La diligencia requerida

Se ha preguntado cómo uno puede apagar al Espíritu Santo, considerando que es la tercera persona de la trinidad y que viven en nuestros corazones. Bueno, para nuestra tristeza, la Biblia nos recuerda este mandamiento.

El llamado del texto con el que Pablo nos confronta hoy es a considerar la importancia que tiene esto para mi propia vida. Debo revisar si tengo un espíritu ferviente. ¿Qué es lo que produce más fervor en mi alma?

2. Ferviente en espíritu para avivar mi iglesia (1 Pe. 2:5).

Yo no sé si usted alguna vez ha visto una piedra viva o una piedra que hable o que sienta. Bueno, la verdad es que cuando una piedra le entra el fuego pareciera tener vida. ¿ No es así? Pero por lo general para que eso ocurra las piedras deben estar pegadas, unidas. Eso es la experiencia del cristiano.

Si algo tenía claro Pedro era el tema de la piedra. El Señor le había dicho que sobre “esa roca”, su declaración en torno a Cristo el Hijo de Dios, edificaría su iglesia. Pero también su propio nombre de “Pedro” significa pequeña roca. Así que Pedro cuando nos dice que nosotros somos piedras vivas sabe de qué está hablando.

Cada creyente debe tener un espíritu ferviente cuando piensa en la vida de su iglesia.

Por lo general hablamos que Dios nos dé un avivamiento, pero si yo entiendo bien este asunto un avivamiento no es el resultado de un fuego externo sino de avivar las brasas que ya están en mi corazón. Se ha preguntado por qué no tiene una motivación para trabajar, adorar y servir en la iglesia del Señor.

3. Ferviente en espíritu para que otros crean (Hch. 17:16).

Hermanos una señal que vivo con espíritu ferviente es cuando tengo una pasión por compartir a Cristo con otros. Nada revelará más la presencia del Espíritu Santo que cuando estoy con alguien y le hablo del amor de Cristo. Cuando buscamos un modelo en la Biblia con un espíritu ardiente para hablar de Cristo tenemos que hablar de Pablo.

La experiencia que tuvo en Atenas nos revela aquella pasión por las multitudes como la tenía su Maestro el Señor Jesucristo. Nos dice el texto: “Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos”. Hubo algo que despertó en Pablo un espíritu ferviente y fue la condición en la que vivía la ciudad.

La forma cómo los hombres se entregaban a sus dioses y a sus deidades y desconocían “el Dios no conocido” provocó tal condición de su espíritu. Frente a eso comenzó a traer el mensaje del Dios que él conocía y allí testificó de Cristo. Mis amados no tenemos que ir a Atenas para darnos cuenta cuánta necesidad hay a nuestro alrededor. Pidamos a Dios para que despierte ese espíritu en nosotros.

III. ¿CÓMO SE DA LA DILIGENCIA EN EL CREYENTE?

En lo que requiere diligencia… sirviendo al Señor”.

1. En el servicio a través de las buenas obras (Ef. 2:10).

Mis amados una de las cosas que un creyente sabe es que no es salvo por las obras, pero una de las cosas que más descuida es el no andar en esas buenas obras. Las buenas obras es donde el creyente debe mostrar su servicio. Y esto no se trata de hacer de vez en cuanto alguna buena obra sino vivir esto como parte de su estilo de vida.

El sentido de este texto es mostrar al creyente que su salvación tiene una sola expresión: hacer buenas obras. No podemos esperar encontrar buenas obras provenientes de la naturaleza del hombre. Como el tema del texto es la diligencia, la inferencia que sacamos es que el servicio que yo presto a mi Dios es el testimonio visible que soy un hijo de Dios.

Ahora bien, y en este mismo sentido debo tener cuidado que las buenas obras que haga deben glorificar a Dios no al que las hace. Esto ayuda a ver que el centro de este pasaje no es el creyente sino Dios. Cuando sirvo a mi Señor de una manera diligente, entusiasta y con prontitud, estoy honrando al Dios que hizo esas buenas obra para andar en ellas. No podré decir que soy un creyente diligente sino estoy viviendo en esas buenas obras.

2. “Servid a Jehová con alegría” (Sal. 100).

Es evidente que este es un gran mandamiento de la Biblia. Bien se puede decir que mi actitud pronto descubre la clase de diligencia que revelo las cosas del Señor en su servicio. Tengo muchas razones para servir al Señor con alegría.

Lo primero que me lleva a un servicio alegre es mi gratitud a Dios por mi salvación a través de Cristo. Luego también mi servicio alegre a Dios lo atribuyo a sus bendiciones que las compruebo todos los días. También le sirvo a Dios con alegría porque estoy siendo ejemplo para otros, estoy siendo de testimonio para los que no lo hacen de esa manera.

Pero es cierto que a veces hay situaciones particulares que me frenan para servir al Señor con alegría. De repente hay actitudes en otros o en mí mismo que me roban el gozo del servicio. Es esta la parte que más debo cuidar, la parte donde más voy a necesitar la obra del Espíritu Santo para que mi gozo no se apague sino que se mantenga ferviente.

Sobre este aspecto la palabra nos anima, diciendo: “Venid a mi todos los que estéis cansados y cargados…”. Sabía usted que esta invitación no es solo para los inconversos. En Cristo renovamos el gozo.

3. “Servíos los unos a los otros” (Gá. 5:13).

¿Sabía usted cuál es la traducción de esta oración en el original? Bueno esta palabra nos viene del griego douleuo que significa ser esclavo. De esta manera tenemos que decir que el servicio los unos a los otros en amor implica que somos esclavos de otros por amor, someternos unos a otros y obedecernos unos a otros, hacer lo que nos diga otra persona y hacerlo con amor.

Pero, ¿es esto lo que hacemos en la vida de la iglesia? Mostramos diligencia en servirnos los unos a los otros en amor cuando consideramos a los demás como superiores a nosotros mismos. ¡Eso es bastante difícil!

No siempre tenemos una actitud y una diligencia de siervos de los demás, mucho menos que seamos esclavos. Pero, ¿hemos visto el testimonio de Cristo? ¿Por qué cree usted que Cristo antes de morir le lavó los pies a sus discípulos?

Estas fueron sus palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15). Esto es el asunto más difícil en la vida cristiana. Necesitamos ser como Cristo para descender y servir a otros. No es humillarnos. Más bien esto levanta al creyente y lo hace feliz.

CONCLUSIÓN:

Déjeme darles finalmente tres textos que resumen todo lo que acá hemos dicho. Al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida se le dijo: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida: y enseñarlas has á tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9).

El sabio Salomón hace esta reflexión sobre la diligencia: “El indolente no chamuscará su caza: Mas el haber precioso del hombre es la diligencia” (Pr. 12:27). Y Pablo le recomienda a su discípulo Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia presentarte á Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). ¿Es usted un creyente diligente? ¿Tiene un espíritu ferviente?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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