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Unción de sacerdote y profeta

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Estudios Bíblicos predica de Hoy: Unción de sacerdote y profeta

INTRODICCIÓN

En el Antiguo Testamento se ungían con aceite a los Reyes, Sacerdotes y Profetas; pero todo esto era solo una sombra de lo que había de venir, en este caso, todas estas unciones apuntaban a Cristo, llamado el Mesías, cuyo significado es “Ungido”. Veamos algunas características de.

JESUCRISTO COMO REY.

Cuando el ángel del Señor anunció a la virgen María el nacimiento de Jesús, dijo en Lucas 1:32-33: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; […] y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin“.

Mateo 2:2 nos dice. Los magos de Oriente preguntaron por el rey de los judíos que había nacido y al que habían venido a adorar”.

En Jesucristo se cumplió la promesa que Dios le había dado al profeta Jeremías en Jeremías 23:5. He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra“.

Juan 1:49Natanael, uno de los primeros discípulos de Jesús, confesó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel“.

Pero el título de Rey de Jesús no se refiere a su reinado terrenal ni tampoco se evidencia a través de ostentación externa de poder. Sino que se muestra en la autoridad de sus acciones y a través de los prodigios que realizó.

Todas las ideas de que Él aspiraba a un reinado terrenal o que deseaba conseguir un ideal político fueron rechazadas por Jesús con gran decisión. Su reinado era espiritual.

Los cuatro Evangelios informan cómo Jesús entró a Jerusalén antes de su padecimiento y muerte. Al llegar se dio a conocer como el Rey de paz y de justicia, a quien ya había anunciado el profeta Zacarías (Zacarías 9:9).

El pueblo quería que Jesús fuese el Rey de Israel y lo aclamó (Juan 12:13).

Al ser interrogado por Pilato, Jesús dejó en claro que su reino no es de este mundo y que no reclamaba el poder de un gobernante de la tierra. Pilato tomó estas palabras de Jesús: “¿Luego, eres tú rey?”, dándole oportunidad al Hijo de Dios para hablar de su calidad de rey: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad”. Entonces Jesús profesó también delante del representante de la potencia mundial de Roma y del paganismo, que Él era Rey y testigo de la verdad (Juan 18:33-37).

La muerte en la cruz es el punto culminante y el final de una humillación que en verdad es el camino hacia la exaltación de Jesucristo. “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús nazareno, Rey de los judíos […] Y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín” (Juan 19:19-20). En un sentido más profundo, esta inscripción en tres idiomas tenía el objetivo de hacer conocer el reinado de Jesucristo a todo el mundo.

La dignidad real de Jesucristo también es enfatizada en el Apocalipsis de Juan: Jesucristo es “soberano de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1:5). Cuando el séptimo ángel toque la trompeta, “… los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). Entonces el reinado de Jesucristo se manifestará en todas las esferas.

JESUCRISTO, COMO SACERDOTE.

En el antiguo pacto, la principal tarea de los sacerdotes era ofrecer sacrificios a Dios, instruir al pueblo en la ley y tomar decisiones en caso de asuntos legales difíciles y en todos los temas de pureza del culto. La tarea del sumo sacerdote consistía en llevar ante Dios sus propios pecados, los de los sacerdotes y los del pueblo. A tal efecto entraba una vez al año – en el día de reconciliación (Jom Kippur) – en el lugar Santísimo, donde intercedía. Lo hacía en representación del pueblo, siendo el lazo de unión entre Dios y el pueblo de Israel.

En vista del sacerdocio del antiguo pacto y de los sacrificios que eran ofrecidos en el templo, dice en Hebreos 8:5: “Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales“. A la luz del Evangelio queda en claro que el sacerdocio del Antiguo Testamento fue sólo provisional, “… pues nada perfeccionó la ley” (Hebreos 7:19).

Cuando Jesus, el Hijo de Dios, nace, se pone de manifiesto un sacerdocio superior a todos los demás sacerdocios. Jesucristo no es simplemente un sumo sacerdote en la larga línea de los sumos sacerdotes de Israel.

En Jesucristo llega más bien un sumo sacerdote en el que se fundamenta la redención del mundo: Dios mismo vence al abismo del pecado y por Jesucristo reconcilia al mundo con Él; ningún otro sacerdocio lo puede lograr.

Así Jesucristo es Sumo Sacerdote eternamente.

Mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24-25).

Jesucristo no necesitaba como los sumos sacerdotes del antiguo pacto la reconciliación con Dios, pues Él mismo es el Reconciliador. Él no sólo da testimonio del encuentro con Dios, sino que en Él mismo, hombre y Dios están unidos inseparablemente.

En el sacerdocio de Jesucristo se evidencia la dedicación de Dios al mundo; en Él el hombre tiene acceso a la salvación de Dios.

La epístola a los Hebreos explica el ministerio sumo sacerdotal de Cristo, para expiar los pecados del pueblo (Hebreos 2:17). En Jesucristo, el eterno Sumo Sacerdote, existe la certeza del perdón de los pecados y la promesa de la vida eterna.

En Hebreos 3:1 dice: “Considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús“. Jesucristo supera el servicio del sumo sacerdote del antiguo pacto, por ser el verdadero Sumo Sacerdote, y Él es la condición previa para el servicio de los Apóstoles en el nuevo pacto. El contenido de la función apostólica queda definido en 2 Corintios 5:20: “Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios“.

JESUCRISTO, COMO PROFETA.

En Jesucristo se cumplió la promesa que Dios le había dado a Moisés: Deuteronomio 18:18. “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare

En el antiguo pacto, los profetas eran llamados para anunciar la voluntad de Dios. Sus mensajes frecuentemente eran introducidos con la indicación de su fuente: “Así dijo el Señor”. En Jesucristo, Dios mismo habla a los hombres.

Según Marcos 1:15, el Hijo de Dios comenzó su actividad con las palabras: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio“. El Señor enseñó con poder pleno, es decir, con autoridad divina, como expresan las palabras: “Pero yo os digo…” (Mateo 5-7).

Como Profeta, Jesucristo también reveló cosas futuras, como ha sido transmitido por ejemplo en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21.

En sus palabras de despedida (Juan 13-16), Él prometió el Espíritu Santo que guiará a toda verdad.

En el libro del Apocalipsis, el Hijo de Dios pone de manifiesto el curso de la historia de la salvación hasta la nueva creación.

De tal manera, Jesucristo está activo como Profeta: anuncia la voluntad de Dios, ilumina el pasado, pone de manifiesto lo oculto, muestra el camino de la vida y promete lo que acontecerá en el futuro. Sus enunciados son válidos para toda la eternidad: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13:31).

NOSOTROS SOMOS TAMBIÉN REYES, SACERDOTES Y PROFETAS.

Así como en el Antiguo Testamento, estas funciones de reyes, sacerdotes y profetas, eran sombra de Jesucristo, quien se convertiría en el Rey, Sacerdote y Profeta por excelencia, nosotros, como imagen de Jesús en la tierra, también nos convertimos en reyes, sacerdotes y profetas, para llevar a cabo su obra de salvación a toda la humanidad.

1 Pedro 2:9Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable.

Cuando venimos a los pies de Cristo y creemos en él, somos constituidos, por la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas en: reyes, sacerdotes y profetas.

Conclusión

Tal vez al inicio de nuestra conversión no nos demos cuenta de esta realidad espiritual, pero el Espíritu Santo irá haciendo su obra de santificación y revelándonos que:

Como reyes: Tenemos poder, autoridad y gobierno sobre el mundo de las tinieblas y el enemigo nada tiene que ver con nosotros, porque el Rey de Reyes quiere que, conforme a su imagen, comencemos a reinar.

Como sacerdotes: También somos la misma imagen de Cristo, Él es Intercesor. Romanos 8:34. … “el que también intercede por nosotros”; nosotros somos puentes entre Dios y nuestro prójimo, es decir intercesores ante el Padre por nuestros hermanos.

Como profetas:  Predicamos la Palabra de Dios, buscando la salvación de aquellos que todavía no creen, anunciándoles el camino de salvación, que solamente está en Jesucristo.

El Espíritu Santo nos va formando en lo que hemos sido constituidos, nos va quitando el velo que no nos permite ver y entender con claridad. Una vez levantado ese velo, como sacerdotes, profetas y reyes reflejaremos la imagen de Cristo.

Así nos lo dice Pablo en 2 Corintios 3:18. “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

¡Gracias Señor por permitirnos ser tus reyes, sacerdotes y profetas, en esta tierra que tanto te necesitan!

© Moreiba Cabrera. Todos los derechos reservados.

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