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La Fe no Calcula: Confía

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: La Fe no Calcula: Confía          

Introducción

La semana pasada les hable acerca de que Dios sabe lo que le cuesta su obra. Hoy quiero usar el llamado del patriarca Abraham, para significar cómo espera Dios que respondamos a la inversión que él ha hecho en nosotros y calculemos lo que cuesta servir a Dios.

De la historia de este hombre se pueden aprender muchísimas cosas, pero apenas voy a significar dos de ellas:

I. Abraham nos enseña a distinguir la voz de Dios

En medio de una civilización pagana y politeísta (idólatra), Abram oyó la voz de Dios. La Biblia no deja claro como Abram llegó a conocer a Jehová. Lo cierto es que Dios en su soberanía y propósitos eternos lo llamó. Quizás en sueños, por algún profeta ignorado, por un ángel. “Dios le dijo a Abram” (Génesis 12:1 TLA).

Dios estaba llamando a un hombre que humanamente no tenía mucho que ofrecer: No tenía esperanza de descendencia (su esposa Sarai era estéril), no era uno de los más prominentes social o económicamente, pero a pesar de no tener nada que ofrecer a Dios, Abram acepta el llamado de Dios. Y dejándolo todo, se sujeta al programa de Dios.

Que importante es que hoy reiteremos que como cristianos debemos aprender a oír la voz de Dios y distinguirla de otras voces que escuchamos, como la voz del afán y la ansiedad (Mateo 6:33); las voces de los falsos maestros (2 Timoteo 4:1; 2 Pedro 2:1; Judas 1:4), la voz de lo pasajero que este mundo nos puede ofrecer (1 Corintios 15:33; Hebreos 13:5).

Hoy tenemos el privilegio de tener en nuestros teléfonos, la Palabra de Dios. Pero que difícil se nos hace leerla sistemáticamente y someternos a ella. Convertirla en nuestra regla de fe y conducta. “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22).

Pablo describiendo las características de los hombres de los últimos tiempos le advierte a Timoteo: “Porque llegará el momento en que la gente no querrá escuchar la verdad, sino que correrán en pos de maestros que les digan lo que desean oír. En vez de escuchar lo que la Biblia dice, correrán ciegamente tras sus errados conceptos. Por eso, mantente despierto, vigilante. No temas sufrir por el Señor. Gana almas para Cristo. Cumple con tus deberes.” (2 Timoteo 4:3-5 NT BAD).

II. Abraham nos enseña a darle a Dios el primer lugar

La fe de Abram lo llevó a la obediencia, y la obediencia lo capacitó para separarse de todo lo que para él tenía un valor extraordinario. De su experiencia aprendemos que la separación a la cual Dios nos llama implica renuncia, compromisos, pero incluye también promesas de Dios.

Dios le dice a Abram “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1). Dejar su tierra natal y su familia era una decisión muy grande, especialmente cuando se trataba de una sociedad tradicional, decisión que se ve muy diferente en nuestra cultura moderna que se caracteriza por su movilidad e individualismo.[1]

Abram debía separarse de tres elementos importantes en la vida de cualquier persona: fuera de su país (vivir como extranjero, lejos de su familia); lejos de la casa de su padre (fuera de la cobertura paterna); e ir a una tierra que en su momento dado Dios le mostraría. Es decir, dejar lo seguro por lo aparentemente inseguro, porque Dios nunca nos llamara a vergüenza.

Las condiciones de Dios a Abram fueron: abandono, renuncias, aceptación de lo desconocido. Pero en contraste con las demandas de Dios a Abram, están las siguientes promesas de Dios: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Génesis 12:2).

Primero, Dios haría de Abram una gran nación. Esto incluía la posibilidad de descendencia, hasta ahora ausente en Abram. Además, la palabra que se usa aquí para nación implica un territorio geográfico y unidad política y étnica.

Segundo, Dios iba a bendecir y engrandecer el nombre de Abram en medio de la humanidad de manera que se convirtiera en un hombre de bendición. En vez de ser olvidado al separarse de su tierra y de su familia, la bendición que Dios le entrega a Abram supera toda la riqueza que él pudo acumular y recibir como herencia, es una bendición universal porque en él “serán benditas…todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:3b). Promesa que se cumplió en Jesucristo.

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