Jesús siempre tomo en cuenta a las mujeres en su peregrinar para dictar las buenas nuevas del Reino. María después de ser liberada de su mal Jesús no la envió a que recorriera su propio camino. Jesús muy por el contrario la tomo como parte de su equipo evangelizador.
Ella llego a ser parte del grupo privilegiado de las mujeres de Galilea que junto a los discípulos acompañaba a Jesús. Ella fue testigo del maestro mientras ministraba al pueblo, desde allí figuro como una de la personas más amadas por Jesús.
En lugar de llorar, María y otras mujeres convirtieron sus lágrimas en gratitud en acción. Encontraron otra forma de servir a Jesús y a sus discípulos ayudándolos con sus recursos personales. ¿Cuantas veces esas mujeres y su bondad dieron de beber, comer y cuidaron de ese Jesús cansado de su andar?
Esos cuidados que fueron extensivos a sus discípulos, para que estos con nuevos bríos toquen tantas otras almas. Ellas se bebieron de sus enseñanzas para ser testigos de su carácter del ministerio
III. María Magdalena era una estudiante de Jesús
En esos tiempos no era costumbre que los hombres hablaran con las mujeres en público, por esa razón los discípulos. Fue para su gran asombro cuando Jesús hablo con la mujer samaritana (Juan 4). Las mujeres nunca estudiaban con un Rabí ni mucho menos viajaban con él.
El Rabí Jesús rompió con todos esos moldes para incluir a la mujer como llamado. Jesús las enseño abiertamente y comprometió sus mentes, las recluto y conto con ellas para asuntos importantes. El dio a sus discípulos mucho que pensar, cuando les hablo a las mujeres con la misma profundidad que a ellos.
Jesús escogió como testigos presenciales a las mujeres , más aun en uno de los eventos más cruciales de la historia que define nuestra fe, el momento de Su propia muerte y resurrección. (Las mujeres de la época no eran tomadas en cuenta como testigos ente la ley ). Cuando María Magdalena reconoció a Jesús resucitado ella clamo ¡Raboni¡ o mi Maestro (Juan 20:16).
Conclusión
María no era esa oveja perdida que buscaba a Jesús. El pastor, en este caso Jesús, fue quien la busco y la rescato a pesar de su determinación a evitarlo. Los fuertes brazos de Jesús se extendieron dentro de la profundidad de la oscuridad donde ella yacía sacándola a un lugar seguro.
Esto es un grandioso estimulo para aquellos de nosotros que no tenemos tiempo para Dios, que se resisten al evangelio. Esos que simplemente desean que los dejen solos. En estos casos la gente abandona las más pequeñas esperanzas de ser salvados como María. Pero Jesús no se da por vencido y nosotros tampoco debemos hacerlo. Es imposible saber que hará Él. Así que debes preguntarte, ¿realmente conozco a Dios?.
Redactado por Germán Hernández para el uso exclusivo de Central de Sermones.
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