La muerte de un ser querido

2. Su presente (versículo 6).

“Ser ofrecido”, ¡Qué privilegio! Ser puesto como víctima sobre el altar para glorificar a Dios. Con seguridad, cuando él falleció, debe haber sido llevado por una escolta angelical al seno de nuestro amado salvador Jesús. Me imagino una calurosa bienvenida al hogar celestial, por ser un héroe y un mártir cristiano.

“Mi partida”, habla como si se tratara de un viaje de placer. En verdad, la muerte no es la fase final de nuestra existencia, es nada menos que el comienzo de una vida mucho más grande. Por eso hay que vivir como si fuese hoy nuestro último día de vida, porque en verdad puede serlo.

3. Su futuro (versículo 8).

“Me está guardada la corona”, ¡Qué hermosa seguridad! Él se había puesto esa meta (Filipenses 3:12-14) y ahora asegura haberla alcanzado. Tenía esa seguridad, recibir una corona, el premio, los honores preparados por Jesús para sus seguidores.

Lo más precioso es que aquel noble y amante apóstol no se contentaba con ser coronado él solo, sino que dice: “No sólo a mí, sino a todos los que aman su venida”.

De ahí que, el que ama y cree en Jesús no teme la muerte y quizá no hay demasiada tristeza cuando se pierde un ser querido que sí puso su fe en Jesús, porque ahora se encuentra en la presencia de Dios.

Conclusión

No así los no creyentes. Voltaire, un incrédulo famoso, quien escribió aproximadamente 100 libros defendiendo el ateísmo y por ende atacando el cristianismo. En los últimos momentos de su vida se sintió completamente abandonado por Dios.

Ningún amigo o pariente estuvo presente, incluso el médico y la enfermera de cabecera, quienes le estaban asistiendo, quisieron quedarse, así que salieron de la habitación porque no querían contemplar una muerte tan horrible y espantosa, tan desesperante y llena de gritos de dolor.

No así los creyentes. Moody, un famoso predicador del siglo pasado, decía a sus alumnos: “Algún día leeréis en los periódicos que Moody ha muerto, pero no los creáis, porque ese día estaré más vivo que nunca”.

Llegando a su último día susurraba: “Dios me está llamando”. Sus hijos asustados decían: “No papá, tú estás bien, no pienses eso”. Luego siguió susurrando: “¿Es ésta la muerte? No es tan mala ni fea como muchos dicen, no hay un valle sombrío, es dulce, es la gloria”.

Su hija preocupada y angustiada le dijo: “No papá, no nos dejes”. Procuró despertarlo, pero él dijo: “No hija, Dios me está llamando, hace tiempo que yo esperaba este momento, no me importunes para que vuelva, éste es el día de mi coronación, que hace mucho lo anhelaba”. Así fue a la presencia de Dios.

¿Está usted preparado para partir con él?

© Wilson Miranda. Todos los derechos reservados.

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5 comentarios en «La muerte de un ser querido»

  1. Este mensaje es lindo y sirve para aplicarlo a nuestra vida y me va servir para dárselo a mi pastora que acaba de partir un Hno. ella a la presencia con El Señor.

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  2. Muy buena reflexión
    Pero recuernden que la Biblia dice que que los muertos buenos o malos,vuelven a la tierra y allí permanecen hasta la venida de Jesús por sugunda vez. No vamos al cielo directamente al momento de morir.

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