La obediencia desata la bendición

La bendición de Dios en las pruebas

Sé que luchas y pruebas has pasado por Jesús, el amor de tu vida. Por amor a Su nombre fuiste desechado, desamparado, maltratado, hostigado,  humillado, bajaste tus brazos, dejaste muchas veces de batallar contra el maligno, dudaste de la presencia de Dios en tu vida. Creíste muchas veces que Dios se había olvidado de ti. Isaías 49:15¿Se olvidará la mujer de lo que Dios a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti”.

A muchos se les ha olvidado que benditos son los hijos del Espíritu que no han puesto su confianza en brazo de carne, sino, que su confianza está en el Dios vivo, el único Salvador y Señor de sus vidas. Dios es quién los cuida para que estén bajo Su bendición.

El aprendizaje en las luchas y pruebas son las mejores herramientas que usa el Señor para moldear las vidas. Y a través de ellas buscar más Su rostro. Buscar su perfecta voluntad y Su presencia se hace notoria en sus vidas.

Como Jesús tuvo que pasar por el valle de muerte y de lágrimas, tú también derramaste tu corazón y tus lágrimas por el dolor de tu alma. En esas circunstancias Dios probó tu fe, tu convicción en Su palabra, tu obediencia, tu paciencia, tu templanza, y soportaste todo por amor de su nombre y Su palabra.

La fe y la esperanza en Sus promesas te sostuvieron en el ojo de la tormenta. La tormenta no te arrastró, no te destruyo, ni se llevó lo que Dios había depositado en ti, sino que lo afirmo, fortaleció y perfeccionó para usarte para la gloria de su nombre.

Hoy quizás sigues sufriendo los ataques del enemigo, que te dice en el oído ¿Dónde está tu Dios, que te libre el; Donde crees que has puesto tus fuerzas y tu confianza; donde están cumplidas las palabras del que te dice que es tu Dios; donde están sus promesas? ¡En vano esperas; pues ahora has que se cumplan!

Así fueron probados los varones de Dios.

Siervos y profetas fieles, que prefirieron soportar la aflicción, el dolor, el desamparo con tal de no cambiar la palabra de Dios implantada en sus corazones, con tal de seguir obediente a los mandatos de Jehová, aferrados a su palabra siguieron en obediencia.

Muchos sufriendo persecución por la palabra impartida, no temieron al hombre sino que temieron a Dios, quién tiene el poder para dar y quitar la vida, y no al hombre que es un soplo de vida aquí en la tierra. Ezequiel 12:25 “…Porque yo Jehová hablaré; y se cumplirá la palabra que yo hable; no se tardará más, sino que en vuestros días, oh casa rebelde, hablaré palabra y la cumpliré; dice Jehová el Señor…”

No es fácil que en medio de la tormenta y la aflicción, puedan entender el obrar de Dios en sus vidas. Pero en todo ese tiempo Dios no les deja de hablar y guiar a Sus hijos, y cuántas oraciones, llanto y clamor del alma han hecho delante de su presencia y parece que nada cambia y el tiempo pasa y las palabras de Dios no se cumplen, no porque no haya sido Dios quién hablo, sino que el tiempo es de Dios; solo el conoce el tiempo de todas las cosas y su tiempo es perfecto, (Eclesiastés 3:11).

No sé cuantas tormentas, tempestades y desiertos tuviste que atravesar para llegar a entender cual es el propósito que Dios tiene con tu vida, ahora que estás en pié, fortalecida/o con  nuevas fuerzas, y una nueva y fuerte unción se está derramando sobre tu vida, te invito en este momento a elevar una oración de lo más profundo de tu corazón a Dios, por cuanto todo lo que en este momento hables al Padre es lo que en tu vida y en tus momentos de aflicción te ha acontecido y es real y verdadero.

Ora conmigo y hagamos nuestra esta oración de acción de gracias al Padre: “Señor mi Dios, gracias por tu gracia inmerecida, por tu infinito y eterno amor para con mi vida, porque me ayudaste a pasar la tormentas, la torrencial lluvia, me sostuviste con tu diestra, me diste aliento de tu Santo Espíritu, me alentaste, fortaleciste y me afirmaste fuertemente sobre la roca, que es tu amado Hijo Jesús.

Señor, tu sufriste a mi lado y no me dejaste sola/o, sufrí persecución por tus palabras y tus dichos, no comprendí por que obedecerte me trajo tanto dolor y aflicción, pero escuche tus palabras nítidamente y las comí, las digerí en silencio y aún las guardo en mi corazón hasta el tiempo del cumplimiento de la visión, pero en ese tiempo de espera, Me hiciste entender y enseñaste el camino por donde tenía que andar, pusiste tus ojos sobre mi, y no quitaste tu mirada de mi camino, me probaste como se prueba el oro y se mi Dios que salí aprobada/o, nunca jamás por mi fuerza, sino por los méritos de tu santo Hijo Jesús.

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