Sola Scriptura: Un Fundamento Irremplazable

Jose R. Hernandez

Sola Scriptura

Sola Scriptura: Un Fundamento Irremplazable

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Sola Scriptura: Un Fundamento Irremplazable | Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Lectura Principal: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16-17

Introducción

Si alguien nos preguntara: ¿Cuál es la autoridad final de la iglesia?, ¿qué responderíamos? Algunos dirían que es la tradición de los padres de la iglesia. Otros dirían que es la voz de un concilio o de un líder religioso. Y en tiempos modernos, no faltan quienes afirman que la autoridad final es la experiencia personal o la “revelación profética contemporánea”.

Pero históricamente, la iglesia verdadera ha sostenido una sola respuesta: Sola Scriptura.

Esa frase en latín, que significa “Solo la Escritura”, no es un simple lema teológico. Es una declaración de guerra espiritual. Es una afirmación radical que declara sin titubeos que la Palabra de Dios escrita es la única regla infalible, suficiente y final para nuestra fe y práctica.

Esta doctrina no fue inventada en el siglo XVI, como algunos afirman. Sola Scriptura es la posición bíblica desde Génesis hasta Apocalipsis. Es el eco de cada profeta que dijo: “Así dice Jehová.” Es la convicción de cada apóstol que predicó el evangelio no con palabras de sabiduría humana, sino con autoridad divina.

Y aquí es donde surge una pregunta clave: ¿Todavía creemos en Sola Scriptura? O, como lamentablemente sucede en muchas iglesias, ¿hemos añadido otras voces a la misma altura que la Palabra?

En este estudio vamos a responder, a la luz de las Escrituras, qué es Sola Scriptura, por qué es esencial, y cómo esta doctrina es directamente probada y afirmada en la misma Biblia. Porque al final, no estamos hablando de un concepto teológico secundario. Estamos hablando de la diferencia entre una fe fundada en la roca firme de la Palabra o una fe construida sobre la arena de la opinión humana.

Así que, abramos nuestras Biblias y nuestros corazones, y pidamos que el Espíritu Santo nos guíe, porque volver a Sola Scriptura no es un lujo doctrinal —es una necesidad urgente y vital.

I. ¿Qué es la doctrina de Sola Scriptura y por qué es esencial para la sana doctrina?

Cuando hablamos de Sola Scriptura, es imposible separar esta doctrina de un concepto clave que define la fe cristiana: la sana doctrina. Ninguna iglesia puede decir que guarda la sana doctrina si no tiene Sola Scriptura como fundamento inamovible.

La historia de la iglesia, desde el primer siglo hasta hoy, demuestra que cada vez que la Escritura dejó de ser la única regla de fe y práctica, la sana doctrina fue sustituida por tradiciones humanas, especulaciones filosóficas y manipulaciones religiosas. Por eso, antes de definir qué es Sola Scriptura, tenemos que entender qué es sana doctrina y por qué ambas cosas son inseparables.

a. Definiendo la sana doctrina a la luz de la Escritura

El término sana doctrina no es invento de teólogos reformados. Es un concepto directamente bíblico. En Tito 2:1, Pablo le escribe a un joven pastor diciendo:

“Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.”

La palabra griega usada para “sana” es hugiano (ὑγιαίνω), que significa saludable, puro, sin contaminación. Es decir, la sana doctrina es la enseñanza bíblica sin adulterar, libre de cualquier mezcla humana o cultural.

Pablo conecta directamente esa sana doctrina con la Escritura inspirada en 2 Timoteo 3:16-17:

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”

Si toda buena obra espiritual depende de la Escritura, entonces es evidente que la sana doctrina nace únicamente de la Palabra escrita. Cualquier enseñanza que no proviene directamente de la Escritura, o que contradice la Escritura, no puede ser sana doctrina.

b. Sola Scriptura: El muro de protección de la sana doctrina

Aquí es donde Sola Scriptura entra en escena. Esta doctrina declara que la única autoridad final, suficiente e infalible para la iglesia es la Escritura. No hay otra fuente paralela ni superior. Ni la tradición, ni las revelaciones personales, ni los concilios, ni la opinión de líderes religiosos pueden tener el mismo peso que la Palabra de Dios.

Jesús mismo dejó claro este principio cuando reprendió a los fariseos en Mateo 15:9:

“Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”

La corrupción doctrinal comienza cuando se iguala o se eleva la voz humana al nivel de la voz de Dios. Y no hay otra manera de preservar la sana doctrina más que regresando a Sola Scriptura.

Pablo nos da un mandato profético en 2 Timoteo 4:2-3:

“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.”

Ese tiempo es hoy. Iglesias enteras han abandonado Sola Scriptura y, como resultado, han perdido la sana doctrina. En lugar de predicar la Palabra, predican experiencias emocionales. En vez de doctrinas bíblicas, enseñan psicología motivacional. En vez de la cruz, ofrecen autoayuda.

Pero Sola Scriptura es el muro de protección divino, diseñado por Dios para que ninguna generación altere el evangelio eterno.

c. Confirmación histórica: Sola Scriptura no es una invención moderna

Hay quienes, por ignorancia o mala intención, afirman que Sola Scriptura fue inventada por los reformadores en el siglo XVI. Pero eso es una distorsión histórica. Desde el Antiguo Testamento, cada profeta fiel declaraba:

“Así dice Jehová.” (Jeremías 23:16)

En el Nuevo Testamento, cada doctrina apostólica provenía directamente de la revelación divina y era medida por las Escrituras ya existentes. Pedro confirma esto en 2 Pedro 1:20-21:

“Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

Los reformadores no inventaron Sola Scriptura, simplemente la redescubrieron y la restauraron en un tiempo donde la iglesia había reemplazado la Palabra por tradiciones humanas y dogmas de concilios.

Martín Lutero, uno de los líderes clave de la Reforma Protestante, se enfrentó cara a cara con esta realidad en la Dieta de Worms, en el año 1521. Al ser presionado para retractarse de sus enseñanzas, Lutero declaró valientemente:

“Unless I am convinced by the testimony of the Scriptures or by clear reason – for I do not trust either in the pope or in councils alone, since it is well known that they have often erred and contradicted themselves – I am bound by the Scriptures I have quoted and my conscience is captive to the Word of God. I cannot and I will not retract anything, since it is neither safe nor right to go against conscience. May God help me. Amen.”

Traducción:

“A menos que se me convenza por el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —pues no confío ni en el papa ni en los concilios, ya que es bien sabido que a menudo han errado y se han contradicho entre sí— estoy atado por las Escrituras que he citado y mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, ya que no es seguro ni correcto ir contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén.”

Ese momento histórico no solo definió la vida de Lutero, definió la doctrina de Sola Scriptura para las generaciones venideras. Lo que Lutero proclamó no era una idea novedosa, era simplemente el eco de lo que Dios ya había establecido: Su Palabra es la máxima autoridad.

Esa convicción es la esencia de Sola Scriptura. No es una doctrina secundaria. Es la garantía de que la iglesia permanecerá firme en la sana doctrina, generación tras generación. Sin Sola Scriptura, cada generación inventa su propia versión de la fe. Con Sola Scriptura, cada generación es llamada a someterse a lo que Dios ya ha hablado.

Y si esto es cierto, la siguiente pregunta es inevitable: ¿Está este principio claramente afirmado en la misma Biblia? Eso es precisamente lo que exploraremos en el próximo punto.

II. ¿Prueba Hechos 17:11 la doctrina de Sola Scriptura?

Cuando afirmamos que Sola Scriptura es la enseñanza bíblica y no una invención humana, no estamos construyendo un argumento teológico basado en emociones o preferencias denominacionales. La misma Escritura prueba el principio de Sola Scriptura. Uno de los pasajes más claros es Hechos 17:11, un versículo que revela cómo los creyentes de Berea respondieron al mensaje del evangelio. El texto dice:

“Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.”

Si nos detenemos y reflexionamos, esta es una de las demostraciones más puras de lo que significa vivir bajo el principio de Sola Scriptura. Y en esta sección vamos a desglosar esta verdad en tres puntos esenciales: el contexto, la práctica y la aplicación.

a. Contexto histórico y cultural de Hechos 17:11

Es imposible entender la profundidad de este versículo sin observar el contexto histórico y cultural. En Hechos 17, encontramos a Pablo y Silas predicando el evangelio en Tesalónica y luego en Berea. En Tesalónica, enfrentaron oposición, persecución y resistencia. Sin embargo, al llegar a Berea, se encontraron con un pueblo de mente abierta, pero con un estándar altísimo: solo aceptarían el mensaje si era confirmado por las Escrituras.

Esto es asombroso si tomamos en cuenta que Pablo era un apóstol elegido directamente por Cristo. Humanamente, alguien podría decir: “Si Pablo lo dice, ya debe ser suficiente.” Pero los bereanos no se conformaron con su reputación apostólica ni con su elocuencia teológica.

Escudriñaron las Escrituras. No una vez, no superficialmente. Lo hicieron cada día. Esto muestra que, para ellos, la máxima autoridad era la Escritura —y no la tradición judía, la reputación de Pablo o la opinión mayoritaria de su comunidad.

Este solo hecho derriba cualquier argumento moderno que pretenda decir que la Escritura no es suficiente o que necesita ser complementada por tradiciones, concilios o nuevas revelaciones.

b. La práctica bereana: un ejemplo vivo de Sola Scriptura

Lo que los creyentes de Berea hicieron es exactamente lo que Sola Scriptura enseña: someter todo mensaje, toda enseñanza y toda doctrina al juicio y autoridad de la Escritura.

Observemos algo crucial:

  • Pablo predicaba con poder y señales, pero eso no eximía su mensaje de ser examinado a la luz de las Escrituras.
  • Los bereanos no dijeron: “Si lo dice un apóstol, debe ser cierto.” Dijeron: “Vamos a comprobarlo con las Escrituras.”

Esa es la esencia de Sola Scriptura. La Escritura es el filtro por el cual pasa todo mensaje. Ningún predicador, ningún concilio, ninguna tradición tiene una autoridad mayor o igual a la Palabra escrita de Dios.

Esto conecta directamente con la advertencia de Isaías 8:20:

“¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”

El Espíritu Santo inspiró a Lucas para registrar este detalle de los bereanos porque su actitud refleja el estándar eterno de Dios: Su Palabra es la regla de fe y práctica. Cualquier doctrina que no pueda sostenerse en la Escritura, simplemente debe ser rechazada.

c. Aplicación doctrinal: lo que Hechos 17:11 nos enseña hoy

Al observar el ejemplo de Berea, entendemos que Sola Scriptura no es una teoría reformada; es una práctica bíblica vivida desde el primer siglo. Y si ellos, que no tenían el Nuevo Testamento completo, entendieron que todo mensaje debía ser probado por la Escritura, ¿cuánto más nosotros, que tenemos el canon completo de la Palabra de Dios?

Aquí hay una lección directa y dolorosamente relevante para nuestros tiempos:

  • Hoy muchos creyentes aceptan ciegamente lo que dice un predicador, solo porque es famoso o carismático.
  • Otros aceptan doctrinas porque vienen de una tradición antigua o porque así les enseñaron sus padres.
  • Algunos creen lo que “sienten” o lo que “sueñan”, aunque contradiga la Palabra escrita.

Todo eso es peligroso y antibíblico. Hechos 17:11 nos enseña que la nobleza espiritual no está en creer rápido, sino en probar cada palabra a la luz de la Escritura.

Por eso, cada predicación, cada enseñanza y cada doctrina que escuchamos debe ser medida con la regla perfecta de la Palabra escrita. No importa cuán famoso sea el predicador, cuán antigua sea la tradición o cuán popular sea la enseñanza. Si no concuerda con la Escritura, es falsa.

Aquí es donde Sola Scriptura se vuelve un escudo de protección contra la corrupción doctrinal, porque nos obliga a someterlo todo al juicio de la Palabra.

Y esto es exactamente lo que Jesús hizo. En Mateo 4:4, cuando el diablo le tentó, el Señor no apeló a emociones, visiones o experiencias. Respondió: “Escrito está.” Incluso nuestro Salvador sometió todo argumento al peso de la Escritura, dejándonos un modelo perfecto de Sola Scriptura en acción.

Si Hechos 17:11 nos muestra que Sola Scriptura es una práctica bíblica real y comprobada, entonces la siguiente pregunta es inevitable: ¿Dónde dice exactamente la Biblia que solo debemos someternos a la Escritura como máxima autoridad? Esa es la evidencia final que exploraremos en la siguiente sección.

III. ¿Dónde dice la Biblia ‘solo Escritura’?

En muchas ocasiones, quienes rechazan la doctrina de Sola Scriptura presentan un argumento muy débil: “La Biblia nunca dice explícitamente ‘solo Escritura’”. Y es cierto —la frase exacta no aparece. Pero esta objeción es superficial y engañosa, porque la Biblia tampoco menciona términos como ‘Trinidad’ o ‘inerrancia’, y sin embargo, ambos conceptos están clara y consistentemente enseñados de Génesis a Apocalipsis. Lo mismo ocurre con Sola Scriptura. El término fue acuñado para resumir un principio bíblico, pero el concepto como tal es innegable.

Para demostrar esto, vamos a examinar tres líneas de evidencia que confirman, sin lugar a dudas, que la Escritura enseña su suficiencia, supremacía y autoridad final, dejando fuera cualquier otra fuente como normativa doctrinal.

a. La autoafirmación de la Escritura como suficiente y completa

La primera evidencia es directa: la misma Escritura se presenta como completa y suficiente. No deja espacio para añadidos posteriores, ni sugiere que necesita ser complementada con tradiciones humanas o revelaciones modernas.

El salmista lo proclama con claridad en Salmo 19:7:

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”

Si es perfecta, no necesita corrección, ajuste o complemento externo. Su perfección implica que en ella se encuentra todo lo necesario para la vida espiritual del creyente. Además, convierte el alma y hace sabio al sencillo, lo cual nos muestra que toda transformación espiritual legítima fluye directamente de la Palabra escrita.

Este mismo principio lo encontramos reafirmado en Salmo 119:160:

“La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia.”

Aquí la Escritura no solo es suficiente, sino que su verdad es integral. No es una colección de ideas desconectadas, es una revelación perfectamente armónica, donde cada palabra, cada precepto y cada juicio forman un cuerpo doctrinal completo y eterno.

El mismo Jesús, en su oración sacerdotal, dejó claro cuál es el medio por el cual Dios santifica a Su pueblo. En Juan 17:17 declaró:

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”

Si es la Palabra escrita lo que santifica, entonces cualquier otra fuente pierde valor comparativo. No son las tradiciones religiosas, ni las interpretaciones conciliares, ni las visiones o sueños personales lo que santifica; es la Palabra de Dios, porque es la única fuente de verdad divina y absoluta.

El profeta Isaías también refuerza esta verdad en Isaías 55:11, cuando Dios declara:

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.”

Aquí vemos que la Palabra tiene poder inherente, independiente de cualquier tradición externa. Es perfecta, suficiente y eficaz por sí misma, porque es la expresión directa de la voluntad de Dios.

b. El mandato divino de no añadir ni quitar a la Palabra

La segunda línea de evidencia es el claro mandato divino de no añadir ni quitar nada a la revelación divina. Desde el principio, Dios dejó claro que Su Palabra es intocable, porque ya es completa en sí misma.

En Deuteronomio 4:2, el Señor establece:

“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.”

Esta orden es mucho más que una regla legal. Es una afirmación doctrinal profunda. Si la Palabra necesita añadidos, entonces no es suficiente. Si necesita que le quiten algo, entonces no es perfecta. Pero al prohibir añadir y quitar, Dios está declarando de forma implícita que Su Palabra es perfecta, suficiente y completa.

Este principio se repite nuevamente en Proverbios 30:5-6:

“Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso.”

Cada palabra divina es limpia, pura y completa. No hay espacio para que el hombre añada interpretaciones oficiales o verdades complementarias.

Finalmente, este mismo principio cierra la revelación bíblica en Apocalipsis 22:18-19, donde leemos:

“Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida.”

Dios no deja dudas: la revelación divina escrita es un todo cerrado y perfecto. Quien lo altere, lo traicione o lo manipule, pierde su parte en el reino de Dios. No hay tradición, concilio o autoridad eclesiástica que pueda igualar el peso de esta advertencia divina. Dios mismo vinculó la eternidad del alma al respeto absoluto por Su Palabra escrita.

c. Jesús y los apóstoles apelaron siempre a la Escritura como autoridad final

La tercera evidencia es el ejemplo constante de Jesús y los apóstoles. En cada controversia, enseñanza o predicación, ellos apelaron exclusivamente a la Escritura, nunca a tradiciones religiosas o doctrinas humanas.

Cuando el diablo tentó al Señor en el desierto, Jesús no apeló a experiencias personales o emociones. Su única defensa fue:

“Escrito está.” (Mateo 4:4, 7, 10)

Incluso cuando los fariseos le presentaron temas controversiales, Jesús siempre les respondía:

“¿No habéis leído?” (Mateo 19:4)

El Señor dejó claro que la Escritura escrita tenía la última palabra, incluso en discusiones morales y doctrinales.

Los apóstoles siguieron ese mismo modelo. En Hechos 17:2-3, al predicar en las sinagogas, Pablo no les pidió creer por su autoridad apostólica. Lo que hizo fue:

“Declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase.”

Y en Pentecostés, cuando Pedro predicó el primer sermón de la Iglesia, no se basó en su experiencia personal al ver al Cristo resucitado. Pedro predicó diciendo:

“Esto es lo dicho por el profeta Joel.” (Hechos 2:16)

El patrón es claro: la autoridad final siempre fue la Escritura. No hay un solo registro en el Nuevo Testamento de algún apóstol apelando a tradiciones orales o revelaciones secretas. Siempre regresaron a lo que ya estaba escrito.

Después de toda esta evidencia

  • Si la Escritura afirma ser perfecta, suficiente y completa
  • Si Dios prohíbe añadir o quitar algo…
  • Y si Jesús y los apóstoles trataron la Escritura como la única autoridad final¿Qué otra cosa es eso, sino el principio de Sola Scriptura revelado, vivido y enseñado desde Génesis hasta Apocalipsis?

La Escritura no necesita usar el término “Sola Scriptura”, porque el principio es evidente, inevitable e irrefutable. Pedir que lo diga textualmente es como pedir que diga “Trinidad” para creer que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Por eso, cualquier doctrina, práctica o enseñanza que no nazca directamente de la Escritura, o que la contradiga, debe ser rechazada, sin importar cuán antigua o popular sea. Así lo establece Pablo en Gálatas 1:8:

“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.”

IV. ¿Cómo defender y aplicar Sola Scriptura hoy?

Cuando pensamos en la doctrina de Sola Scriptura, es fácil imaginar que se trata de un tema antiguo, una batalla que solo pertenece a la Reforma Protestante o a los debates teológicos de siglos pasados. Pero la realidad es muy diferente. Hoy, más que nunca, esta doctrina sigue siendo atacada, distorsionada y, en algunos casos, olvidada dentro de muchas iglesias.

Por eso, es crucial entender no solo qué es Sola Scriptura, sino cómo defenderla y aplicarla en nuestra vida personal, en nuestras familias y en nuestras congregaciones. No basta con afirmar que creemos en ella; debemos vivir bajo su autoridad, defenderla con firmeza y enseñarla con claridad.

a. Reconocer las amenazas modernas contra Sola Scriptura

La primera manera de defender esta doctrina es reconociendo las amenazas actuales. No vivimos en el siglo XVI, pero los ataques contra la autoridad de la Escritura no han cesado. Han cambiado de forma, pero siguen presentes.

En algunas iglesias, la tradición denominacional ha empezado a tener más peso que la Escritura misma. Lo que dicta el manual, la constitución denominacional o el líder de turno, se coloca por encima de lo que enseña la Palabra de Dios. Esto es una violación directa al corazón de Sola Scriptura.

En otras iglesias, especialmente en círculos carismáticos extremos, las revelaciones personales reciben el mismo peso (o mayor) que la Biblia. Personas que afirman haber tenido sueños, visiones o palabras proféticas, imponen esas experiencias sobre la congregación, aunque contradigan la Escritura. Eso no es más que una nueva forma de rechazar Sola Scriptura.

Además, la presión cultural ha llevado a muchas iglesias a reinterpretar o diluir las enseñanzas bíblicas para adaptarlas a los valores modernos. Lo que es pecado según la Biblia, es redefinido como “expresión cultural” o “amor inclusivo”, torciendo la autoridad de la Palabra para que se ajuste al molde de la sociedad.

Este tipo de compromiso no es un simple ajuste pastoral, es una negación práctica de Sola Scriptura.

Pablo advierte sobre esta tendencia en 2 Timoteo 4:3-4:

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.”

Ese tiempo ya llegó, y la única forma de resistir es regresando a la convicción absoluta de que la Escritura es suficiente, final y suprema.

b. Regresar al estudio serio, profundo y sistemático de la Palabra

La segunda forma de defender y aplicar Sola Scriptura es recuperando el estudio profundo y sistemático de la Biblia. No podemos defender lo que no conocemos. Y tristemente, vivimos en tiempos donde muchos creyentes tienen un conocimiento superficial de la Palabra, dependiendo de sermones ligeros o devocionales breves, en lugar de sumergirse en el estudio serio de la Escritura.

La Biblia misma nos llama a estudiar y escudriñar. En Hechos 17:11, los bereanos fueron elogiados porque:

“Recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.”

La defensa de Sola Scriptura comienza en el corazón de cada creyente que abre la Biblia con humildad y hambre de verdad, reconociendo que no hay otra fuente de revelación divina igual a esta.

El salmista lo entendía cuando escribió:

“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” (Salmo 119:97)

Cuando un creyente ama, respeta y estudia la Escritura de esta forma, vive practicando Sola Scriptura, no solo confesándola de labios. Y al conocer profundamente la Palabra, estará mejor equipado para refutar errores, discernir falsas doctrinas y corregir con mansedumbre.

c. Enseñar y modelar Sola Scriptura en nuestras familias e iglesias

La tercera forma de aplicar y defender esta doctrina es haciendo de la Escritura la autoridad máxima en nuestros hogares y congregaciones. En otras palabras, no solo predicamos Sola Scriptura desde el púlpito, la vivimos desde la mesa del comedor y en cada decisión familiar.

Moisés dio este principio al pueblo de Israel en Deuteronomio 6:6-7:

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”

Esto es Sola Scriptura aplicada al núcleo familiar. La Palabra de Dios no es un libro de consulta ocasional, es la brújula diaria que guía nuestra ética, nuestras prioridades, nuestros valores y nuestra fe.

En la iglesia, esto implica que las decisiones doctrinales, ministeriales y éticas se sometan siempre a la autoridad de la Escritura, y no a modas, tendencias o presiones externas.

Jesús lo dejó claro en Mateo 7:24-25:

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.”

Esa roca no es otra que la Palabra de Dios. Y solo al edificar sobre esa base, nuestras familias y nuestras iglesias podrán resistir los vientos de falsas doctrinas, presiones culturales y engaños espirituales.

La defensa de Sola Scriptura no es un debate académico para teólogos profesionales. Es una responsabilidad diaria de cada creyente que ha sido redimido por el evangelio. En un mundo saturado de voces religiosas, ideologías cambiantes y doctrinas distorsionadas, solo la Escritura es lámpara suficiente y segura.

Volver a la Biblia, respetarla como suficiente y enseñarla con fidelidad, es más que defender una doctrina; es defender la gloria de Dios mismo, porque Él ha decidido revelarse a través de Su Palabra escrita.

Y si alguien aún tiene dudas de si esta batalla vale la pena, recordemos las palabras de nuestro Señor:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)

Todo lo demás es temporal. La Escritura es eterna. Por eso, defender Sola Scriptura es defender lo eterno sobre lo pasajero, y ese es el llamado que tenemos todos nosotros.

Conclusión

Volvamos a la Palabra

Si algo hemos aprendido al recorrer este estudio es que Sola Scriptura no es un simple lema histórico ni una consigna de la Reforma. Es un principio eterno, nacido del corazón mismo de Dios, para proteger a Su pueblo de la confusión, el error y la manipulación espiritual.

Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Escritura clama por su propia suficiencia. Dios no dejó Su revelación abierta a modificaciones humanas ni a reinterpretaciones culturales. Dios habló y lo dejó por escrito, porque Su Palabra escrita es Su voluntad revelada de manera suficiente, perfecta y eterna.

Sola Scriptura es mucho más que un punto doctrinal. Es una confesión de fe práctica. Cada vez que un creyente abre la Biblia y reconoce que allí está toda la verdad necesaria para la vida y la piedad, está proclamando Sola Scriptura. Cada vez que una iglesia somete sus decisiones a lo que dice la Escritura, en vez de seguir las presiones sociales o las opiniones de líderes populares, está viviendo Sola Scriptura.

La pregunta ahora es personal y directa: ¿Vivimos realmente bajo la autoridad absoluta de la Palabra de Dios? O, ¿hemos permitido que tradiciones familiares, emociones personales, tendencias modernas o voces religiosas reemplacen la voz clara de la Escritura?

El mismo Jesús lo dijo con absoluta claridad en Juan 8:31-32:

“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Fíjate bien —la libertad espiritual no viene de seguir tradiciones humanas, ni de abrazar revelaciones modernas, ni de someterse a concilios eclesiásticos. La libertad viene de permanecer en la Palabra. Cuando nosotros como creyentes —y como iglesia— perdemos de vista esta realidad, nos atamos de nuevo al yugo de la esclavitud religiosa.

Pablo advirtió lo mismo en Gálatas 5:1:

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”

Esa esclavitud puede adoptar muchas formas: el legalismo de tradiciones humanas, la manipulación de supuestas revelaciones modernas, o la presión de adaptar la fe a los gustos de la cultura. Pero la raíz es siempre la misma: el abandono de Sola Scriptura.

Hoy más que nunca, nosotros como pueblo de Dios necesitamos hacer una pausa y preguntarnos con honestidad:

  • ¿Quién gobierna nuestra fe?
  • ¿Qué define lo que creemos y cómo vivimos?
  • ¿Quién tiene la última palabra en nuestras decisiones morales, doctrinales y espirituales?

Si la respuesta no es la Escritura, entonces hemos abandonado el fundamento firme, y estamos edificando sobre arena. Como dijo Jesús en Mateo 7:26-27:

“Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”

Ese es el destino inevitable de toda iglesia, familia o creyente que reemplaza la Palabra escrita por cualquier otra fuente de autoridad. Sin Sola Scriptura, todo se derrumba.

Pero también es cierto lo contrario:

Cada hogar, cada congregación y cada creyente que regresa a la Palabra, que la ama, la estudia, la obedece y la defiende, está edificando sobre roca. Esa vida permanecerá firme, porque está anclada en la única autoridad eterna e inmutable.

Mi llamado final es este: Volvamos a la Palabra.

No como un libro más… no como un símbolo cultural… no como un accesorio religioso. Volvamos a la Palabra como nuestra única regla de fe y conducta.

Y si alguien nos pregunta por qué creemos así, podremos responder sin titubear:
Porque Dios habló. Y lo que Dios habló está escrito. Y lo que está escrito es suficiente. Eso es Sola Scriptura.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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Jose R. Hernandez
Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

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