Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Predica de Hoy: Contentamiento vs. Conformismo
Introducción
El discurso del mundo se enfoca en el éxito, la riqueza y la felicidad… a toda costa. Quien pretende el éxito a toda costa sacrifica su felicidad en el camino. Quien trabaja para alcanzar la riqueza a toda costa, sacrifica el éxito en diversas áreas de su vida y, por lo tanto, su felicidad.
Ante esta presión, se precisa hablar sobre el conformismo y el contentamiento. El conformismo se asocia comúnmente a la falta de iniciativa, de ambición por alcanzar nuevas metas o es simplemente indiferencia hacia todo. Mientras que el contentamiento es un valor originado en el agradecimiento a Dios por lo recibido.
Existe una diferencia notable entre conformismo y contentamiento que les animo a que juntos lo evaluemos.
CONFORMISMO ES MEDIOCRIDAD
Según el Diccionario de la Real Academia Española el conformismo es la práctica de quien fácilmente se adapta a cualquier circunstancia de carácter público o privado.
El conformista ya no ve ni el futuro para anhelar lo que ha de venir o por lo que ha de luchar, ni el pasado para agradecer todo lo que ha recibido en la vida, por lo tanto, su presente se vuelve insípido y carente de iniciativa.
La persona conformista se caracteriza por aceptar todo aquello que le sucede independientemente de que sea negativo o positivo y no hace nada para luchar en contra de lo que no le guste o satisface. De ahí que el conformismo se vea como una actitud de resignación.
Hay una diferencia entre resignación y aceptación. Resignarse es rechazar la idea de seguir luchando por lo que quiere y se mantiene conforme con lo que vive. Mientras que la aceptación es el entendimiento de los cambios presentados en la vida de la persona, tomarlos como nuevos puntos de partida y no como trabas que imposibilitaron el crecimiento del ámbito que se desea.
Muchas veces el conformismo también tiene que ver con el miedo o la inseguridad a perder el lugar social que uno ocupa, a no querer cambiar por encontrarse en un lugar seguro, a no buscar más triunfos o logros porque los que uno posee ya le alcanzan para llevar una vida más o menos normal [1].
Por lo tanto, el conformista se resiste al cambio y prefiere permanecer en un punto de confort. Y ese apego a lo conocido conduce al estancamiento. Nunca piensa en mejorar, en salir adelante. Tienen temor al fracaso, en comenzar algo y no terminarlo.
La frase favorita de los conformistas para justificar su actitud es: “para que quiero más, si con lo que tengo me alcanza y me sobra”, aunque normalmente ni le alcanza ni mucho menos le sobra. Otra expresión es: “yo no soy ambicioso”, la realidad es que le teme a ambicionar o desear algo y no poder alcanzarlo, porque son dominados por el temor al fracaso.
Si en el orden personal, familiar y social es peligroso el conformismo, en el orden espiritual es mucho más peligroso, porque lleva al creyente a la mediocridad espiritual y a estancarse en su relación con Dios.
Por lo tanto, no nos desanimamos. Y aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando de día en día. (2 Corintios 4:16 RVC).
Este versículo nos advierte en contra del “conformismo espiritual”. Para Pablo la relación con Cristo consiste en la recepción de nuevos recursos espirituales cada día (Romanos 12:2; Tito 3:5). El cristiano está constantemente creciendo, no hay lugar para el conformismo. La biblia dice que “la senda de los justos es como la aurora: ¡su luz va en aumento, hasta la plenitud del día!” (Proverbios 4:18 RVC).
CONTENTAMIENTO ES FELICIDAD
Quien tiene contentamiento, sabe ser feliz cualquiera que sea la situación, porque su felicidad se basa en Dios y en lo que él es, y no en lo que tiene. Está agradecido de Dios por lo que ha recibido. “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.” (Filipenses 4:11).
Quien tiene contentamiento goza de paz interior porque su seguridad no depende de lo que tiene o deja de tener, sino en su relación personal con Cristo. “Sean vuestras costumbres sin avaricia, CONTENTOS con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.” (Hebreos 13:5).
Quien tiene contentamiento tiene iniciativas y aspiraciones de alcanzar nuevas metas y crecer en su servicio y relación con Dios y las demás personas.
Quien tiene contentamiento tiene anhelos en la vida, anhela ser un mejor esposo (amor ágape); anhela agradar al Señor en todas las áreas de su vida (compromiso con Dios); anhela mejorar su negocio para tener más dinero con el que pueda ayudar más a otros (no lo domina la ambición y la avaricia); anhela llevar el evangelio a las personas que necesitan conocer a Cristo como Señor y Salvador (visión de reino), en fin, anhela ser un siervo (sujetos a los intereses de Dios), porque su meta es ganar a Cristo.
Quien tiene contentamiento puede vencer la tentación de amar el dinero y las cosas materiales, la codicia, la avaricia y el orgullo y todo lo que este mundo ofrece como éxito pasajero.
Quien tiene contentamiento disfruta del gozo de compartir con otros lo que tiene, siempre buscando la forma de bendecir a los más necesitados.
Cuando se disfruta de contentamiento no se necesita perseguir la felicidad, porque se vive en un estado de plenitud al entender que nuestro mayor éxito, riqueza y felicidad es Dios. Porque en Cristo estamos completos (Colosenses 2:10).
La felicidad nos es un futuro lejano, es una realidad vivible en Cristo, cuando aprendemos a vivir satisfechos y agradecidos por lo que Dios nos da disfrutamos de felicidad. Dios enseña en su palabra a estar contentos y agradecidos por el presente que vivimos y confiados en que en Cristo el futuro está garantizado.
Aprendamos a ser feliz hoy disfrutando nuestra relación con Dios como la más grande divisa que podemos tener como cristianos. Y cuando las circunstancias externas nos quieran encerrar en el conformismo o la ambición, entonces:
- 1. Pongamos atención en todo lo que tenemos y no prestemos tanto interés a todo aquello que nos falta.
- 2. Celebremos los éxitos y demos menos importancia a los fracasos.
- 3. Vamos a agradecer a Dios por siempre estar con nosotros y también a nuestros familiares y amigos por estar ahí de un modo incondicional.
- 4. Aprendamos a ser dueño del tiempo y no un esclavo de este. Démosle prioridad a lo que realmente lo merece.
CONCLUSIÓN
Hay una verdad que puede cambiar totalmente nuestra vida: “Dios y lo que Dios me da, es todo lo que necesito.”
© David N. Zamora. Todos los derechos reservados.