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¿A Quién Oramos?

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Texto Biblico: Mateo 6:9-13

INTRODUCCIÓN:

Si la meta de estudiar la Biblia es para que el “hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:17), la oración tiene que ser el “combustible” que hace realidad este desafío bíblico. Hermano, ¿sabe usted orar? Quiero decir, ¿ha aprendido usted hablar con Dios? ¿Es su oración como la que describe el Señor en los vv. 5-7? ¿Cómo reaccionaría su esposa, esposo o sus hijos si cada vez que habla con ellos le dice la misma cosa? Sin menoscabo de lo que hacemos, tenemos que reconocer que algunas veces nuestras oraciones no se diferencian mucho de los rezos que se hacen en otras religiones. Le pongo un reto.

Evalúe su forma de orar y se dará cuenta que es la misma oración que ha hecho durante su vida como creyente. ¿Qué es lo que ha pasado entonces? Que nuestro hábito de oración pudiera ser tan pobre que no hay palabras nuevas y deseos nuevos para hablar con este Dios personal y que anhela tener comunión con todos nosotros. ¿Sabía usted que la oración del llamado “Padre nuestro”, del cual comenzaremos hablar hoy, vino como resultado de una petición que hicieran los discípulos a Jesús cuando uno de ellos dijo: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lc. 11:1). Cuando leo esto, me surge una pregunta lógica.

Si los discípulos le pidieron al Señor que les enseñara a orar, oyendo cómo oraba su Maestro, cuánto más debemos nosotros pedirle esto al Señor. Pues como alguien lo dijo: “Los discípulos no le pidieron al Señor que les enseña a predicar, sino a orar, pues haciendo esto, harían lo demás”. De la petición de los discípulos surgió el “Padre nuestro”, la oración jamás dicha antes ni después. Cualquiera, pues, que se arriesgue a usar esta oración modelo para algún fin particular, sin tomar en cuenta el sagrado y único propósito de Jesús de enseñarnos a honrar el Nombre de Dios, es una blasfemia. El único nombre a quien oramos se llama “Padre nuestro”. Un estudio profundo de este pasaje nos ayudará a orar mejor y amar más a nuestro Señor. ¿A quién oramos? Es la pregunta que responderemos hoy en las primeras siete palabras.

I. ORAMOS A DIOS COMO NUESTRO PADRE. “Padre nuestro…”

1. Dios como “Padre”.

Nuestro Dios es eterno y trascendente, pero ha sido conocido como Dios Padre. De esta manera tenemos que antes que se nos revelara como Hijo ya lo era como Padre. Él es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Esta es la verdad eterna y la base de nuestra doctrina. Ninguna declaración es tan poderosa en nuestra oración que aquella cuando decimos “Padre nuestro”. Pero esta es una verdad que debemos analizarla sin prisa. ¿Por qué decimos esto? Tome en cuenta lo siguiente. Cuando Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn. 1:26), se convirtió en el padre de toda la raza humana, la primera revelación que tenemos de la Trinidad. Pero cuando el hombre cayó en pecado, el hombre recibió un nuevo “padre” (Jn 8:44). Esto significa que no todos somos ahora hijos de Dios, sino creación de Dios. Así que la única manera de experimentar la paternidad de Dios es a través del nuevo nacimiento (Jn. 3:3,7). De esto se desprende que si no nacemos del Espíritu, y somos salvos por su gracia, no tenemos el derecho de llamar a Dios como Padre (1 Jn 3: 1-2). Solo un hijo llama legítimamente a su padre.

2. Cristo lo llamó “Padre”.

Para Israel el nombre Yahweh era absolutamente sagrado, de modo que usaban “Adonai”, que significa “Señor”. Fue por eso que cuando estaban en gran necesidad oraban a “Jehová jireh” (Gen. 22:14), que significa, “El Señor proveerá.” Si estaban ansiosos, ellos llaman a “Jehová-shalom” (Jue. 6:24), que significa “El Señor nuestra paz.” Si se sentían solos, o con miedo, podían llamar a “Jehová-Sama”( Eze. 48:35), que significa “El Señor está allí.” Si necesitan liderazgo, llamaría a “Jehová-rohi” (Sal. 23:1), que significa “El Señor es mi Pastor.” Si estaban enfermos, entonces llamarían a “Jehová-rafa” (Éx. 15:26), que significa “El Señor nuestro sanador”. Pero observe que cuando Jesús instruyó a sus hombres en la oración, él no les mencionó todos esos nombres tan complicados, sino que les dijo: “Padre nuestro”. Usted no tiene que usar esos nombres de Dios para impresionarlo cuando ora. Simplemente llámelo “Padre nuestro”. Observe lo siguiente. Solo en los evangelios de Mateo y Juan, Jesús llamó “Padre” a su Dios 159 veces. Llamar, pues, “Padre nuestro” a Dios nos produce seguridad. Y sobre todo, que ahora tenemos acceso a todo lo que él es y tiene para nosotros.

II. ORAMOS A DIOS COMO EL PADRE ETERNO. “… que estás…”

1. Un Padre con existencia propia.

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