Quizás aprovechando un descuido, después seguramente ha sentido remordimientos, temor y la convicción de no volverlo a hacer. Sin embargo, el enemigo aprovecha esa pequeña puerta que se ha abierto y comienza a trabajar en esa debilidad. Mediante la influencia de un espíritu maligno esa persona volverá a robar y cada vez le será más fácil y finalmente ya no se sentirá culpable.
Esto sucede en muchas áreas de la vida, pero especialmente en pecados sexuales, que generalmente hacen que familias se destruyan.
Al verlo de esta manera, el panorama no se ve muy alentador. Ciudades enteras están atrapadas en pecados colectivos o similares. Claro es el ejemplo de la idolatría, donde comunidades se postran ante imágenes.
Las procesiones con ídolos recorriendo calles, arrastran maldición por donde quiera que vayan. Y abuelos, padres e hijos son víctimas de la maldición que aparece en Éxodo 20… Hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, dice el Señor.
Ante estas evidencias, es muy necesario que el pueblo de Dios reaccione y aprenda a hacer frente a las asechanzas del diablo. No es suficiente asistir a la iglesia los domingos y hacer oración antes de acostarse.
Necesitamos evangelizar
Se requiere mucho más para deshacer las obras del diablo.
Oración y ayuno. “Orad sin cesar”. Identificación de los pecados que sobresalen en la comunidad e identificar el tipo de espíritus malignos que operan. La intercesión por las personas atrapadas en esos pecados, mediante un grupo de oración perfectamente organizado. Esto como trabajo previo a la predicación del evangelio de salvación.
No es efectivo ir a cualquier lugar y predicar. Es necesario un trabajo previo de identificación, ayuno y oración dirigida específicamente a un tipo de pecado y personas determinadas. Solo de esta manera podemos abrirnos camino y clavar la bandera de cristo.
Oseas 4:6 dice “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento”. Esto se aplica perfectamente a la Iglesia contemporánea. Mientras el enemigo está organizado y trabajando las 24 horas del día, nosotros vegetamos y por ignorancia no hacemos lo apropiado.
Oremos, ayunemos y pongamos manos a la obra. Vistámonos con la armadura de Dios y tomemos las armas de nuestra milicia, que no son carnales, sino poderosas para destrucción de fortalezas. 2° Corintios 10:4-6
© Marcelo Iván Castro. Todos los derechos reservados.