ESTUDIOS BÍBLICOS
Estudios Bíblicos Prédica de Hoy: Discipulado Nº 37 – A la tercera hora
Estudio Biblico… Lectura Biblica: Mateo 20
Introducción
Dios Padre nos ha hecho un llamado sublime y es un llamado a servirle en su viña.
Pudiera ser que no seas un viejo en los caminos del Señor; que tan solo hace unos cuantos años que te convertiste al Señor. Pues para ti también hay un llamado; porque Él, el Padre de familia, dueño de la viña no sólo fue una vez, muy temprano en la mañana, a buscar jornaleros, sino que salió una segunda vez. Esta vez salió a la hora tercera, es decir a las 9:00 de la mañana.
EL PADRE SALIÓ A LA HORA TERCERA…
Verss. 3-4 “Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron”.
Se ha comparado a este grupo con el de Jesús y sus discípulos. Cristo fue crucificado a la hora tercera. Marcos 15:25. Y el pentecostés vino también a la hora tercera. Hechos 2:15. Ver: Mateo 28:19-20, Hechos 13:46.
Veo reflejado en este versículo a un Padre bueno que da segundas oportunidades. No sé por qué regresó a buscar más obreros. Tal vez vio que el trabajo era demasiado para los pocos trabajadores que había llevado, así que decidió volver a la plaza del pueblo para llevar más obreros a su viña.
Viendo gráficamente, como en una película, me imagino a uno de los obreros que estaba necesitado de un empleo porque su casa estaba escasa de comida. Así que ese día, se entretuvo con sus hijos, despidiéndoles, porque se iban al colegio, se entretuvo un poco, despidiéndose de su mujer y en el camino se detuvo varias veces a conversar un poco con los amigos. Cuando llegó a la plaza, ya el dueño de la viña se había llevado al primer grupo. ¿Y ahora, que pasaría con el y su familia?
Esto me hace pensar en la necesidad de ser puntuales a nuestras citas y a todo lo que represente responsabilidad; porque podemos perder muchas bendiciones.
¿Por qué debemos ser puntuales?
No siempre es fácil llegar a tiempo. A veces hay que viajar largas distancias. O quizás encontremos mucho tráfico o tengamos una agenda muy apretada. Con todo, la puntualidad es importante. En el campo laboral, generalmente se considera que las personas puntuales son confiables y trabajadoras.
En cambio, quienes llegan tarde pueden influir negativamente en el trabajo de los demás, así como en la calidad de los productos y servicios. En la escuela, los estudiantes impuntuales suelen perder clases, lo cual retrasa su aprendizaje. Y presentarse tarde a una cita médica o dental puede afectar la calidad del tratamiento que uno reciba.
Sin embargo, en algunos lugares la puntualidad no se ve como algo tan necesario, y esa mentalidad podría afectarnos. Si ese es nuestro caso, debemos desarrollar el deseo de cambiar. Algo que nos ayudará a lograrlo es comprender el valor de la puntualidad. ¿Por qué debemos cultivar esta cualidad?
Nuestro Padre Dios es Puntual.
La principal razón para ser puntual es que queremos imitar a nuestro Dios.
Efesios 5:1 “Andad como hijos de luz – Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros”.
Y él es un extraordinario ejemplo, pues nunca actúa tarde. Siempre respeta estrictamente el horario que ha establecido para cumplir sus propósitos. Por ejemplo, cuando decidió traer un diluvio para destruir a los malvados, le ordenó a Noé: “Haz para ti un arca de madera de árbol resinoso”. Y cuando se cumplió el plazo, le dijo que entrara en ella y le informó: “Dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho”. Y así sucedió, justo a tiempo: “A los siete días resultó que las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra” (Génesis 6:14;7:4, 10). Imagínese qué hubiera pasado si Noé y su familia no hubieran estado dentro del arca. Como vemos, tuvieron que ser puntuales, tal como el Dios al que servían.
Algo bonito nos enseña el pasaje que estamos analizando y es que, aunque lleguemos tarde; siempre habrá una segunda oportunidad para trabajar en su obra.
Y no solo salió a la hora tercera; sino que volvió a la hora sexta: 12 pm; a la hora novena: 3 pm; y por último, a la hora undécima: 5 pm, cuando solamente quedaba una hora de sol .
El hacendado contrató trabajadores para su viñedo por primera vez a las 6 a.m., y luego cada cierto tiempo durante el día. Finalmente contrató a algunos a las 5 p.m. para trabajar solo una hora. Este hombre, que obviamente representa a Dios, fue tanto justo como generoso.
Con el primer grupo de trabajadores fue justo, ya que aceptó pagarles un denario, el salario ordinario por un día de trabajo. Luego fue progresivamente más generoso con cada grupo de trabajadores contratados a lo largo de todo el día. El hacendado podría haberles pagado de acuerdo a cuánto trabajaron, pero eligió pagarles de acuerdo a sus necesidades, no según las horas trabajadas. Pagó según la gracia, no según la deuda.
La parábola se enfoca particularmente en aquellos obreros que fueron contratados en la undécima hora. Ellos fueron tratados con gran generosidad, recibiendo cada uno doce veces más de lo que ganaban por hora. ¿Por qué el hacendado contrató a estos obreros para la última hora del día? ¿Sería porque se necesitaba un empuje adicional para completar el trabajo?
Lo más probable es que, dado que Jesús no estaba dando una lección sobre agricultura judía, sino sobre el reino de los cielos, esos trabajadores de la undécima hora fueron contratados porque necesitaban recibir el salario de un día. En esos tiempos, los trabajadores vivían con lo justo día tras día. Es por eso que la Ley exigía que los propietarios de tierras pagaran a los hombres contratados al final de cada día (Deuteronomio 3:14-15).
Esa es la manera en que Dios nos trata. Una y otra vez, la Biblia describe a Dios como lleno de gracia y generosidad, y no nos bendice de acuerdo a lo que “merecemos”, sino de acuerdo con nuestras necesidades y, con frecuencia, incluso más allá de nuestras necesidades. Él ya nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en Cristo Jesús (Efesios 1:3), y promete suplir todas nuestras necesidades temporales, nuevamente en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
La verdad es que no podemos “ganarnos” nada de Dios separados de su gracia. Como dijo Jesús en otro pasaje, cuando hayamos hecho todo lo que se nos ha ordenado hacer, deberíamos decir: “Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho” (Lucas 17:10). Dios no está comprometido por nuestra causa, ni merecemos sus bendiciones. Más bien, todas las bendiciones nos llegan “en Cristo”, es decir, por su gracia.
Dios, sin embargo, no solo es generoso con su gracia; Él también es soberano al dispensarla. A menudo hablamos de “gracia soberana”. Y en cierto sentido, esa es una expresión redundante. La gracia, por definición, debe ser soberana. El dueño del viñedo lo expresó de esta manera: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío?”.
Muchos parecen preocuparse por la aparente injusticia del hacendado. Después de todo, parece injusto pagarles a los obreros que trabajaron solo una hora lo mismo que se les pagaba a aquellos que trabajaban doce horas completas, que habrían “soportado el peso y el calor abrasador del día”.
Pero los obreros de la undécima hora no creían que el hacendado fuera injusto; más bien, lo consideraron muy generoso. Si estamos preocupados por la aparente injusticia, es porque tendemos a identificarnos con los obreros que trabajaron doce horas. Y cuanto más comprometidos estemos con el discipulado serio, más fácil caemos en la trampa de envidiar a aquellos que disfrutan más que nosotros las bendiciones de Dios.
La verdad es que todos somos obreros de la undécima hora. Ninguno de nosotros puede decir que está cerca de cumplir el mandato de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, y mente.
Ninguno de nosotros puede decir que está cerca de amar al prójimo como a nosotros mismos (Mateo 8:31–39). Por lo tanto, aprendamos a estar agradecidos por todo lo que Dios, generosamente, nos da; y a no envidiar las bendiciones que Él, soberanamente, da a los demás.
© Moreiba Cabrera. Todos los derechos reservados.
Leer: Discipulado Nº 38.. La gracia