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Cuando llegas al final de ti mismo

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas.. Texto Biblico: Salmos 23:4

Introducción

Se dice que el gran predicador inglés C.H. Spurgeon, quien dirigió multitudes a Cristo por sus sermones poderosos, sufría de ataques de melancolía. A menudo sentía como si nunca lograra nada en su vida. Frecuentemente en su jardín, levantaba sus manos a Dios y clamaba, “Señor, nunca te he deseado más, más mi espíritu nunca ha estado tan bajo. ¿Por qué me pasa esto?”

Lo más alentador para un cristiano es saber que le podemos expresar a Dios todo lo que queramos, sobre nuestros sentimientos de fracaso, debilidad y desánimo. Podemos contarle acerca de nuestra desesperación por nuestros pecados y errores insensatos y malas decisiones. Lo que nunca debemos dudar es la ayuda que viene de Dios. Jamás alimentemos la idea de que Dios abandona a sus hijos. Podemos atravesar por el valle de sombra y de muerte, pero nunca debemos perder la fe.

Decía David en el salmo del pastor “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:4).

Pablo reconoce que aun cuando somos portadores del conocimiento de Dios en el rostro de Cristo, seguimos siendo vasos débiles y frágiles. Sin embargo, la fortaleza que viene de Dios nos capacita para vencer los ataques del enemigo.

Como cristianos podemos estar acosados por problemas, pero no estamos aplastados ni vencidos. Podemos vernos en apuros, pero no perdemos la esperanza de que Dios nos sacará adelante. Aun cuando nos persigan por nuestra fe, Dios no nos abandonará nunca. Podrán derribarnos y abatirnos, pero no podrán destruimos interiormente. (2 Corintios 4:8-9 NTBAD).

No obstante, a esta verdad, podemos atravesar por momentos de desánimo. Podemos ser invadidos por pensamientos que neutralizan nuestra iniciativa de servicio en el reino de Dios. Podemos ser acusados constantemente por sentimientos de culpabilidad y de fracaso. Podemos incluso hasta perder la iniciativa, la pasión y el entusiasmo.

Confrontados por el desánimo

Muchas veces somos víctimas del desánimo. Permanece el llamado, el ministerio, el compromiso, pero el desánimo nos invade. Nadie, absolutamente nadie, está exento de desanimarse.

Quiero decirles que el desánimo es una de las armas más devastadoras que usa el diablo en sus ataques contra los cristianos que tienen hambre por el Espíritu Santo. Ha sido y es el arma preferida del enemigo por siglos contra los elegidos de Dios.

Desde el momento en que llegamos a comprometernos seriamente con las cosas de Dios — determinados a conocer a Cristo en su plenitud — Satanás se propone desalentarnos por medio de sus agentes demoníacos.

A Satanás le incomoda que profundicemos en el estudio de la palabra de Dios todos los días. Le incomoda vernos cambiar y crecer espiritualmente. Le incomoda vernos comprometidos con Dios y su iglesia. Le incomoda vernos vencer al mundo y las debilidades de la carne.

Sus ataques serán cada vez más directos e incisivos. No podemos ignorar su existencia ni sus ataques perniciosos. Es el gran adversario de la iglesia (1 Pedro 5:8). Es el que nos acusa día y noche delante de nuestro Dios (Apocalipsis 12:10). Es el que ciega el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4).

El apóstol Pedro nos advierte: “¡Cuidado con los ataques de Satanás, nuestro gran enemigo! Este, como león rugiente, anda siempre buscando a quién devorar. (1 Pedro 5:8 NTBAD). Pedro nos aconseja que ante estos ataques debemos mantenernos firmes en la fe. Confiando en el Señor. Sin olvidar que todos los cristianos podemos pasar por esto.

El Espíritu Santo obra a nuestro favor

Cuando estamos bajo el ataque del espíritu de desánimo, no sentimos ni deseos de orar, ni de leer la biblia, ni de cantarle al Señor. Que difícil se hace salir de estos momentos.

Hay un hombre en la biblia llamado Asaf, que llegó a tal extremo de desánimo y decepción en el servicio a Dios que llegó a decir “en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas. (Salmos 73:13-14).

Pero Asaf nos cuenta que la única manera que encontró para salir de su crisis fue entrar en el santuario de Dios (Salmo 73:17). No hay de otra mi hermano querido. No hay fórmula humana ni medida eclesiástica que nos saque del pozo de la desesperación.

Precisa en estos momentos hacer la oración de David “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Salmos 40:2).

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