Por qué te abates, oh alma mía

2. “¿Dónde está tu Dios?” (vers. 3b).

Esta pregunta que hacían sus adversarios tenía que acentuar más el abatimiento de su alma. El salmista vivía oprimido por la gente que se burlaba de él y lo ridiculizaba al preguntarle qué había pasado con el Dios de su paz y de su confianza.

En una crisis del alma es donde se pone a prueba el temple del cristiano. Y si alguien no es capaz de soportarla, sino que la exterioriza con los que no saben de las bondades divinas, entonces el reproche a su fe aumentará su dolor.

Cuando un creyente está deprimido lo último que quisiera es que alguien se burle de él preguntándole dónde está el Dios del cual habla y a quien adora. Algunos como si fueran enviados del mismo Satanás vienen, a lo mejor después de una gran pérdida, y te dicen: “A ver ahora que perdiste el trabajo ¿dónde está tu Dios? Ahora que tu hijo ha muerto ¿dónde está tu Dios? Ahora que has quedado solo ¿dónde está tu Dios?”. Y así, mientras la persona lo que más necesita es de consuelo, su abatimiento se acentúa. Ah, pero el creyente sí sabe dónde está su Dios, la fuente final de su consuelo. Él sabe que su Dios no se ha perdido.

3. “Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí” (vers. 7).

Aunque el salmista no vivió la misma experiencia de Jonás (2:3), su condición emocional y espiritual es como si anduviera en un descenso vertiginoso, que al ser echado en el “mar del abatimiento”, siente que todo lo malo de ese momento pareciera arrastrarle y llevarle de un sitio para otro.

¿Qué estaba pasando con el salmista? Él era la causa de sus propios males. Cuando le preguntamos a nuestra alma por qué te abates o te turbas dentro de mí, debemos hurgar en lo más profundo para descubrir que muchos de nuestros males tienen que ver con nuestra condición; que hay algo en nosotros que está impidiendo que Dios nos bendiga.

Si las “ondas y las olas” están pasando sobre nuestra vida, ¿por qué no buscar en el interior lo que está haciendo mal que retiene la bendición del Señor? Jonás sabía que él era el responsable que esas ondas pasaran por él. Dios no ha cortado su brazo para bendecirnos, pero nuestros pecados pudieran haber hecho separación entre los dos (Isaías 59:1-2). Algunos sufrimientos del alma los provocamos nosotros mismos. Por qué no buscamos en nosotros mismos.

III. EN ESTA PREGUNTA ENCONTRAMOS LAS TRES SALIDAS PARA EL ABATIMIENTO DEL ALMA

1. Esperar en Dios (verss. 5, 11)

El hombre que escribe este salmo está profundamente abatido, pero sabe que todavía no se ha terminado todo. Es por eso por lo que en medio de sus intrigantes preguntas, tales como: “¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?” vers. 9; o la misma pregunta de nuestro tema, él dice: “Espera en Dios porque aún he de alabarte”.

Hermanos aquí yacen todas las respuestas a nuestras desesperanzadas preguntas de por qué se abate nuestra alma. Alguien ha dicho que el camino para olvidar nuestras miserias es recordar al Dios de nuestras misericordias. Es cuando decidimos esperar en Dios tomando el camino correcto de regreso.

Cualquier otro atajo que se haga antes es invitar una derrota en la vida. No se anticipe a lo que ya Dios le tiene preparado. Aunque sienta que su alma está abatida, no haga nada que interrumpe el plan de Dios. Espere en él (Hebreos 11:1). No ayude a Dios en su plan. Isaías 28:16 dice que él que cree, no se apresure. El diablo trabaja a corto plazo, más Dios quiere que esperemos en él, a largo plazo. La espera en Dios no nos deja sin respuestas.

2. Confiar en sus misericordias (vers. 8).

Cuando el desánimo se ha apoderado de nosotros nada será mejor que afirmar el gran amor que Dios nos tiene vers. 8: “De día mandará el Señor su misericordia…”. Note lo extraordinario de esta oración. La Biblia relaciona las misericordias de Dios con las mañanas. Ya el profeta de antaño había dicho: “Porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana…” (Lamentaciones 3:23).

¿Por qué esta aseveración? Porque se trata de una provisión oportuna, tempranera, antes que comencemos el día. Bien pudiera usted estar pasando por un estado de desánimo, e incluso de depresión de acuerdo con el tono de este salmo, pero nunca faltarán las misericordias del cielo. En los versos 5 y 11 el salmista llama a Dios como “salvación mía y Dios mío”.

De manera que, aunque en sus preguntas pareciera sentirse abandonado por su Dios, nunca deja de creer en la soberanía absoluta de Dios sobre toda su adversidad. Pudiera ser que “tus ondas y tus olas” pasen sobre ti, pero tus misericordias están presentes.

Pudiera ser que “ande enlutado por la opresión del enemigo”, pero de “día mandará el Señor sus misericordias”. Pudiera ser que algunos me pregunten: “¿Dónde está tu Dios?”, pero de “día mandará Jehová sus misericordias”. He aquí la medicina para mi alma abatida.

3. Canto en la noche en lugar de lágrimas (vers. 8).

La otra parte de este texto dice: “Y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida.”. ¿Siente usted que su alma está abatida y turbada? Entonces, levántese en alabanzas a su Dios. Ninguna medicina cura más rápido el desaliento en un cristiano que el sacrificio de la alabanza que traemos al caer la noche.

¿Por qué el salmista habla de una alabanza por la noche? Porque si hay alguna hora cuando el desánimo, la soledad y la melancolía trabaja más, es por la noche. Cuando nuestra alma está abatida y turbada, nada le hace más bien que cantarle al Señor. Pablo y Silas estaban presos por causa del Señor. Aunque era cierto que sus almas pudieron estar atribuladas por la opresión del enemigo, ellos “cantaban himnos a la media noche” (Hechos 16:25).

El salmista está buscando una esperanza llena de júbilo. Por lo tanto, esta es una oración-canción y una canción-súplica, una canción al “Dios de mi vida”. Es decir, una canción rogando por su vida. ¿Sabe usted cuánto poder hay en la alabanza y en la oración? Capaces de vencer a un ejército.

Por qué cree usted que en el libro de Job se pregunta: “¿Dónde está Dios mi Hacedor, que da cánticos en la noche…?” (Job 35:10). Porque en la canción de la noche solo Dios es el canto. Se cantará de su amor y de su obra.

CONCLUSIÓN:

Apreciado hermano, ¿por qué te abates? ¿Por qué estas turbado? ¿Por qué andas como enlutado todo el día? ¿Dónde está el Dios todopoderoso que cambió tu vida? ¿No te ha declarado su amor eterno? ¿Acaso no te ha dicho que el no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse? ¿Por qué te abates? ¿Por qué te turbas?

¿En quién has puesto tu confianza? ¿Por qué temes lo que te puede hacer el hombre? Observa que el salmista después de predicarse así mismo dice: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.

Dios y solo Dios es quien transforma el abatimiento de tu alma. El salmista, a lo mejor pasando por una experiencia parecida, dijo: “Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu nombre” (Salmo 142:7).

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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1 comentario en «Por qué te abates, oh alma mía»

  1. Estimado siervo de Dios,con respeto y temor me dirijo a usted para comentarle que no es David el autor de este salmo. Un saludo, Dios le bendiga!!!!!

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