El compromiso con la libertad

Julio Ruiz

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El compromiso con la libertad

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El asunto acá es que a la hora de valorar la salvación que nos viene por la libertad con la que Cristo nos ha hecho libres, sepamos que ninguno de estos dos estados sirve para nada. Ni los legalistas o los que no lo eran podían abrogarse el derecho de ser salvos debido a su condición.

Cuando Cristo vino derribó la pared de separación que había entre ambos pueblos, judíos y gentiles, y el punto que más les separaba como lo era la circuncisión.

La mejor forma de entender esto es lo que el mismo Pablo ya dicho previamente: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).

Hay aspectos externos como los de la circuncisión que nada tiene que ver con la fe. Cristo vino a romper todas las barreras para darnos la auténtica libertad.

II. EL PASAJE NOS REVELA DOS VISIONES DE LA LIBERTAD

a. Una libertad sin ninguna la ley (vers. 7)

La presente pregunta nos revela lo que sucede cuando descuidados y no valoramos la libertad a la que fuimos llamados. Pablo fue un admirador de los juegos olímpicos; en varios de sus escritos él usa esta metáfora de las carreras.

Nadie mejor que él para saber que en la gran pista de la vida, los gálatas comenzaron a correr muy bien. Ellos tenían todas las condiciones para ganarse el premio. Pero alguien se encargó de ponerles tropiezo. Mis amados, nada es más frustrante y doloroso que tropezar en plena carrera.

Son muchos los creyentes que arrancan de esa manera. Corren bien, pero algo o alguien se le presenta en plena carrera y ya todo cambia. Pablo sabía que quiénes estaban haciendo esto con sus hermanos. Lo que él sabía era que “vosotros corríais bien”. Las enseñanzas y sana doctrina que recibieron salieron de él.

Ellos eran testigos de la demostración del poder del evangelio. En la vida espiritual encontramos las “piedras” que nos hacen tropezar, y los permisos que nosotros mismos nos damos para tropezar. Cuando un creyente acepta otro ofrecimiento fuera de su libertad, deja que otra cosa lo esclavice.

b. Una ley sin ninguna libertad (vers. 8)

Una ley que no ofrece libertad se llama “legalismo”. Las condiciones que le tratan de imponer al creyente libre son propias de aquellos que mantienen más los rigores de la ley que la libertad a la que el Señor nos ha llamado. Este es el otro extremo que hay en la vida cristiana.

Si bien es cierto que no debo usar mi libertad como una ocasión para el libertinaje y con esto avergonzar a la gracia, tampoco debo dejar que siendo libre se me quiera imponer todo un sistema de códigos y prohibiciones que no son más que mandamientos de hombres.

La misma libertad que gozo en Cristo me conduce a vivir haciendo la voluntad de Dios y no la de los hombres. Pablo otra vez cuestiona la manera cómo aquel grupo llamado “judaizante” quería imponer a los hermanos una serie de normas y deberes de los cuales todos ya eran libres.

Por un lado, Pablo se dio cuenta que aquella persuasión para cambiar lo que ellos eran no provenía del Señor (vers. 8). Para hablar aún más de todo lo que esto significaba, Pablo usó la metáfora de la levadura, diciendo que con algo tan pequeño que ellos reciban, su libertad se ve contaminada. Esto hace el legalismo.

III. EL PASAJE NOS MUESTRA EL PROPÓSITO DE LA LIBERTAD

a. La libertad nos lleva a servirnos como hermanos (vers. 13)

Desde el capítulo anterior Pablo sigue trayendo el tema de la libertad. Allí nos hizo recordar que nuestra procedencia no es de la mujer esclava (Agar), sino de la libre (Sara). Pablo vuelve a enfatizar nuestra posición de libertad como el producto de un llamado divino.

A libertad fuisteis llamados” es el énfasis del texto. Sin embargo, el texto tiene dos cláusulas que determinan la razón de nuestra libertad. La una es negativa y la otra positiva.

Fuimos libres para andar en el Espíritu no para satisfacer los deseos de la carne. Esta es la más grande lucha de los que ahora somos libres. Esto significa que nuestra libertad tiene límites, sobre todo por nuestra naturaleza egoísta.

Y también que la libertad de la que ahora gozamos, en lugar de ser para nuestro consumo personal con las cosas que no agradamos a Dios, es para que sirvamos al cuerpo de Cristo.

Pablo nos deja en este texto la mejor manera para que usemos la libertad que ahora gozamos: “Servíos por amor los unos a los otros”. Esto no siempre sucede. Estamos tan metidos en nosotros que no hay tiempo para “los unos a los otros”. Pero este es el imperativo del texto.

b. La libertad nos conduce amar a nuestro prójimo (vers. 14)

Hasta ahora Pablo ha presentado toda una apología respecto a qué es la ley y para qué sirve. Ha explicado de distintas maneras las razones por la que ella fue dada en el Sinaí y su misión hasta llevarnos a Cristo.

Y como si se tratara de un predicador que va concluyendo su tema del cual ha hablado en distintas formas, ahora nos dice claramente que el resume de la ley es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Es algo extraordinario pensar que toda la ley, expresada en tantos mandamientos, y sobre todo en los diez más comunes, se pueda resumir de esta manera. Y fue esto lo que precisamente hizo Cristo.

Cuando se le preguntó acerca de cuál es el más grande mandamiento, de igual manera nos dejó este resumen (Lucas 10:25-28). Cuántos de nosotros sabíamos que hay tres grandes amores en nuestras vidas. ¿Cuáles son?

Primero, amar a Dios con todo; segundo, amar al prójimo; y tercero, amarnos a nosotros mismos. De estos tres amores, el amar a nuestro prójimo es la forma práctica de demostrar el amor que sentimos por Dios y el que sentimos por nosotros. Pablo dice que esta es la única deuda que debe tener el creyente (Romanos 13:8-10). Cuando amamos al prójimo, cumplimos la ley.

c. La libertad nos lleva a preservar la unidad (vers. 15)

No sabemos cuál era el problema al que Pablo se refiere en este texto, pero era obvio que los falsos maestros habían contribuido para traer desacuerdos acalorados y discusiones fuertes, tanto que el apóstol usa tres palabras que revelan aquel estado, donde el amor del cual termina de decir está lejos. Morderse, comerse y consumirse son propios menos de una iglesia que ha sido formada en la libertad con que Cristo la ha hecho libre.

De una cosa estamos seguros, en esas iglesias no había un ambiente de gracia, sino de carnalidad. En una iglesia donde los creyentes se tratan de esta manera, han dejado que la libertad se convierta en un libertinaje. Cuando Cristo oró para que sus discípulos fueran uno, su propósito era para que el mundo crea.

Una iglesia donde no reina el amor sino estas tres cosas no pueden bendecir a nadie. Quién va a querer ser parte de una iglesia donde los hermanos se pelean y no se aman.

“Bueno fuera que los creyentes se pusieran en contra del pecado en ellos mismos y en los lugares donde viven, en vez de morderse y devorarse unos a otros con motivo de diversidad de opinión diferente” (Matthew Henry). Cuando el amor es lo que reina en la iglesia nos besamos en lugar de mordernos.

CONCLUSIÓN:

Juan Pablo Tamayo, hablando de la libertad, ha dicho lo siguiente: “Nacemos sin que nadie nos consulte si queremos venir al mundo, y nos morimos sin que nadie nos pida permiso para llevarnos de la tierra. En casa nos gobiernan nuestros padres; en la escuela, los maestros; y en la calle, el gobierno.

La señorita suspira por casarse, para ser libre, y acaba gobernada por el marido y, veces, por la familia del marido. El muchacho ansía llegar a la mayoría de edad para librarse del dominio de los padres, y acaba gobernado por la mujer, los hijos y la suegra.

Nuestro cuerpo funciona, en su mayor parte, sin el concurso de nuestra voluntad; y nuestra mente inconsciente, la parte mayor de nuestra psique, está fuera de nuestro control.

No podemos hacer nunca lo que nos parezca, porque siempre estamos limitados por la presencia y los derechos (o los torcidos) de los familiares, los vecinos, del jefe o del gobierno.

Se hacen las guerras y revoluciones para “libertar” a los ciudadanos. Luego hay que volver a hacerlas para liberarse de los libertadores. La libertad es como las películas: linda y con un final feliz, pero todo es mentira.

La única libertad auténtica es la que tenemos en Cristo (Juan 8:32-36). Estad, pues, firmes en la libertad con la que Cristo nos hizo libres. Con esta libertad es nuestro compromiso. Vivamos libres para Cristo. Amen.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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Julio Ruiz
Autor

Julio Ruiz

Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. Otros 9 años los dedicó a pastorear en Vancouver, Canadá y los últimos 9 años en Columbia Baptist Church en su ministerio hispano, donde estuvo hasta agosto del (2015). A partir de octubre del mismo año (2015) comenzó una nueva obra que llegó a constituirse en iglesia el 22 de mayo de 2016 bajo el nombre de Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en la ciudad de Burke, Virginia. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá. Además de haber sido presidente de la convención bautista venezolana en tres ocasiones, también fue profesor del seminario teológico bautista. El pastor Julio por espacio de unos 18 años publica sus sermones y artículos por estos medios. Es casado con Carmen Almera Ruiz y tiene tres hijas y una nieta: Laura, Oly, Sara e Isabella. Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251-6590.

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