La pregunta de la controversia

El creyente y la iglesia debieran estar conscientes de esas “multitudes” que son obstáculos para que otros vengan a Cristo y abrir más espacios hasta traer a los hombres a los pies del Maestro. Hay serios obstáculos que impiden traer al hombre paralítico Cristo. Nuestra tarea es convencerlos para llevarlos a Cristo.

II. LA PREGUNTA DE JESÚS REVELA EL GRAN PROBLEMA HUMANO

1. Los hombres necesitan primero oír la palabra (verss. 1-2).

Algunas versiones sugieren que la casa donde estaba Jesús hospedado era de Pedro. La compasión de Jesús lo llevaba a encuentros personales o a encuentros con mucha gente. Lo mismo le era encontrarse con un leproso a las afuera de la sinagoga o encontrarse con un paralítico en las circunstancias que tenemos ahora.

Como lo hemos dicho, Jesús vino a liberar a los cautivos y oprimidos, sin embargo su responsabilidad siempre fue la de traer la palabra del Padre celestial. Si bien es cierto que la mayoría de aquellas personas buscaban a Jesús para ser sanadas o recibir algún particular beneficio, Jesús hace lo primero que tiene que hacer. No cabían en el lugar pero Jesús les estaba predicando.

Un evangelio que no contempla primero la palabra de Dios está incompleto. Sabido es que los hombres les interesa más la sanidad del cuerpo que la la sanidad de su alma. Jesús nos ha dejado su más grande legado en su ejemplo de atender las necesidades. Sin embargo él sabe que no solo de pan vivirá el hombre. La palabra de Dios es lo que da vida. El enfermo necesita oír primero que sus pecados pueden ser perdonados.

2. El objetivo de los cuatro amigos (vers. 3).

Una de las cosas que sorprende en esta historia es el trabajo de los amigos del paralítico. No sabemos quiénes eran. Quizá eran parte de su familia o simples vecinos que se compadecían de aquella penosa condición. Nadie sabe cuánto tiempo tendría aquel hombre postrado en aquella camilla.

A juzgar por las experiencias de otros casos, bien podemos decir que estamos en presencia de un caso de postración desde nacimiento y por mucho tiempo. Ese hombre vivía, al igual que los leprosos, sin la más mínima esperanza de caminar. Su más grande anhelo tuvo que ser este. Y este también era el objetivo de los cuatro amigos. Seguramente ellos ya eran conocedores del poder sanador del hombre de Galilea.

La noticia de la sanación del leproso corrió como pólvora. Ahora el objetivo es presentar este hombre delante de Jesús. Solo que para llegar a él tienen que vencer varios escollos. Delante de ellos hay una multitud que quieren lo mismo.

Su ingenio les llevó hacer algo insólito: abrir un hueco en el techo y bajar por allí al hombre enfermo. Al final ellos lograron el objetivo de ponérselo a Jesús. Ellos esperaban que Jesús lo levantara.

3. Las palabras inesperadas del sanador (vers. 5).

Una de las declaraciones que estos hombres ya habían escuchado de Jesús era: “Quiero, se limpio”; o “sal de él espiritu inmundo”; o “levántate y anda”. Eso era lo que estos hombres esperaban que Jesús dijera.

Ellos hicieron el trabajo de poner al hombre delante de Jesús para que hiciera esto. Y Jesús admiró su fe, su coraje, su osadía de romper el techo sin saber quien lo pagaría.

Pero cuando ellos esperaban que Jesús tomara la mano del paralítico y lo levantra, en lugar de eso, dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿Por qué Jesús dijo esto y no otra cosa? Porque el problema de este hombre no era su paralisis, sino su culpa.

Era como decirle también: “Tu crees que tu principal problema es el no poder caminar, pero tu necesidad más grande es mi gracia”, y si tienes la gracia, lo tienes todo.

Las palabras inesperadas de Jesús ponen de manifiesto que el pecado es la causa de todos nuestros dolores y enfermedades. Como la curación de una enfermedad es una figura del perdón, al curar al paralítico, Cristo probó su poder para hacer ambas cosas a la vez: perdonar y sanar. Las dos eran difíciles.

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