La puerta que nadie puede cerrar

Los dos últimos capítulos de Apocalipsis ofrecen una descripción gráfica de esta maravillosa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descenderá del cielo como una novia ataviada para el esposo, una preciosa esposa que se va a encontrar con su esposo: “Escribiré sobre él mi nombre nuevo”.

Esta última parte es extremadamente reveladora. Cuando ya el Señor haya cumplido su función como creador y salvador, tendrá un nuevo nombre que nadie sabe, y ese nombre será puesto también sobre nosotros. ¡Aleluya!

CONCLUSIÓN:

A qué pastor no le gustaría pastorear una iglesia como la de Filadelfia. Su solo nombre es sinónimo de amor fraterno, amor de hermano. Jesús puso delante de ella “una puerta abierta”, pero fue por su propia dedicación.

Por cierto, que no será lo mismo con la iglesia de Laodicea, de quien se dice que Jesús estaba a la puerta llamando, porque lo habían sacado.

Jesús sigue buscando hoy esa iglesia para abrirle también las puertas de las grandes oportunidades, pero ellas no vendrán solas.

La iglesia de Filadelfia, aunque no tenía muchas fuerzas (probablemente eran pobres), tenían la fuerza del Espíritu y de la palabra, pues la habían guardado; así que no fue extraño que el Señor abriera las puertas para que ellos conquistaran aún a sus enemigos.

Nosotros también podemos dejar que el Señor abra las puertas que parecen imposible, solo espera que nosotros hagamos nuestra parte. ¿Cuál será?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia
Fairfax, VA

Central de Sermones… Estudios Bíblicos

Las siete iglesias de Apocalipsis – Parte VII – La tibieza del alma

Deja un comentario