El Espíritu Santo puede ayudarnos, hablarnos al oído y al corazón para mostrarnos los pasos que debemos dar, en el sentido que debemos ir para hacer la voluntad del Señor. Dios quiere que estemos en sus caminos, pues es ahí cuando Él nos cuida y nos muestra su gloria eterna.
Podemos ver la gloria de Dios, podemos contemplar su hermosura, si estamos en sus caminos, si andamos tomados de la mano del Señor. Dios nos muestra sus caminos, cuando nos arrepentimos y venimos humillados delante de su presencia con un corazón humillado.
El castigo para los impíos
Dios aconseja al ser humano, Dios no quiere que nadie se pierda. Su palabra dice que no seamos sin entendimiento, que aprendamos de Él sabiduría. En la palabra de Dios podemos encontrar la sabiduría de Dios y los pasos que debemos dar para acercarnos a su presencia.
Dios pone delante de nosotros la bendición y la maldición. La bendición si le obedecemos, pero si somos impíos, si no hacemos caso a sus consejos, muchos dolores nos esperan.
El castigo de Dios contra el pecado no puede evitarse. Dios no soporta el pecado y el castigo para él está preparado. Pero hay una opción, hay un camino mejor.
Podemos evitar el castigo del pecado si estamos en los caminos de Dios. Si aceptamos el sacrificio de Jesús y en lugar de encubrir nuestro pecado lo confesamos y nos humillamos delante de Dios.
Dios exalta al humilde y humilla al altivo. No podemos llegar delante de Dios de forma altiva, sino de manera humilde reconociendo que Él es Dios y está sobre todas las cosas.
En lugar de castigo podemos tener bendiciones. Es posible, Dios quiere que no tengamos el castigo sino que tengamos vida eterna. Es posible pasar de la muerte a la vida, es posible recibir la vida eterna en lugar de la muerte eterna.
Dios es quien puede darnos este regalo, solo debemos postrarnos y pedir perdón, eso basta para que Dios prepare un lugar para nosotros en su reino.
El perdón de Dios y el gozo de los perdonados
Dios quiere que nos gocemos en su perdón. Dios quiere que nos alegremos en su salvación. Si estábamos muertos en tinieblas, Dios nos regala su luz y su libertad para gozarnos en su presencia, para celebrar la victoria de Cristo en la cruz sobre el pecado.
El mundo cree que estar con Dios es triste o aburrido, pero la realidad es que el gozo de Dios inunda nuestro corazón y nos motiva a gritar de su verdad, correr en sus caminos, celebrar su victoria con todo nuestro ser. Todas nuestras fuerzas están en el Señor, quien las multiplica por medio de su fuego, por medio de su fuerza podemos ver la gloria de nuestro Padre.
Celebramos su perdón, celebramos su salvación, a Él damos gloria y con Él estaremos celebrando por toda la eternidad. Nadie nos puede dar un mayor regalo que la salvación, que su gozo y su paz eterna.
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