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El sacerdocio de la Iglesia católica

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Estudios Bíblicos Predica de Hoy: El sacerdocio de la Iglesia católica

Estudios Bíblicos Palabra de Dios de Hoy: 

Estudios Bíblicos Tema: ¿Qué dice la Biblia sobre el sacerdocio de la Iglesia Católica?

Introducción

En nuestros estudios bíblicos, hablaremos hoy sobre el sacerdocio de la iglesia católica. Los sacerdotes, padres, o curas como otros los conocen, ejercen un liderazgo en sus debidas iglesias asignadas. Básicamente, ellos ejercen un rol primordial en el liderazgo de la iglesia católica.

Esta doctrina está muy ligada a muchos otros errores de la iglesia católica. Tales como la misa, la extremaunción (unción a los enfermos), la penitencia, la vestimenta sacerdotal, etc. Esta doctrina compone un lugar esencial en la doctrina de los romanistas. Así que, en nuestros estudios bíblicos sobre el catolicismo romano, es necesario que estudiemos el sacerdocio.

I. ¿Qué cree la iglesia católica sobre el sacerdocio?

La iglesia católica cree que el sacerdocio está vigente aún. Según ellos, Cristo ha dado vigencia a un nuevo sacerdocio para honra de su nombre. Esto lo hice desde que fue ordenado Sumo Sacerdote, según el Orden de Melquisedec. Así lo dice el concilio de Trento:

“Al mismo tiempo que se declaró sacerdote según el orden de Melquisedec, constituido para toda la eternidad, ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y vino, y lo dio a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del nuevo Testamento, para que lo recibiesen bajo los signos de aquellas mismas cosas, mandándoles, e igualmente a sus sucesores en el sacerdocio, que lo ofreciesen, por estas palabras: Haced esto en memoria mía”. [1]

Desglosemos un poco mejor las afirmaciones del concilio.

Según ellos, cuando Cristo ascendió al cielo como sacerdote para interceder por nosotros, dejó este sacerdocio a los apóstoles. Y los apóstoles a su vez dejaron a otros sacerdotes como sus sucesores.

Las tareas de los sacerdotes son diversas. Como los sacerdotes del Antiguo Testamento, ellos ofrecen el sacrificio de la misa. Ellos son el liderazgo de la iglesia. los sacerdotes sanan a los muertos, como hacía Jesucristo.

Los sacerdotes católicos perdonan pecados (por eso se les deben ser confesados), e interceden por los hombres delante de Dios. Y, además, están consagrados a Dios, y por eso, deben llevar tales vestimentas.

Ellos ejercen un sacerdocio renovado, pero no según el orden de Aarón, sino según el Orden de Melquisedec. Esto significa que, aunque este nuevo sacerdocio es parecido al del Antiguo Testamento, su base principal se encuentra en Cristo.

II. ¿Por qué creen esto?

Hay varias razones por la cual ellos sostienen esta creencia. La primera de ellas es que, sin el sacerdocio, Cristo no puede llevar a cabo su plan en la tierra. La desaparición de algún sacerdocio humano equivale para ellos el fin de la intercesión por el ser humano.

Por otro lado, esto también tiene relación con la misa. En la percepción romanista, la misa es un verdadero sacrificio de Cristo. En el Antiguo Testamento quienes hacían los sacrificios eran los sacerdotes. Por eso, la misa la administran los sacerdotes, porque son sacerdotes, y la misa es un sacrificio porque es impartida por sacerdotes.

Además, esto también tiene otras relaciones con el sacerdocio del Antiguo Testamento, pero especialmente con el de Cristo. La tarea de los sacerdotes era sanar a los enfermos, y esto fue lo que hizo Cristo. Jesús sanaba a los enfermos, y, además, tenía la capacidad de impartir el Espíritu Santo. Los sacerdotes también tienen ese poder.

Interpretación de la palabra de Dios

La iglesia católica interpreta Santiago 5:14 como una forma en que el sacerdote puede quitar enfermedades, y otorgar el Espíritu Santo, según lo dice el Concilio de Trento.

Sumado esto, al igual que Cristo, el Sumo Sacerdote, ellos creen que estas personas tienen el poder para perdonar pecados. Según ellos, Juan 20:23 describe una delegación a los apóstoles, del poder de Cristo para perdonar pecados. Un poder que se recibe al ser ordenado en la sucesión apostólica. Es por eso que las personas deben confesarse con el cura.

III. Hoy no existen sacerdotes como los del Antiguo Testamento.

Ahora, comencemos a ver lo que dice la Escritura con respecto a este tema. Lo primero que debemos afirmar es que el sacerdocio tal como fue instituido en el Antiguo Testamento, ya no está vigente hoy día.

La primera razón que da la Escritura es que el sacerdocio de Cristo es único y perfecto. Según el autor de Hebreos, el sacerdocio antiguo requería sucesión porque la muerte no permitía que continuaran con su servicio (Hebreos 7:23). La sucesión y multitud de sacerdotes se debía más a la debilidad de los sacerdotes, que a la necesidad de un sacerdocio humano continuo.

En este sentido, el sacerdocio de Cristo es opuesto. Porque Cristo es un sacerdote que no puede morir, sino que vive eternamente, y eternamente intercederá por su pueblo (vers. 24).

De hecho, esto es lo que significa ser sacerdote según el Orden de Melquisedec. La iglesia católica romana entiende que esta es la institución de un nuevo tipo de sacerdocio terrenal. Pero es todo lo contrario. Es la abolición del sacerdocio terrenal tal y como era conocido en el Antiguo Testamento. Es la institución de un sacerdocio celestial, universal y único de Cristo.

Melquisedec fue un hombre que tenía ascendencia. No se sabía de dónde provenía, y no se supo el momento ni la edad en que murió (Hebreos 7:3). Este fue un sacerdocio mayor al levítico. Estas descripciones dicen que el sacerdocio según el Orden de Melquisedec es eterno. No se sabe cuándo finalizó el sacerdocio de Melquisedec, la Biblia no lo registra. Así mismo es el sacerdocio de Cristo. Es eterno, y no tiene fin.

IV. Ellos no pueden perdonar pecados.

Una vez refutada la idea de que hoy existen sacerdotes, consideremos las funciones que se le atribuyen al sacerdote. Principalmente, el de perdonar pecados. Los romanistas atribuyen a los sacerdotes el poder de perdonar pecados mediante la pronunciación de un rito. Esto dice el Concilio de Trento:

“Enseña además de esto el santo Concilio, que la forma del sacramento de la Penitencia, en la que principalmente consiste su eficacia, se encierra en aquellas palabras del ministro: Ego te absolvo, etc., a las que loablemente se añaden ciertas preces por costumbre de la santa Iglesia”. [2]

Ellos basan su creencia en Juan 20:23, que dice: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”.

Sin embargo, la remisión y retención de pecados no trata sobre el limpiamiento de la culpa, o la liberación de la ira divina. Más bien, trata sobre la aceptación o negación de un pecado, para permanecer en la iglesia. La iglesia puede determinar mediante las evidencias si una persona se ha arrepentido o no. Pero jamás puede perdonar pecados.

Hay que recordar aquel evento en que los judíos acusaron a Jesús de blasfemia por decir que podía perdonar pecados (Marcos 2:5-11). El problema de los judíos no fue decir que sólo Dios podía perdonar pecados.

Todo lo contrario, fue en no aceptar que el Hijo del hombre tenía esta potestad (vers. 10). Su error fue no haber entendido que Jesús era Dios, y por eso podía perdonar pecados. Pero ellos tenían razón en decir que atribuirle al hombre esta capacidad, es una blasfemia contra Dios.

El sacerdocio de los católicos comete un grave pecado contra Dios al otorgar al hombre, un poder que sólo Dios tiene.

V. El sacerdocio romanista pone al hombre en lugar de Cristo.

Pero, entonces, ¿qué está detrás de toda esta doctrina? Yo creo que la gloria humana. En esencia, la mayoría de las creencias de la iglesia católica procuran dar un lugar muy alto al hombre. Ellos buscan alabanzas y aclamaciones de la gente muy al estilo de los fariseos. Considerando, además, que, por este medio, muchos de ellos llegan a enriquecerse.

Esa es la razón por la que los sacerdotes son vistos con el poder sublime de perdonar pecados. Es por eso que sólo los sacerdotes pueden administrar el sacrificio excelso de la misa.

Es por eso que las vestimentas de los sacerdotes suelen reflejar gran pompa. Sus vestimentas manifiestan que son santos, consagrados, sublimes, y diferentes a los laicos. Sus collares y anillos irradian riqueza, poder e importancia.

El problema aquí no solamente es la avaricia y la vanagloria del hombre, sino que quita a Cristo su lugar central en la iglesia. Cuando el hombre se vuelve el centro, Cristo toma un lugar secundario (1 Corintios 1:12-13). Y definitivamente, esto es así en la iglesia católica.

¿Para qué necesito la sangre de Cristo, si el sacerdote puede perdonarme? ¿Por qué confiar en Jesús, si puedo confiar en el cura de mi iglesia? ¿Para qué descansar en la intercesión de Cristo, si el sacerdote intercede por mí?

¿Por qué orar por mis enfermedades, si los padres pueden curarme? Es más, ¿para qué el evangelio necesita ser comunicado, si los sacerdotes pueden darme el Espíritu Santo?

VI. La hipocresía de los sacerdotes

Ahora bien, otro error de esta doctrina es que olvida que los sacerdotes son hombres imperfectos. Todos estos poderes atribuidos al hombre no son posibles siendo pecadores.

Pero los sacerdotes suelen tener una estima de sí mismos más alta de lo que debería ser. Ellos profesan ser hombres sin pecado, infalibles, y completamente santos. Pero basta ver sus vidas para contradecir esto.

Todo no es más que una mera fachada. De hecho, en el tiempo de la reforma esto fue una de las cosas más acusadas por los protestantes. El clero estaba lleno por peores personas que inclusive los propios laicos.

Se emborrachaban, se revolcaban con las prostitutas, eran ladrones, adúlteros y fornicarios. Robaban tierras, asesinaban inocentes, y mentían para lucrarse de mucho dinero. ¡El clero era lo peor de la iglesia!

Y en cierto sentido, hoy sigue siendo igual. Estas personas tienen una apariencia de piedad. Pero su vida demuestra que no han creído de corazón en Cristo como Salvador.  El Espíritu Santo no ha obrado realmente en ellos. Siguen muertos en sus delitos y pecados. Los sacerdotes de roma, por lo general, son culpables de hipocresía.

Claro, aún nosotros los cristianos podemos ser acusados de hipocresía.

Mientras que estemos en este mundo aún tendremos pecado. Sin embargo, llanamente aceptamos que somos débiles, y los peores pecadores del mundo. El problema de los sacerdotes católicos es que creen que son santos, sin pecado, mientras viven impíamente en privado. Son igual a los fariseos del tiempo de Jesús. Su religión es solamente externa, y buscan las aclamaciones y riquezas. Pero su corazón está alejado del Señor.

VII. Un nombre errado para el liderazgo de la iglesia.

Pero aún se puede decir más en contra de esta postura. En el Nuevo Testamento, el liderazgo de la iglesia es muy bien definido. Estas personas nunca fueron llamadas como sacerdotes.

Estuvieron los apóstoles, cuya tarea principal era dar testimonio de las palabras y resurrección de Jesús (Efesios 4:11). Luego, vemos a los pastores, personas dedicadas a la enseñanza y gobierno en la iglesia (1 Pedro 5:1-2). Y después, vemos a los diáconos, aquellos que lideran la ayuda a los necesitados (1 Timoteo 3:1-13). Pero nunca vemos al sacerdocio como un oficio dentro de la iglesia del Nuevo Testamento.

VIII. El Sacerdocio universal de los creyentes.

Ahora, habría una gran falta de integridad de nuestra parte, si negaremos que actualmente sí existe un sacerdocio. Pedro llama a los creyentes “real sacerdocio y nación santa” (1 Pedro 2:9).

Esto obviamente da lugar a la existencia de un sacerdocio entre los hombres después. Esto es llamado como el sacerdocio universal de los creyentes. Todos nosotros somos verdaderos sacerdotes delante del Señor.

¿Pero en qué sentido somos sacerdotes? 

No puede ser en el sentido que ofrecemos sacrificios para perdonar pecados, es decir, sacrificios expiatorios. Ni tampoco porque intercedemos delante del Padre como Cristo lo hace por nosotros.

Más bien, esto se refiere a que por medio de Cristo podemos entrar al verdadero templo y tener comunión con Dios. Anteriormente, sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo, donde estaba la presencia de Dios.

Pero Cristo ha rasgado el velo, de tal manera, que tenemos una libre entrada a la presencia de Dios. La nueva, y profunda comunión que tenemos con Dios en Cristo, es una demostración de que todos somos sacerdotes de Dios (Hebreos 10:19-22).

Además, somos sacerdotes en el sentido de que podemos ofrecer sacrificios de alabanzas y gratitud al Señor. Pedro dice que somos un sacerdocio que ofrecemos sacrificios espirituales a Dios (1 Pedro 2:4-5).

Pablo dice que nos ofrezcamos a nosotros mismos como un sacrificio vivo a Dios (Romanos 12:1). Y el escritor de los Hebreos dice que nuestras alabanzas, y nuestra profesión fe, es el sacrificio verdadero de los creyentes (Hebreos 13:15).

En ese sentido, todos nosotros somos verdaderos sacerdotes del Dios Altísimo. El sacerdocio cristiano no está limitado solamente al liderazgo de la iglesia, a los más entendidos, o a los más adinerados.

Los pobres, ignorantes, necios, y pecadores también son verdaderos sacerdotes. ¡Todo aquel que haya creído en Cristo es un verdadero sacerdote del Dios Altísimo! El sacerdocio ya no es un oficio, como en el Antiguo Testamento. Es una característica del verdadero creyente.

Conclusión

De estos estudios bíblicos hemos podido aprender varias cosas importantes. Concluimos que el sacerdocio católico es contrario a la Palabra de Dios. No encuentra ni tiene ningún sustento en la Biblia.

En segundo lugar, vemos que este sacerdocio es un estorbo para que las personas conozcan verdaderamente a Cristo. Exalta demasiado al hombre, y lo pone de por medio. Y así Jesús deja de ser contemplado con la gloria y poder que merece.

Y, en tercer lugar, cada uno de nosotros es un verdadero sacerdote. Este sacerdocio no único de algunas personas. Todos los hijos de Dios lo reciben en el momento de creer en Cristo Jesús.

Gracias a Dios por lo que nos enseña en su palabra.

[1] Concilio de Trento, el Sacrificio Eucarístico, Sesión XXII, cap. 1.
[2] Concilio de Trento, Los sacramentos de la Penitencia, Sesión XIV, Cap. 3.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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