ESTUDIOS BÍBLICOS
Estudios Bíblicos Prédica de Hoy: Discipulado Nº 38.. La gracia
Estudio Biblico… Lectura Biblica: Mateo 20:8-16
Introducción
“Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9 Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.”
A simple vista, parece injusto que el dueño pague a todos los trabajadores por igual cuando no trabajaron la misma cantidad de horas. Pero lejos de verlo como una injusticia, Jesús nos hace ver que el dueño fue más que generoso…
Mateo 20:13-15 “El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?”
Es significativo que el dueño escogiera pagar primero a los últimos, y eso fue lo que creó controversia. Si hubiera pagado primero a los primeros, tal vez nadie se hubiera percatado, o se hubiera visto como algo generoso. Pero Jesús contó la historia en ese orden precisamente para provocar que saliera lo que está en el corazón. Así termina diciendo:
Mateo 20:16 “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
Jesús compara esta historia con la forma en que opera el Reino de los Cielos. Dios va a recompensar a cada uno según sus obras (Apocalipsis 22:12), pero la salvación no viene por obras sino por la gracia de Dios (Tito 3:4-7).
(Efesios 2:8-9) “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
También Pablo explica que Dios muestra su misericordia a quien quiere…
(Romanos 9:14-16) “¿Qué, pues, diremos: ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.“
¿No parece justo? Pues si de justicia se tratara, todos moriríamos porque todos hemos fallado (Eclesiastes 7:20; Rmanos 3:23; Isaías 53:6); pero en su gran compasión, Dios extiende su misericordia a quien Él quiere…y no podemos reclamarle sino sólo estar agradecidos (porque nadie lo merece).
La parábola de los viñadores nos da una clave que nunca podemos olvidar: todo es gracia. Gracia la llamada, gracia el incorporarnos a las labores y el trabajar en su viña, gracia el que sea a cualquier hora, al comienzo o cuando falta poco para el final, gracia lo que al fin de las labores nos entrega como jornal sea el tiempo que sea y fueren los que fueren los esfuerzos consumidos: Él siempre nos lo dará de balde, ya que “a jornal de gloria, no hay trabajo grande”. Porque Dios es bueno.
El principio operativo del reino de los cielos no es el mérito, sino la gracia.
La parábola de los obreros de la viña, sin embargo, nos enseña que no solo nuestra salvación, sino también nuestras vidas cristianas deben ser vividas con base en la gracia de Dios. Entonces, la parábola también nos enseña acerca de dos asombrosas cualidades de la gracia de Dios: su abundante generosidad y su soberanía al otorgarla.
La abundante generosidad de su gracia.
El hacendado contrató trabajadores para su viñedo por primera vez a las 6 a.m., y luego cada cierto tiempo durante el día. Finalmente contrató a algunos a las 5 p.m. para trabajar solo una hora. Este hombre, que obviamente representa a Dios, fue tanto justo como generoso. Con el primer grupo de trabajadores fue justo, ya que aceptó pagarles un denario, el salario ordinario por un día de trabajo.
Luego fue progresivamente más generoso con cada grupo de trabajadores contratados a lo largo de todo el día. El hacendado podría haberles pagado de acuerdo a cuánto trabajaron, pero eligió pagarles de acuerdo a sus necesidades, no según las horas trabajadas. Pagó según la gracia, no según la deuda.
La parábola se enfoca particularmente en aquellos obreros que fueron contratados en la undécima hora. Ellos fueron tratados con gran generosidad, recibiendo cada uno doce veces más de lo que ganaban por hora. ¿Por qué el hacendado contrató a estos obreros para la última hora del día? ¿Sería porque se necesitaba un empuje adicional para completar el trabajo?
Lo más probable es que, dado que Jesús no estaba dando una lección sobre agricultura judía, sino sobre el reino de los cielos, esos trabajadores de la undécima hora fueron contratados porque necesitaban recibir el salario de un día. En esos tiempos, los trabajadores vivían con lo justo día tras día. Es por eso que la Ley exigía que los propietarios de tierras pagaran a los hombres contratados al final de cada día (Deuteronomio 3:14-15).
Esa es la manera en que Dios nos trata. Una y otra vez, la Biblia describe a Dios como lleno de gracia y generosidad, y no nos bendice de acuerdo a lo que “merecemos”, sino de acuerdo con nuestras necesidades y, con frecuencia, incluso más allá de nuestras necesidades. Él ya nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en Cristo Jesús (Efesios 1:3), y promete suplir todas nuestras necesidades temporales, nuevamente en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
La verdad es que no podemos “ganarnos” nada de Dios separados de su gracia. Como dijo Jesús en otro pasaje, cuando hayamos hecho todo lo que se nos ha ordenado hacer, deberíamos decir: “Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho” Lucas 17:10. Dios no está comprometido por nuestra causa, ni merecemos sus bendiciones. Más bien, todas las bendiciones nos llegan “en Cristo”, es decir, por su gracia.
Dios, sin embargo, no solo es generoso con su gracia; Él también es soberano al otorgarla. A menudo hablamos de “gracia soberana”. Y en cierto sentido, esa es una expresión redundante. La gracia, por definición, debe ser soberana. El dueño del viñedo lo expresó de esta manera: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío?”.
Muchos parecen preocuparse por la aparente injusticia del hacendado. Después de todo, parece injusto pagarles a los obreros que trabajaron solo una hora lo mismo que se les pagaba a aquellos que trabajaban doce horas completas, que habrían “soportado el peso y el calor abrasador del día”. Pero los obreros de la undécima hora no creían que el hacendado fuera injusto; más bien, lo consideraron muy generoso.
Si estamos preocupados por la aparente injusticia, es porque tendemos a identificarnos con los obreros que trabajaron doce horas. Y cuanto más comprometidos estemos con el discipulado serio, más fácil caemos en la trampa de envidiar a aquellos que disfrutan más que nosotros las bendiciones de Dios.
La verdad es que todos somos obreros de la undécima hora. Ninguno de nosotros puede decir que está cerca de cumplir el mandato de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, y mente. Ninguno de nosotros puede decir que está cerca de amar al prójimo como a nosotros mismos. Mateo 8:31-39. Por lo tanto, aprendamos a estar agradecidos por todo lo que Dios, generosamente, nos da; y a no envidiar las bendiciones que Él, soberanamente, da a los demás.
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