Inicio » Predicas Cristianas » Abraham y el evangelio

Abraham y el evangelio

Predicas Cristianas

Predicas cristianas predica de hoy: Abraham y el evangelio

Predica cristiana lectura bíblica de hoy: “...Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham…” Gálatas 3:6-7 

Introducción

Quisiera que empezáramos hablando sobre un hombre. Este hombre había llegado hasta la cima de su carrera. Tenía todo lo que podría haber soñado. Una gran casa, un auto una familia que lo quería y lo apreciaba.

Su oficina a diario era visitada por jóvenes empresarios que anhelaban recibir sólo un par de consejos de aquel que había logrado tenerlo todo en la vida. Cómo hizo para coordinar hogar y trabajo. Cómo hizo para crecer tanto y en tan pocos años. Como hizo para ser feliz y tener muchas riquezas al mismo tiempo.

Una noche, mientras manejaba su auto rumbo a su hogar no pudo evitar que se dibujara una sonrisa en su rostro, realmente había sido muy bendecido. Dios, a quien amaba desde su más tierna infancia lo había hecho prosperar en base al esfuerzo puesto en el trabajo que desempeñaba.

En la intersección de una avenida se detuvo por unos instantes hasta que la señal del semáforo cambiara de luz. La música distendía el ambiente y los asientos forrados de cuero lo ayudaban a relajarse aún más. Pasaron varios segundos antes que la luz verde se encendieran, lentamente empezó a acelerar y eso fue todo lo que recordaría de aquella noche cuando los oficiales de policía le preguntaron qué paso luego que despertó del coma en el hospital.

Lo que nuestro amigo no vio fue un automóvil que a todo velocidad se acercaba por el lado de la calle que él no miró y que se impactó directamente contra su coche, produciendo una serie de heridas graves en todo su cuerpo.

Ventajosamente, ninguna de estas heridas amenazaron su vida ni lo afectaron de tal manera que pudiese quedar paralítico o sin algún miembro de su cuerpo.

Lo que en cambio sí recordaba claramente como la luz del día y que no podía sacar de su mente era lo que pudo vivir en ese intervalo entre el accidente y el momento en que despertó.

Nuestro amigo había sentido que durante aquel tiempo Dios había hablado con él y que le había dado un mensaje que debía obedecer. Ni las convenciones de sus padres ni de su esposa y amigos lograron disuadirlo de que se trataba solamente de un sueño. Él estaba completamente seguro de que Dios estaba comunicándole aquellas palabras.

La rehabilitación duró varias semanas y si bien sus familiares, amigos y empleados iban a visitarlo continuamente, nuestro amigo tuvo suficiente tiempo como para reflexionar en aquellas palabras que Dios le había dirigido.

El mensaje era claro, pero cualquiera que lo hubiese escuchado inmediatamente la habría dicho que eso era una locura. No se inquietó. Meditó mucho en ello. Oro. Y finalmente decidió obedecer aquellas palabras. “Abandona tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te indicaré”.

Con esta pequeña trama he intentado traer a Abraham a nuestros días. Cómo sería él. Qué posición tendría. Cuán difícil habría sido para él tomar la decisión que debió tomar.

Los días que nos separan de Abraham son numerosos, pero tan solo quiero que imagines el impacto que pudo ser para él suponer la posibilidad de abandonar su seguridad y salir para no volver jamás. En la actualidad los medios de comunicación nos acercan aún estando a miles de kilómetros de distancia. En aquel entonces el medio de comunicación más rápido era la caravana y por lo general avanzaba a una velocidad promedio de 12 kilómetros por hora.

La posibilidad de alejarse de su tierra y de su familia implicaba virtualmente la posibilidad de no volverlos a ver nunca más y en efecto Abraham nunca más volvió a ver a sus familiares. Pero esto quizá no era tan grave como el hecho de que a Abraham no se le decía a dónde debía ir. Simplemente se le decía: ve al país que yo te indicaré. Sin embargo con su actitud Abraham nos enseñó algo que lógicamente hoy en día está fuera moda: la obediencia.

Si Abraham, ante las palabras de Dios decidía no obedecer o defender su autonomía y su independencia, su libertad de pensamiento y su libre albedrío, Dios simplemente hubiese buscado otra persona dispuesta a someterse a su voluntad para hacerlo partícipe de sus bendiciones. No habían seguridades o certezas. No habían seguros ni promesas del tipo: “Si no se siente conforme le devolvemos su dinero”. Solo había una garantía para aquella promesa: Que quien hacía esa promesa era Dios.

Abraham se tomó su tiempo pero al cabo del mismo él obedeció. No hizo preguntas. No pidió garantías. Solo obedeció.

Hoy en día Abraham es ejemplo y padre de todos aquellos que son pueblo de Dios, porque obedeció. Las bendiciones es siempre esquiva a quienes desobedecen. La bendición nunca alcanza a quienes se esconden de Dios.

La obediencia guarda siempre tras de sí la bendición de nuestro Dios. Pero la obediencia a nuestro Dios siempre implica sacrificio. Recordemos que en el Antiguo testamento, Samuel compara al sacrificio con la obediencia. La segunda es más importante que la primera dice Samuel y esto sólo puede ser así porque la obediencia es en sí misma un sacrificio. «¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice?

El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros» . Pablo nos lo repite en Romanos 12:1-2 donde nos dice: “…Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta…”

Sin embargo, es ese mismo sacrificio el que esconde tras de sí la bendición de nuestro Dios. Cristo decía que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna” y esto debemos relacionarlo con el hecho de que necesitamos morir a nuestras aparentes libertades para poder recibir el fruto de la verdadera libertad que nos brinda nuestro Señor.

La obediencia implica sacrificio, pero el sacrificio, cuando es por causa de Cristo siempre trae consigo bendición.

“¡Escucha! […] el agua que se estanca se corrompe; podría librarse de su podredumbre corriendo nuevamente! ¡Pero de otro modo es incurable!”

“¿Y el oro y la plata? ¿No serían polvo vil si no hubiesen salido de sus yacimientos? ¿Y el armonioso laúd? ¡Ya sabes! ¡Sólo sería un pedazo de leño si el obrero no lo arrancase de la tierra para darle, forma!”

Somos como yacimientos de agua, si vivimos sólo para nosotros y hacemos todo sólo para nosotros, estamos estancados e irremediablemente nos llenaremos de la podredumbre del egoísmo y el resentimiento, pero si dejamos obedecemos a Dios y permitimos que Él nos uso para su servicio, obedeciéndole en todo cuanto nos pide, seremos un manantial de aguas cristalinas muy querido y buscado por todos.

Pero Abraham no solo es ejemplo de obediencia, lo es también de confianza en Dios. Aquel que obedece a Dios es porque confía en él. Si por un lado la fe significa obediencia, por el otro, significa confianza.

8 Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, 10 porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. 11 Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa.

Abraham confió en Dios porque sabía que Él era capaz de cumplir lo que le había prometido. Dios, a lo largo de la vida de Abraham, le demostró que el era fiel y que sus promesas aunque tardasen, no serían incumplidas. Nosotros hoy en día, podemos decir que hasta aquí, hasta este momento y hasta este lugar, más allá de lo que pueda ser de nuestros problemas y dificultades, más allá de las adversidades que como grandes nubarrones se acerquen hasta nosotros podemos con toda lo confianza que el recuerdo que tenemos del pasado nos da: EBEN-EZER, esto es “HASTA AQUÍ EL SEÑOR NOS HA AYUDADO” . TÚ HAS SIDO MI SOCORRO […] A TI ESTÁ APEGADA MI ALMA [Y] TU DIESTRA ME HA SOSTENIDO .

Yo lo puedo decir de mi propia vida por las innumerables veces en que la muerte ha parecido reclamar mi vida pero mi Señor me ha cuidado. Cuando tenía 11 años, viajábamos una ocasión a Otavalo, y en el viaje tuve sueño. Me recosté a todo lo largo del asiento de atrás y me dormí. Soñaba que hacía un circuito eléctrico. En un momento ese circuito, en el sueño estallaba y asustado me desperté y me levanté inmediatamente. No pasaron 15 segundos y auto fuera de control se estrellaba contra el lado izquierdo del auto justo donde ya había puesto mi cabeza.

En otra ocasión viajábamos de regreso a Quito y se había decretado un paro de indígenas por lo que se podía ver piedras por todos lados, nuevamente, me quedé dormido en la parte trasera del vehículo y me dormí. De momento, el carro frenó violentamente, por lo que yo a manera de juego me caí en del asiento hacia el piso del auto. En ese mismo momento una piedra del tamaño de mi cabeza atravesaba el vidrio trasero hasta llegar al lugar donde yo había estado.

En otra ocasión se nos vino un trailer encima. Recuerdo que estaba mirando por la ventana y algo empezó insistentemente a decirme que mirara al otro lado. Cuando volteé a ver vi ese trailer que se veía contra nosotros e instintivamente me cubrí. Aquella vez, lo el auto tuvo mucho que ver con el hecho de que no nos mataran. La carrocería fue lo suficientemente resistente como para resistir el impacto de un trailer y permitir que saliésemos todos con vida y sin ningún rasguño.

Cuando niño recuerdo que tuve una enfermedad de la que me decía que lo más posible sería que no saldría vivo. Contra los pronósticos de los médicos sobreviví y aquí me tienen. HASTA AHÍ EL SEÑOR ME SOCORRIDO. Por eso para mi no hay verso más hermoso que aquel que dice: “Porque estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni potestades ni lo presente ni lo porvenir, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada no podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor Nuestro” .

Abraham confió en Dios e hizo lo que él le dijo que hiciera porque sabía que Dios era fiel y poderoso para cumplir con lo que había prometido. ¿Acaso habrá algo que sea difícil para Dios? Por el contrario Lucas 1:37 nos dice que “nada hay imposible para Dios”. Nuestra misma vida puede estar llena de momentos en los cuales Dios ha mostrado que su fidelidad nos ha sostenido. Como dice el himno:

Oh Dios eterno tu misericordia Ni una sombra de duda tendrá Tu compasión y bondad nunca fallan Y por los siglos el mismo serás. Oh tu fidelidad, oh tu fidelidad Cada momento la veo en mí Nada me falta pues todo provees Grande Señor es tu fidelidad.

El nunca te fallará. Y, como dice el Salmo 27:10, “Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo el Señor me recogerá”. Es tan abrumadora la evidencia de la fidelidad de Dios en nuestras vidas que quien la comprende no puede sino sólo confiar en Dios.

Recuerdo que alguien me envió en cierta ocasión un mail en que se narraba la historia de una niña que durante toda su niñez había visto el maltrato que físico y emocional que se daban continuamente sus padres, hasta que en un momento llegó a tal punto el maltrato que fuera de sí, el hombre había matado a su mujer. La custodia de la niña la tomó una familia cristiana.

El primer día que la llevaron a la escuela dominical trataron de explicarle quién era Jesús. Le mostraron una gráfica y ella inmediatamente la niña señaló la imagen de Jesús y emocionada. La profesora contrariada le preguntó si lo conocía y la niña dijo sí, cuando mis papas se peleaban el siempre estaba conmigo. No se si sea cierta esta historia, pero lo que sí se es que a nuestro lado siempre esta él llorando con nosotros y riendo con nosotros. Hemos sido adquirido a precio de su propia vida y por ello el jamás nos dejará. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él y Él hará .

Pero la fe supera la confianza. Y Abraham nos lo demuestra en su vida por medio de su dependencia de Dios. La fe es además de obediencia y confianza, dependencia de Dios.

Abraham pudo deshacerse de sus pertenencias y de su familia, de su estatus y de su comodidad porque dependía de Dios. Porque Dios lo perdonó cuando en ocasiones ponía en riesgo los planes de Dios. Como por ejemplo cuando con torpeza decidió divorciarse momentáneamente de su esposa Sara por temor a que lo mataran por ella. El decir: Di que eres mi hermana, en aquel tiempo significaba legalmente, estamos divorciados. Los hombres al verla la querían para sí, poniendo en juego de esta forma, la propia promesa de Dios. Pero Dios salía en rescate de Sara por el hecho de que amaba a Abraham por cuanto este dependía de Dios.

Abraham no se aferró nunca a nada de lo que este mundo le daba, y ni siquiera se aferro a nada de lo que Dios mismo le había dado. Sino que siempre dependió de la misericordia de Dios. La dependencia es mucho más fuerte que la confianza pues implica verdaderamente vivir por y para Dios.

La dependencia es sabernos contentar sea que haya mucho o sea que haya poco. No hay otra forma de vivir para Dios de manera plena que por medio de la dependencia de Él. Pablo, sabía esto y por ello siempre hablaba de no depender de nuestras obras, no depender de nuestro dinero, no depender de nuestras oraciones, de nuestra fe o de nuestros dones, sino que siempre en humildad depender de Dios.

Esto es la fe: dependencia de Dios. No es algo que poseamos… No es algo que nadie posea. Es algo que vamos logrando cada día. Por eso Pablo dice: “no pretendo haberlo alcanzado, pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” .

Hermanos, la obediencia trae bendición, pero la obediencia requiere confianza. Fortalezcamos nuestro confianza conociendo más a aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Aprendamos a confiar en Él pero por sobre todo: aprendamos a depender de Él, pues esto se da como resultado más sublime de nuestra obediencia.

Que Dios os bendiga y guíe para poner en práctica lo que habéis aprendido.

© Pablo Morales. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones .. Predicas Cristianas

Deja un comentario