Predicas Cristianas
Predicas cristianas predica de hoy: Mi doble compromiso espiritual
Predica cristiana lectura bíblica de hoy: 2 Corintios 8:1-5
INTRODUCCIÓN:
No tenemos que investigar mucho para encontrarnos que en este mundo, hay personas altamente comprometidas con aquello que lo consideran su pasión. Observen las horas que pasa un atleta practicando su deporte. Su vida está dominada por una estricta disciplina y amor por lo que hace.
¿Qué tal los políticos? Cuántos de ellos dedican su vida, tiempo, dinero y amistades para ocupar un puesto en ese mundo político. En esa misma dirección están los artistas. ¿Sabe usted de las horas de ensayos con su música y de los ejercicios para lograr un “hit” mundial?
Ahora mire los compromisos que imponen algunas religiones a sus seguidores. Para muchos de ellos, morir como una bomba humana, no solo es un honor, sino que es su más alto compromiso, pues esto plantea recibir “galardones” más allá de la tierra.
El movimiento radical islámico ISIS tiene como filosofía el compromiso de matar aquellos que se conviertan a otra religión como el cristianismo, pero también a los que ya son cristianos. ¿Tendremos creyentes comprometidos de esta manera?
No sé si sabía, pero los creyentes del primer siglo fueron gentes muy comprometidas. De ellos se ha dicho que “la sangre de los mártires fue la semilla del evangelio”. Pablo, no solo vivió esta experiencia que la registra en Gálatas 2:20, sino que elogia a los hermanos de Macedonia por su alto compromiso con el Señor y su obra.
Por cierto que cuando uno lee las características de esa iglesia, se pregunta: ¿Cómo pudo una iglesia tan pobre estar tan comprometida, según el testimonio que leemos en 2 Corintios 8:1-4? Ningún grupo impresionó tanto a Pablo como esta gente. Ellos llegaron a ser un verdadero modelo de lo que significa un compromiso espiritual.
Estamos viviendo un tiempo donde anhelamos este tipo de compromiso. El creyente moderno está tan comprometido con su trabajo, estudio, diversiones o deportes, que no hay un compromiso serio con el Señor y menos con su iglesia. La comodidad le ha dado un duro golpe a este deseo de un alma convertida. ¿De dónde viene el real compromiso del creyente consigo mismo y con la iglesia? ¿En qué consiste su secreto?
I. DARSE PRIMERAMENTE AL SEÑOR
1. Me doy primero a él por su gracia (v. 1).
He aquí el auténtico origen del verdadero compromiso espiritual. Si bien es cierto que los hermanos de Macedonia vivían en extrema promesa material, eran extremadamente ricos por la gracia que les fue dada. Esa gracia le fue dada por la elección del cual habían sido objetos, según el testimonio de Pablo en 1 Tesalonicenses 1:4.
El compromiso que estos hermanos adquirieron estuvo marcado por la elección previa. Esto es un distintivo de la gracia. El propósito de nuestra salvación no es solamente para que nos vayamos al cielo, sino para que nos comprometamos con el Señor.
Hoy tenemos tantos creyentes que viven “felices” por haber sido salvados, pero nulos en su compromiso con Aquel que les salvó. Observe lo siguiente. La gracia del Señor se manifestó en varios hermanos de Macedonia con los mismos resultados. Estando en filipos Pablo predicó, y la gracia alcanzó a una mujer llamada Lidia, la vendedora de púrpura.
El impacto de la gracia llevó a esta mujer a dedicar su talento y sus bienes al Señor. Lo mismo pasó en el carcelero de filipos (Hch. 16:14) Su transformación impacto a su familia (Hch. 16:30). La gracia nos lleva “primeramente al Señor”.
2. Me doy primero a él como nuevo dueño (v. 5).
La región de Macedonia perteneció al gran mundo griego cuyos habitantes tenían muchos dioses a quienes les rendían suprema adoración. La conversión a un solo Dios, planteaba un reto muy grande para estos nuevos hermanos. Los hermanos de Macedonia son un ejemplo que nos muestra claramente quién es el nuevo dueño de mi vida y a quien debo rendirle todo lo tengo.
En el texto hay algo muy curioso. Pablo sabía que esos hermanos podían hacer algo según sus posibilidades, pero él mismo reconoce que no fue “como lo esperábamos”. Las expectativas de Pablo fueron superadas grandemente, porque ellos “se dieron primero al Señor’. He aquí el verdadero secreto del compromiso.
Esto pudiera plantear la siguiente pregunta. ¿Será que la falta de compromiso en tantos creyentes de hoy se debe a que no hay una entrega al Señor? ¿Será que mi entrega es ante todo a las cosas que me dan placer? ¿Será que el Señor no es mi verdadero placer?
Los macedonios habían encontrado en Jesús un Dios que superaba a todos los dioses griegos juntos. Esto explica la actitud de estos hermanos en los primeros versículos. Si me entrego primero al Señor, entregaré el resto.
3. Me doy primero a él en total consagración (v. 2).
Si bien es cierto que en este pasaje se observa una ofrenda con mucho sacrificio de parte de los hermanos de Macedonia, pues dieron “con forme a sus fuerzas y más allá de sus fuerzas”, la ofrenda mayor fue la de entregarse primero al Señor. En esto encontramos una consagración total. Todos nosotros debiéramos revisar si nuestra consagración a Dios ha sido total.
Hay una gran diferencia entre vivir en total consagración para el Señor y en vivir en total consagración satisfaciendo mi propio ego. Los hermanos macedonios no vivieron para sí. La consagración al Señor fue sincera.
Cuando uno observa este pasaje con mucho cuidado, pronto descubre lo que en verdad significa consagrarse al Señor. Quizás nosotros, por vivir un cristianismo tan distinto y algunas veces tan superficial, no nos percatamos de lo que era sufrir al momento de entregarse al Señor en ese tiempo.
La oración “en grande prueba de tribulación”, puede ser una referencia a su sufrimiento por Cristo. ¿A qué se exponía un creyente en ese tiempo? A ser echado fuera de la sinagoga si era judío y proscrito de la sociedad si era pagano. Era puesto preso, golpeado con azotes; a menudo ejecutado, quemado y atravesado con espada. Ve usted la diferencia con nuestro evangelio hoy.
4. Me doy primero a él libremente (v. 3).
Estamos viendo en este tiempo como los comerciantes del evangelio están manipulando las Escrituras para sacar provecho y saciar sus intereses. Por doquier se levantan aquellos que en “nombre” del Señor están presionando a los creyentes a tomar decisiones y darles lo que muchas veces no tienen.
Basados en una oferta de las promesas divinas coaccionan a los incautos creyentes a dar para engordar la “chequera de Abraham”, según suelen hablar muchos de los andan en tales prácticas. Vea usted la diferencia de los hermanos de macedonia. Su compromiso no fue por una presión. Pablo no los presionó hacer algo que no podían.
En más, él estaba sorprendido de la forma cómo ellos habían tomado el asunto de dar. Los hermanos de macedonia se sentían libres, aunque eran pobres, para dar. Ellos no vinieron a Dios por compulsión. Nadie les obligó hacer las cosas.
Pablo dice que ellos dieron “consagrado… conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas”. El verdadero compromiso espiritual es el que obra con un sentido de libertad. Nadie trabaja en la obra del Señor como una carga que le ha sido impuesta. Cuando es así, no hay gozo en lo que hacemos.
II. DARSE EN SEGUNDO LUGAR A LA IGLESIA
1. Primero al Señor y luego a la iglesia.
Hay un concepto moderno que dice: “Cristo sí, iglesia no”. Tengo la impresión que algunos creyentes le han hecho caso a ese slogan. Después de que un verdadero cristiano se ha entregado al Señor, el siguiente acto inmediato debe ser, entregarse a su iglesia donde ha creído. Se nos dice que Pablo se unió inmediatamente a sus hermanos después que creyó (Hch. 9:19).
Nada es más importante para el verdadero desarrollo del creyente que la comunión de los santos. ¿Cómo hacer esto? Bueno, como lo hicieron los hermanos de Macedonia: “Se dieron… luego a nosotros”. Esto significa entregarse a sí mismo. Note que esta frase no significa el nombre ellos, su dinero, sus profesiones o sus dones y talentos.
La idea de este texto es una entrega con toda la fuerza y peso de su influencia, así como la persona misma con sus habilidades, a la iglesia del Señor. ¿Es mucho pedir esto? Amado, si usted no lo había entendido, hágalo ahora. Desde el momento que usted se entregó al Señor, también se entregó a la iglesia. La iglesia no es una opción para el creyente. Cuando me entregué al Señor, me casé con su iglesia. ¿Por qué hay creyentes que no les importa la iglesia?
2. Mi presencia es necesaria (He. 10:).
Este texto nos recuerda que hay hermanos que dejan de congregarse. Algunos lo hacen porque el trabajo que tiene lo ha conducido a eso. Para esos hermanos, que anhelan congregarse, vaya mi palabra de ánimo y mi oración para que el Señor les provea de otro trabajo.
También algunos han dejado de reunirse por motivos de enfermedad. Que nuestro Señor les acompañe. Pero voy a referirme a esos hermanos que cualquiera excusa para ser validad para no asistir a culto del Señor. Son hermanos para quienes la iglesia no es su importancia.
Ellos están en los que dicen: “Cristo sí, iglesia no”. Si no lo sabía cuando esté delante del Señor será duramente reprendido y no habrá galardones para su vida, pues escogió vivir un cristianismo sin la comunión de los santos. Los hermanos de Macedonia se entregaron al Señor, pero también a la iglesia.
Fue a través de ellos que Dios despertó el deseo de ayudar a los hermanos de Jerusalén, aunque ellos necesitaban ser ayudados. Aquí habrá que decir algo que puede ser duro. Pero alguien que llamándose creyente deliberadamente no le importa su iglesia, y cualquier excusa la considera válida para no asistir, habrá mucha duda si es un hijo de Dios.
3. Mayormente los de la familia de la fe (Ga. 6:10 ).
¿Por qué soy miembro de la iglesia? Cuando me hago miembro de la iglesia me constituyo en el representante de la Novia del Cordero, la Esposa de Cristo. Eso significa que mis acciones sirven para bien o para mal al testimonio de la iglesia.
Por otro lado, el deber de todos los miembros de la iglesia es ayudar y consolar los unos a los otros. Esta es una verdad bíblica olvidada. Le aseguro que si a usted no le importa mucho congregarse, tampoco le importará el bienestar de sus hermanos.
Somos, por lo tanto, llamados a consolar a los que lloran, a auxiliar a los que requieren de un consejo y de una orientación. Mi deber es socorrer al necesitado y estar pendiente de aquellos que están en sus necesidades para visitarles, llamarles y socorrerles.
Solemos decir: “Cuando un miembro del cuerpo se duele, todo el cuerpo se duele con él”. ¿Será esto una realidad en mi vida? ¿Qué tanto me importan los miembros de la iglesia? Que contundente son estas palabras: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”.
4. Obreros comprometidos (2 Cor. 8:18).
Este mismo pasaje resalta no solo el trabajo de los macedonios como modelo de compromiso, sino también a un hermano “cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias”. No se sabe quién fue, pero Pablo hace mención especial de este obrero como alguien que se comprometió con el Señor, pero también con la iglesia. Estos ejemplos nos indican que todo miembro de la iglesia debiera procurar entregarse a ella en el sentido de hacer su propia parte en la vida de la iglesia.
Qué vergüenza para el miembro de la iglesia que no sabe qué hacer dentro de ella, que ni siquiera es generoso con su bolsillo, ni pone sus manos para el servicio, ni es sincero con su corazón, ni habla a otros de Cristo.
Nadie puede hacer todo, sino que cada quien ha de tomar su lugar y su puesto, pues todo aquel que no está haciendo algo, se constituye en un zángano en la colmena en lugar de las “abejas obreras”, las que siempre están trabajando para producir la miel que de tanta bendición ha llegado a ser.
Nada debiera darle más placer a un creyente que servir al Señor a través de la iglesia. Pero nada debiera darle más vergüenza que vivir como un zángano en la “divina colmena”. ¿Es usted un obrero comprometido? ¿Ya dejó de trabajar en la iglesia? ¿Qué tanto ama a su iglesia?
CONCLUSIÓN:
Si usted ama a Cristo el resultado directo sería amar también a la iglesia. No se concibe amar a Cristo, pero apreciar a su iglesia. Nosotros debemos amar tanto a la iglesia, y velar por ella, porque se nos dice que Cristo la amó tanto, que dio su vida por ella.
Mire lo que Pablo nos dice del amor de Cristo por la iglesia, según Efesios 6:25-27. Hubo una entrega por ella, pero también un propósito: “Presentarla sin mancha y sin arrugas”. Si me comprometo con Cristo, también me comprometo con su iglesia.
Es hora de entender y vivir este doble compromiso espiritual. El amor a Cristo se mide por el amor a la iglesia. ¿Esa así mi amor por ella? ¿Estoy seriamente comprometido con la iglesia como lo estoy con el Señor?
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Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA