Unánimes entre vosotros

Mis amados el sentir del apóstol es que yo soy un constructor de la paz, soy llamado a vivirla y a practicarla. Que no ceda a la tentación de dejar que en el cuerpo de Cristo haya desavenencia por mi culpa. Mi contribución debería ser como la de un Bernabé que frente a los conflictos o malos entendidos, sobre todo los que tuvo con Pablo, sea un agente de paz.

III. LAS ACCIONES QUE FORTALECEN LA UNIDAD

1. Manteniendo el valor de la amistad (vers. 9).

Note que el texto no habla de un amigo sino de un enemigo. ¿Qué hace la justicia con los enemigos? ¿Qué hace una banda violenta contra otros? ¿Qué hace un ejército contra sus enemigos? ¿Qué está haciendo el mundo entero para defenderse de ISIS? Mis amados para el enemigo pareciera haber una sola sentencia: su muerte.

Pero observe el mandamiento de esta palabra. “Si tu enemigo tuviera hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”.

Quién es el único que puede darle de comer y beber al enemigo, un creyente. Quién es el único que puede poner la otra mejilla al enemigo, un creyente. Pablo sigue lo que ya Cristo había dicho sobre el enemigo (Mateo 5:43-44). Veamos esto en el contexto de la vida de la iglesia.

Lo anterior dicho es para nuestras relaciones de afuera, allí en el mundo donde vivimos y nos movemos. Pero, ¿puede aplicarse este texto en el seno de mis relaciones en la iglesia?

¿Puedo tener enemigos dentro de la iglesia? Esta es la pregunta que debe llevarme a un real examen para saber si estoy contribuyendo con la unidad en el cuerpo de Cristo. Prefiero perder un argumento que perder una amistad.

2. Venciendo con el bien el mal (vers. 21).

Cuando hablamos de la unidad de la iglesia este texto debemos considerarlo detenidamente. En el mundo no se puede dar este principio. Allí la consigna es vencer el mal con el mal. El creyente es la única persona que por su naturaleza santa posee las armas para vencer el mal haciendo bien. Apliquemos esto a la vida de la iglesia.

El principio de este texto es que yo debo considerarme siempre un canal de bendición. Ante cualquier situación que tienda fraccionar la armonía del cuerpo yo soy llamado a vencer con el mal con el bien. Me llama la atención la palabra vencer.

No somos ajenos al mal aun dentro de la iglesia.

Tenemos que reconocer que el primer representante del mal llega a la iglesia antes que todos nosotros. Ya sabemos que se llama Satanás. Así que debo llegar a la iglesia con una disposición de vencer. Tener victoria sobre aquello que en lo personal me afecta, me hace daño.

Vencer ante cualquier actitud de otro hermano que viene peor que yo a la iglesia. Y sobre todas las cosas debo estar presto para vencer el desánimo que es una de las más notables manifestaciones del mal. Pablo nos dice que somos más que vencedores.

IV. LAS BENDICIONES DE GUARDAR LA UNIDAD

1. Dios resuelve mejor las cosas (vers. 19b).

Extrayendo una aplicación de este texto pudiéramos decir que cuando yo actúo por mi propia cuenta sobre alguna posición o algo que me molesta y no tomó en cuenta a mi Dios, lo sacó de mi mis planes y hago las cosas según lo que me dicen mis impulsos pero no según lo que me dice el Señor.

La oración “mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” nos ayuda a entender que Dios siempre hará mejor las cosas que lo que yo pudiera hacer. La tendencia humana siempre será mantener mi postura o posición respecto a algo o con alguien y en eso no puede obrar la justicia de Dios.

Mi oración en esto debiera ser: “Señor pongo en tus manos lo que siento y lo que creo, tú eres el Dios que me ve y conoces mis intenciones, por lo tanto creo que tú lo harás mejor que yo”. La oración “yo pagaré”, como parte de las prerrogativas divinas, nos pone en lugar correcto de hacer las cosas.

En nuestras luchas cotidianas que nos llevan a derramar nuestro corazón delante del Señor, donde en no pocas ocasiones nos postramos y lloramos, le decimos al Señor en oración: “Tú sabes por qué pasan las cosas y tú las resuelves mejor”. Amén.

2. Amontonar ascuas en la cabeza (vers. 20 b).

Esta es una expresión extraña de la Biblia. Algunas otras versiones nos ayudan a verlo de otra forma. Así se traduce: “Haciendo esto carbones encendidos pones sobre su cabeza para que se avergüence”. En el texto anterior vimos como Dios finalmente hace las cosas mejor que nosotros.

En este texto se nos propone ayudar a otros cualquiera sea la situación. Cuando ponemos “ascuas de fuego” sobre la cabeza de otro no lo estamos desechando sino ayudando y hasta corrigiendo alguna actitud o postura para el bien del resto.

Si bien es cierto que el contexto tiene que ver con un enemigo, porque queremos su salvación y su acercamiento, cuánto más si esto lo aplicamos en el campo espiritual los unos a los otros.

Si lo vemos de otra manera, eso es que nuestros hermanos son también nuestros amigos, podemos poner las “ascuas de fuego” también sobres sus cabezas con el propósito que ellas enciendan en el corazón de todos el entusiasmo, el gozo y la motivación para un mejor servicio. Pongamos carbón encendido en la cabeza de otros no para avergonzarlos sino para crear un nuevo y grande amor entre nosotros.

CONCLUSIÓN:

Pablo nos reveló todos los elementos que hacen posible la unidad en la iglesia cuando dijo: Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos (Efesios 4:1-6).

Mis amados, la unidad de la iglesia la hace el Espíritu Santo, todos nosotros somos llamados a guardarla y preservarla. Amén.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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