Ceguera de taller

Elena Torres

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Ceguera de taller

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Mensajes Cristianos Texto Biblico: Lucas 7:2-10

Introducción 

En ocasiones dejamos de estar conscientes de ciertas cosas, quizás por ser obvias, por ser tan cotidianas, ya ni siquiera las tomamos en cuenta. Puede pasarnos con el amor de nuestro cónyuge, con el milagro de la vida, con la maravilla de que mientras leemos esta reflexión, nuestro corazón habrá latido unas 300 veces y habremos respirado más de 70 veces: una maquinaria perfecta que funciona de día y de noche. Son cosas obvias, son cotidianas, son tan habituales que además de darlas por descontadas, gradualmente dejamos de valorarlas.

1. La ceguera de Taller

La cotidianidad y la rutina nos enferman de aquello que se ha llamado “ceguera de taller”: que es la pérdida de la capacidad de estar conscientes de lo que tenemos enfrente. Desafortunadamente esta enfermedad ataca también nuestro espíritu y nuestra fe.

La ceguera puede afectar nuestra oración, porque a fuerza de estar cotidianamente hablando con Dios, a fuerza de saber que Dios es omnipotente, omnisciente e infinitamente amoroso, dejamos de tenerlo presente, se nos olvida y lo pasamos por alto, quizás dejamos de considerarlo en nuestra oración.

Lucas nos narra que en una ocasión un respetuoso centurión supo quitarse esa ceguera, era un agnóstico con más fe que un creyente que cautiva el corazón de Jesús por su coherencia, su humildad y sobre todo su fe.

Aquel centurión era un hombre noble y piadoso, que según le cuentan a Jesús los ancianos de los judíos, les construyó una sinagoga; así que, de entrada ese buen hombre le cae bien a Jesús. Pero hay mucha gente buena que le cae bien a Jesús, así que no era suficiente para sobresalir.

Sin embargo, este anónimo centurión, que se llevaba bien con los judíos, les pidió que fueran a Jesús e intercedieran por él y por su siervo enfermo, a quien –a pesar de ser un sirviente– le  tenía mucho cariño con  lo cual, seguramente Jesús le da un punto más… porque es noble, porque ama a los judíos y no es déspota ni prepotente, porque les construyó una sinagoga y para colmo, ama a su siervo y pide por su salud.

Por eso Jesús, al escuchar la petición de los judíos, enseguida se pone en camino para curar a aquel querido siervo. Pero tanto los discípulos como  los judíos padecían esa ceguera de taller… a fuerza de ver a Jesús sanar a enfermos aquí y allá, a fuerza de verle caminando de un lado a otro, habían perdido la capacidad de creer en el poder de Cristo y le piden que se desplace, que camine hasta la casa de aquel hombre.

2. Con una palabra tuya…

Cuando Jesús, junto con todas las personas que le acompañaban, se iba acercando a la casa de aquel noble centurión, sucedió algo inesperado. Le salieron al encuentro otros enviados del centurión para decirle algo sorprendente: Señor, no soy digno que entres en mi casa.

Basta que lo ordenes y mi siervo quedará sano. Me considero tan indigno de hablarte que ni siquiera me he atrevido a ir yo mismo a tu presencia. No te molestes en venir hasta acá. Yo creo en tu poder. Al final, cada uno manda sobre lo que puede.

Yo puedo mandar sobre mis soldados y me obedecen; puedo mandar a mi siervo y me obedece, porque es el poder que yo tengo. Pero tú, Señor, tú eres omnipotente, no necesitas desplazarte, no necesitas venir hasta mí, que soy indigno, basta que digas una palabra para que se haga tu voluntad.

Al oír esas palabras Jesús se maravilló y elogió la fe de aquel hombre noble, porque no había encontrado esa fe ni en todo Israel.

Conclusión

Y esta es la gran lección de aquel centurión anónimo: cuando oremos, hay que saber delante de quién estamos. Seamos conscientes de la grandeza de Dios, sacudamos la rutina y renovemos nuestra fe en el poder de Dios, lavemos nuestros ojos de esa ceguera de taller que nos oculta la verdad de Dios. Porque para Él todo es posible (Mateo 19: 26) y todo lo que le place lo realiza (Salmo 115:3).

Cuando nos acerquemos a Dios en la oración, repitamos en nuestro corazón que estamos delante de Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos (Efesios 3:20).

© Elena Torres. Todos los derechos reservados.

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Autor

Elena Torres

Fiel servidora del Señor. Aunque no soy pastora, me gusta compartir lo que el Señor pone en mi corazón con mis hermanas en Cristo. Espero que estos mensajes te sirvan de bendición.

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