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Libres de un reinado mortal

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Libres de un reinado mortal

Predicas Cristianas Lectura Bíblica de Hoy: Romanos 6:1-14

INTRODUCCIÓN:

El tema de la muerte es un asunto cotidiano. No hay una noticia de la TV, radio u otros medios de comunicación que no tengan que ver con esto. Al parecer nos hemos acostumbrado a una cultura de la muerte.

Las más notorias son aquellas que vienen de los actos terroristas. Sería extraño (aunque esto parezca irónico) que pase un día sin saber de algún acto terrorista en alguna parte del mundo.

Pero también hay muertes por accidentes que de igual manera son noticias que ocupan la prensa. La muerte es una presencia activa y pareciera enseñorearse del mundo. Pero nada debe sorprendernos acerca de esto. La Biblia nos dice que la “paga del pecado es muerte”. La sentencia del Edén se cumplió: “El día que de él comiereis ciertamente moriréis”. La muerte pasó a todos los hombres, nos dice la palabra de Dios.

Lo antes expuesto tiene que ver con la muerte física, sin embargo en el pasaje que discutimos hoy nos encontramos con otro tipo de muerte, quizá la más difícil, nos referimos a la muerte del pecado. No ocurre automáticamente. Pareciera ser una muerte lenta que dura mucho tiempo.

Podíamos decir que es el “moribundo” que más se niega a morir en nuestras vidas. Pero el texto que nos presenta Pablo en Romanos 6:1-14 es contundente. Da por sentado que al momento cuando nos entregamos a Cristo esta muerte tuvo que ocurrir. El argumento de Pablo es basado en la muerte de Cristo. La razón de la crucifixión tuvo que ver con el pecado, de allí la necesidad de esta muerte. Consideremos, pues, algunas de las razones por las que el pecado no debiera reinar en nosotros.

I. PORQUE LA MUERTE DE CRISTO CONSTITUYE NUESTRA MUERTE AL PECADO

a. Crucificados con él (vers. 6).

Todos nosotros sabemos por las Escrituras que nuestro Señor Jesucristo tuvo la elección de no morir en la forma tan vergonzosa que ya todos sabemos. Sin embargo, cuando él se levantó de su oración en el Getsemaní, después de una terrible agonía por la obediencia al Padre, pero también su lucha como hombre frente al horror de la ira divina, tomó la decisión de entregarse voluntariamente para morir única y exclusivamente por nuestros pecados.

Pablo al tratar el tema de los dolores y los triunfos de la cruz nos ha dicho que los clavos de la cruz fueron también para clavar allí nuestro viejo hombre. ¿Qué fue lo que pasó entonces? Antes de recibir a Cristo como Salvador, estábamos gobernados por la naturaleza del pecado.

Pero cuando recibimos a Cristo, la autoridad del pecado sobre nosotros fue destruida. Es en ese momento cuando se hace efectiva la crucifixión de Cristo en nosotros. El viejo hombre fue crucificado, y si bien es cierto que sigue en ese estado moribundo, el creyente tiene que saber y vivir en esta nueva realidad.

Cada vez que nuestro viejo hombre se rebele debemos recordarle que ya está crucificado (Gálatas 2:20).

b. Sepultados juntamente con él (vers. 4).

En el presente pasaje Pablo hace una de las más magistrales presentaciones acerca del real sacrificio de Cristo y nuestro propio sacrificio en relación al pecado. Su énfasis es acerca de la muerte del pecado.

En relación a esto hace mención de la palabra “muerte” o “muerto” unas once veces. De allí que ahora haga alusión a la sepultura de Cristo, pero también nuestra sepultura. Se decía que dejar un cadáver sin enterrar era considerado por los autores paganos, así como en las Escrituras, como la mayor vergüenza.

En Apocalipsis 11:8-9 tenemos una referencia de lo que pasará en el futuro se encontrarán cadáveres sin ser sepultados. En el caso de Cristo él no sólo murió por nuestros pecados según las Escrituras, sino que también fue sepultado “y que descendiese hasta las partes más bajas de la tierra” (Efesios 4:9). De esta manera, el entierro de Jesús también fue nuestro entierro.

La mejor manera de representar la sepultura del cuerpo de Cristo y el nuestro es a través del bautismo. Cuando esto hacemos, decimos que también nosotros enterramos nuestros pecados. Un cadáver enterrado describe un estado sin vida y sin acción.

c. Resucitados juntamente con él (vers. 4).

Lo más glorioso de la muerte de Cristo es saber que su cuerpo no se descompuso. Es interesante que cuando Cristo fue a ver a su amigo Lázaro tenía cuadro días enterrado, por lo tanto ya era un cadáver y hedía.

Pero eso no pasó con el cuerpo de Cristo porque al tercer día se levantó de la tumba y anunció al mundo que él vive y vive para siempre. De esta manera, el creyente también resucita con el Señor.

Si bien es cierto que al conocer a Cristo el creyente muere en su crucifixión y también es sepultado, la otra verdad es que él no se queda en esa condición sino que también ocurre la primera resurrección del creyente. Este es el otro símbolo del bautismo. Al momento de ser “enterrados”, eso es sumergidos en agua, al ser levantados de allí estamos resucitando.

Estamos dejando la “tumba” vacía que retuvo nuestro viejo hombre. Ahora nos levantamos para andar en “vida nueva”. Pablo nos presenta un resumen de todo lo que ha expuesto en relación a la muerte de Cristo y la nuestra diciendo: “…fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte…” (vers. 5). De esta manera también lo seremos en la resurrección.

II. PORQUE LA MUERTE AL PECADO NOS CONDUCE A LAS BENDICIONES ETERNAS

a. Andamos en vida nueva (vers. 4c).

¿En qué consiste esta “novedad”? Bueno en saber que nuestra vida vieja, la muerta y enterrada con Cristo, fue del todo pecaminosa. Pero que ahora la nueva, a la que hemos resucitado con nuestro Señor, debe tener como característica una vida santa.

Esto plantea el reto personal de andar en esa nueva vida y cada vez que regresamos a la anterior estamos desmintiendo el acto de lo que ahora somos en Cristo; hombres y mujeres “resucitados” para no caer en lo que Pedro dijo más adelante que “nos olvidamos de que fuimos purificados de nuestros pecados antiguos” (2 Pedro 1:9). Andar en novedad de vida es como andar estrenando siempre algo nuevo. ¿Qué es lo nuevo que debe poseer el creyente? ¡Pues todo!

Si esto es una de las bendiciones eternas que vino después de la muerte de mis pecados, entonces mi andar en vida nueva significa: nuevo vestido, como escogidos de Dios (Colosenses 3:12); mis palabras debieran ser nuevas (Efesios 4:29); mis pensamientos deben ser nuevos (Filipenses 4:8). Y sobre todas las cosas, mi cuerpo (a pesar de su pecaminosidad) debe ser presentado en sacrificio vivo y santo (Romanos 12:1). Esta es la novedad en la que debemos andar.

b. Hemos sido justificado del pecado (vers. 7).

La palabra “justificado” significa ser “absuelto,” del pecado. ¿Qué significa esta palabra en este contexto? Bueno es aquí donde la justificación del pecado alcanza niveles mucho más importante para la vida del creyente. El tema de este capítulo tiene que ver con la muerte del pecado. Viéndolo desde el punto de vista de una muerte natural, cuando ella llega se disuelve toda reclamación. Lo mismo pasa con el pecado.

Por lo tanto ya no hay cabida para su reino en nosotros, pues su reino era de muerte. Tampoco ahora él tiene potestad en mantener a sus víctimas en la servidumbre pecaminosa, porque eso ha sido anulado de una vez por la muerte penal del creyente en la muerte de Cristo. De esta manera el hijo de Dios ya no es “deudor a la carne para vivir según la carne” (Romanos 8:12).

Pablo introduce en este pasaje la doctrina más grande de la salvación como lo es la justificación. Ya el pecado no tiene potestad sobre nosotros, de allí que él diga que ni reine ni sirvamos más al pecado. La justificación del pecado es el resultado de una muerte. Cuando creímos en Cristo morimos y el resultado es que hemos quedado absueltos.

c. Viviremos con él (vers. 8).

Lo primero que debemos decir es que desde el mismo momento que conocimos a Cristo (regeneración) llegamos a tener una participación con él en su vida resucitada y que se extenderá hasta lo que será nuestra eternidad con él. La esencia de esta oración es que si el pecado fue crucificado cuando Cristo murió y fue sepultado, entonces ahora, por su resurrección, tenemos la garantía de aquella vida abundancia de la que nos había hablado.

La resurrección de Cristo nos ha abierto las puertas a sus más inagotables bendiciones. Esto significa vivir con él ahora y vivir por siempre. De esta manera cuando Cristo experimentó la muerte física una vez y habiendo sido trasladado de sus dominios por la vida resucitada, ahora ya no muere.

Al resucitar, Jesús obtuvo la victoria sobre la muerte (Hechos 2:24), por lo tanto la muerte no se enseñorea más de vers. 14. Esta es la garantía también del creyente. La conclusión a la que llega Pablo es que, en virtud de la vida en Cristo “consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

III. PORQUE LA NUEVA VIDA EN CRISTO ME INVITA A CAMINAR EN LA GRACIA SALVADORA

a. Gracia que no debe ser abusada (vers. 1).

El mismo apóstol Pablo previamente había dicho: “Cuando abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Romanos 5:20). Sin duda que el corazón de la enseñanza de Pablo en este pasaje tiene que ver con el tema de la gracia; ella corre por las líneas de esta palabra. Se nos ha dicho que por gracia soy salvos por medio de la fe (Efesios 2:8), pero el llamado de esta palabra es a ver que no abusemos de la gracia.

La pregunta del texto nos invita a decir un categórico “No”. La invitación es a perseverar en la gracia y el conocimiento de Señor, no en el pecado que una vez fue crucificado y sepultado. Lo que acá debe entenderse es el pensamiento de seguir pecando para que la gracia abunde, debe ser aborrecido. El sentido de todo este texto es que los creyentes verdaderos saben que han muerto a sus pecados, por lo tanto no lo siguen.

La gracia que vive en él lo ha llevado a una nivel tan grande que debe considerarse muerto al pecado. ¿Por qué razón? Porque nadie puede considerarse muerto y vivo al mismo tiempo. Esa pareciera ser la realidad del hombre viejo en nosotros. Pero el poder de la gracia es superior a cualquier otro poder dominador.

b. Gracia que supera a la ley (vers. 14).

Hemos dicho que este texto nos habla de la muerte, sobre todo del pecado. En su contenido podemos ver el gran triunfo de nuestro amado Cristo sobre el pecado, la muerte y ahora el cumplimiento de la ley. El hijo de Dios ha quedado libre del reinado mortal a través de la intervención de la gracia. La conclusión a la que llega Pablo en esta parte final no podía ser más extraordinaria.

El señorío que el pecado ejercía sobre nosotros ha sido quebrantado. Las cadenas que nos ataron a él fueron rotas por el poder la cruz y el poder de la resurrección. Y lo más significativo de la gracia es que nos libró de la condenación de la ley. Antes que Cristo muriera, la ley se enseñoreaba de nosotros pues ella vino para mostrar nuestra pecaminosidad. Hasta la muerte en la cruz, nadie podía cumplir la ley.

Cristo fue el único hombre que pudo hacerlo. Pero venida la gracia ya no estamos bajo su poder ni su dominio. Así que ni el pecado, ni la muerte, ni la ley se enseñoreará más de nosotros. Ahora tenemos un solo Señor y se llama Cristo. Ahora tenemos una sola manera de vivir y es por su gracia salvadora. Esa gracia nos da la libertad.

CONCLUSIÓN:

Mis amados hermanos, Pablo nos presenta en este pasaje el asunto más serio que debe ser considerado por cada verdadero creyente. Nos ha hecho una exposición doctrinal y teológica respecto a la muerte del pecado que no ha dejado ni un lugar para que sigamos en él. Observe el proceso de su muerte. Hemos sido crucificados con Cristo, sepultados con Cristo y resucitado con Cristo.

Todo esto para afirmar que estamos plantados (sembrados) en Cristo. Pero Pablo nos sigue diciendo que ahora estamos escondidos en Cristo y caminando en lugares celestiales con Cristo. Esta es lo que Cristo hizo en relación a nuestros pecados y sus bendiciones temporales y eternas.

En consecuencia, ¿qué es lo que se nos pide que nosotros debiéramos hacer con respecto el pecado? No perseverar en el pecado (vers.1). No servir más al pecado (vers. 6). Considerados muertos al pecado vers. 11.

No presentar nuestros miembros al pecado para la iniquidad (vers. 13). Hay un reinado en nuestras vidas al que se le ha puesto fin, el del pecado y de la muerte. Estamos libres de ellos. Por lo tanto, vivamos ahora para el reinado de la vida en Cristo a través de del reinado de la gracia. Amen.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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