errores intencionales y de omisión (Salmo 19:12)

Destronará tu soberbia y te llevará a ser humilde en tus actitudes (Salmo 19:13-14)

Producirá cambios evidentes en tu espíritu que tendrán connotaciones en tu conducta (2ª Corintios 3:17-18)

“Morirás” a tu yo, a tu orgullo y jactancia personal para dar paso a la humildad y a la sencillez de corazón (Números 12:3; Mateo 11:29)

Será tu mejor confidente y te revelará siempre la verdad (Juan 16:13-14)

Te hará revelaciones profundas tanto de su gloria y de su carácter como del propósito que tiene Dios contigo (1ª Corintios 2:6-12)

Hará arder en ti el fuego de su santidad y sentirás como si algo dentro de ti fuera una hoguera (Jeremías 20:9; 2ª Timoteo 1:6)

Te hará llevar fruto que permanezca (Juan 15:4-8)

Te investirá de un gran deseo por la oración (Romanos 8:26-27)

Ya no querrás saber nada del pecado (Romanos 6:6-14)

Despertará en ti una gran pasión por los que aún no han conocido a Jesús como Señor y salvador (Romanos 10:13-15; Ezequiel 3:18-21)

Te honrará con dones y ministerios para que le sirvas mejor (1ª Corintios 12:1-31; Efesios 4:11-12)

Te ungirá con aceite nuevo las veces que sean necesarias para que cumplas a cabalidad tu llamado (Salmo 92:10)

Te llevará a rechazar de plano todo lo que te pueda estorbar para ser santo (1ª Tesalonicense 5:23; 1ª Pedro 1:14-16)

Despertará en ti un gran amor sincero por el cuerpo de Cristo que te identificará como un verdadero discípulo (Juan 13:35; 1ª Tesalonicenses 3:11-13; 4:8-10)

Te convertirá en una persona honrada y trabajadora (1ª Tesalonicense 4:11-12)

Te hará a amar y a desear la pronta venida del Señor Jesucristo (2ª Timoteo 4:8; Apocalipsis 22:17)

Te hará deleitar en las Sagradas Escrituras, las que te revelarán la voluntad de Dios para ti (Salmo 119:18, 97-104)

El Espíritu Santo te revelará su esencia como persona (Job 42:5-6), haciéndote entender sus emociones (Efesios 4:30), su voluntad (1ª Corintios 12:11), lo que tiene en su mente (1ª Corintios 2:10-11), como él nos guía (Romanos 8:14), nos enseña – ¡Y que Buen Maestro es! – (Juan 16:30), intercede (Romanos 8:26), redarguye (Juan 16:8) y consuela (Juan 14:16-17).

En ocasiones, sentirás que hay “Alguien” junto a ti y será tan real que a veces irás a dar al piso derribado por su poder (Hechos 8:29, 39; Juan 18:4-6)

Te llevará a honrar al Padre y al Hijo con tus palabras y con tu conducta (Juan 16:13-15; 14:17; Mateo 12:34-37)

Hará de ti un poderoso testigo del Señor Jesucristo (Hechos 1:8; Mateo 10:16-20)

El secreto de la comunión.

Todo lo anterior es posible cuando empiezas a desear la comunión con el Espíritu Santo, lo buscas y esperas en su presencia. Tú orarás siempre al Padre en el nombre de Jesús y el Espíritu Santo será el encargado de poner las palabras en tu boca para que ores. Luego él se encargará de reportarte las bendiciones que el cielo haya dispuesto para ti.

Con el Espíritu Santo podrás dialogar, honrarlo, reírte, compartirle tus penas, tus alegrías, tus triunfos, tus derrotas (si es que las hay) y todas tus emociones. Háblale de ti, de esa chica o chico que te interesa, de tu esposa, de tu esposo, de tus hijos, de tu negocio, de tu trabajo, de tu ministerio, de tu empresa, de tus sueños y de todo cuanto desees compartirle. Él sabrá oírte y te guiará en cada paso que des y cada decisión que tomes. Nunca olvides que él siempre estará allí, esperando por encontrarse contigo. Vivirás en carne propia la experiencia que Isaías y cientos de cristianos en todos los tiempos también han vivido:

“Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde ni me volví atrás” (Isaías 50:4-5).

© Héctor Favio Ortega. Todos los derechos reservados.

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