Predicas Cristianas | Central de Sermones
Textos Biblico: Éxodo 8:25-26, 28; 10:11, 24
INTRODUCCIÓN:
¿A quién representa el faraón, Egipto y Moisés en la Biblia? Una simplemente respuesta nos dirá que faraón es un tipo de Satanás, Egipto es el mundo que esclaviza y Moisés a Cristo el libertador. Curiosamente el faraón era el soberano y jefe supremo del antiguo Egipto. Pero también los faraones se consideraban hijos del dios del Sol. El poder del faraón era ilimitado.
Ellos podían imponer todo tipo de dominio sobre sus habitantes o sobre aquellos que lograban dominar; ese fue el caso de Israel. Dios había dado la orden que su pueblo le adorara, pero que lo hiciera fuera de Egipto, esas eran sus instrucciones (8:27).
Faraón, sabiendo que ya estaba destruido, comenzó a negociar con Israel su eventual salida comprometiendo seriamente la adoración a la que estaba siendo llamado el pueblo de Dios. Mis hermanos, Satanás siempre ha querido imponerse sobre la adoración a Dios. Él fue arrojado del cielo por querer usurpar lo que solo es un privilegio divino.
Desde entonces él ha querido mantener el control sobre la adoración a Dios porque haciendo eso distrae el servicio que los creyentes debieran darle a él. Y eso es lo que el faraón representa acá. Pero frente a tales pretensiones Moisés, que ya gozaba de un profundo respeto frente a Israel y el mismo Egipto, se va a parar muy firme exigiéndole al faraón que les deje ir con todas sus pertenencias con las que adorarán a su Dios en el desierto.
Moisés no negoció nada con faraón. Mis amados hermanos, el “faraón” de este mundo ha montado su estrategia para que el creyente no sea tan efectivo para Dios, llevándoles a unos cómodos arreglos. Sin embargo, y frente a la adoración que él ofrece, vamos a decir que iremos con todo en el camino a la tierra prometida a celebrar nuestra adoración al Señor.
Dios es digno de una adoración completa porque de él recibimos todo lo que tenemos. No podemos aceptar ningún tipo de arreglos. A Dios le pertenece todo. Tracemos nuestro plan a través de esta pregunta: ¿Cuál es la adoración sin condición según Moisés cuando se enfrentó a faraón y sacó a Israel de la esclavitud?
I. ES LA ADORACIÓN QUE DEMANDA SALIR DE EGIPTO
a. Egipto representa al mundo sin Dios (8:25).
Moisés estaba consciente de la abominación que representaba para los egipcios adorar a otro Dios que no fuera el de ellos. De allí que al hacerlo en Egipto estarían expuestos a la ira del pueblo mismo vers. 26. Pero lo era también para Israel. Aquel pueblo esclavizado por años supo de todos los dioses que adoraban los egipcios.
Observaban los ritos y las formas, así como a las distintas figuras a quienes ellos les rendían pleitesía, y ante quienes quemaban sus sacrificios. La decisión de Dios a Moisés planteaba la necesidad de adorarle en el desierto. Esto fue lo que Dios había dicho desde el principio: «Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le dirás: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios» (Éxodo 3:18).
De modo que frente a la petición de faraón de quedarse en su propia tierra para adorar a su Dios, Moisés se mantiene firme de hacerlo fuera de allí. Mis hermanos Satanás sabe que como ya no le pertenecemos quiere que hagamos concesiones para que sigamos en el mundo (Egipto). Pero no cedamos a sus pretenciones.
b. Egipto es un recuerdo de la esclavitud.
Egipto representa al mundo con sus pecados esclavizantes. Representa aquel estilo de vida gobernado por la carne, el pecado y el príncipe de las tinieblas. La pretensión del «faraón» es que podemos seguir adorando a Dios pero que no hay necesidad de salir de «Egipto». Tengo la impresión que algunos creyentes le han hecho caso a esta propuesta.
Como no puede arrebatar las almas, que ya han sido salvas, no le importa que los creyentes sigan adorando a su Dios con tal que no abandonen al «Egipto». Esta dicotomía de la vida hace que el creyente actúe de una manera dividida al momento de dedicar su vida al Señor.