El mayordomo derrochador

2. La perspectiva incorrecta (vers. 3)

La parábola no lo dice, pero podemos deducir que este mayordomo tenía mucho tiempo trabajando para su amo. Cuando fue confrontado se dio cuenta era viejo para trabajar en otro lugar, por aquello que dijo: “Cavar no puedo y mendingar me da vergüenza”. La acusación contra este hombre fue dura: Eres un disipador de los bienes de tu amo.

La palabra “disipador” se emplea para describir a una persona que destruye y malgasta la hacienda. El término griego empleado aquí se puede traducir también para describir a una persona que dispersa, derrocha o malgasta los bienes. La verdad es que hay episodios en la vida cristiana donde descubrimos que hemos sido “disipadores” de los bienes recibidos.

Nos encanta repetir Filipenses 4:19 que dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria”. Pero al hacerlo nos damos cuenta de que estamos llenos de deudas. Y entonces, ¿qué pasó con nuestra fe, dirán los que están fuera de la iglesia? ¿Cómo alguien habla de “bendiciones” cuando está lleno de problemas financieros? Si no hemos sido buenos mayordomos no nos quejemos si esta promesa no es real. ¿Qué hacer entonces?

3. La perspectiva correcta (vers. 10)

Hay que ser fiel en lo poco. Cuando cumplimos con nuestros pequeños compromisos, entonces sí entramos en la dimensión de Filipenses 4:19. Si en lo poco he sido fiel, entonces debo saber que la despensa divina nunca se agota y por lo tanto está llena para bendecirnos. A Dios no le toma por sorpresa si la economía del país cambia para dejar de bendecirnos.

Para él no hay tal cosa como un lunes, jueves o viernes negro por la caída de los mercados bursátiles. De modo que Dios sí suplirá “todo lo os haga falta según sus riquezas en gloria”. Pero para ello debemos tomar las acciones debidas, usando la palabra de Dios que está llena de preceptos adecuados para el buen uso de las finanzas.

Así que debemos administrar bien las finanzas para lo que nos haga falta, pero no para lo que no necesitamos. De la sagacidad de este mayordomo aprendemos que frente a las crisis debemos reajustar la economía. No se puede seguir con un mismo derroche cuando hay situaciones insostenibles. Lo que más nos conviene ahora es saber usar nuestra sabiduría y prudencia, apoyados en las promesas divinas.

III. DEBO HACER CAMBIOS PARA MEJOR LA MAYORDOMÍA

1. “¿Cuánto debes a mi amo?” (verss. 5-6)

El mayordomo de la parábola fue tratado como un hombre infiel porque no le había dado mucha importancia a lo que le fue encomendado administrar. Note que ni siquiera sabía cuánto le debían los deudores a su amo, por eso la pregunta, “¿cuánto debes a mi amo?”.

De esto se desprende que una de mis mayores responsabilidades en la mayordomía es asegurarme que nada ni nadie le deba al Señor. Observe cuánta era la deuda de todos los acreedores. Al parecer estos hombres eran ricos al observar las cantidades no canceladas.

Pero más rico era el dueño de quien este hombre es su mayordomo. La rapidez con la que este hombre le dio un giro al reproche recibido nos indica la importancia de nuestra responsabilidad de lo que somos mayordomos.

Rebajar la deuda a los deudores puso feliz al dueño, a los que debían y el mayordomo derrochador salvó su pellejo. Lo que este hombre hizo no es lo recomendable que debe hacer cada creyente, pero al final será mejor para que no se nos quite la mayordomía. El llamado de esta parábola es que no lleguemos a este extremo por ser mayordomos infieles.

2. No podemos servir a dos señores (vers. 13)

Al lector le parece muy extraña esta parábola. De hecho, está considerada como una de las más difíciles de entender, pero necesitamos tener el cuadro completo de lo que Jesús nos está mostrando. Y es por eso por lo que llegamos al versículo 13 que es como el corazón de lo que el Señor nos ha querido decir.

No es que Jesús esté en contra del dinero, sino de la acumulación y la manera cómo él puede gobernar la vida, quitándole el lugar a Dios. Su énfasis ha sido que determinemos quién ha de ser el señor de nuestras vidas. Jesús puso el ejemplo de administrar los bienes temporales frente a los bienes eternos.

Su juicio es que, si no somos capaces de administrar lo que Dios nos ha dado para nuestro propio bien y felicidad en esta vida, cómo nos dará el verdadero bien, que corresponden a los asuntos eternos. De acuerdo con este versículo, Jesús nos presenta la necesidad de ser auténticos mayordomos de su reino.

Su visión acerca del dinero es que debe estar al servicio del discípulo, para su bienestar y vida terrena; y no el discípulo al servicio del dinero. En esto debo aprender la astucia del mayordomo infiel.

CONCLUSIÓN

La aplicación que Jesús hace de la parábola es que si llegamos a ser fiel en lo poco (vers. 10), siendo buenos administradores de lo que hemos recibido, entonces el Señor nos dará cosas mayores donde seremos más fieles.

Que así como en las riquezas injustas, los hombres hacen sus amigos, nosotros los hijos de Dios, los que tenemos mejores razones, usemos las riquezas para traer gloria al nombre del Señor. Que lo primero que hagamos con los bienes recibidos es reconocer a quien pertenece todo lo que tenemos y ser fiel primero con él.

La razón por la que muchas veces no somos bendecidos por el Señor es por nuestra infidelidad en la administración de lo que Dios nos ha dado, sean bienes, tiempo, el cuerpo, la vida.

La perspectiva correcta de nuestras finanzas considera que Dios se acercará para pedirme cuenta de mi mayordomía. Jesús reconoció que mi fidelidad en el manejo de la mayordomía del dinero tiene mucho que ver con mi calidad de vida espiritual. Que no se nos acuse de haber disipado sus bienes. Que sea hallado fiel.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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