Cuando el Señor nos habla

Jose M. Vallin

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El temor de Dios - Parte I

Cuando el Señor nos habla

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La mejor ofrenda es tu servicio a la obra

Vino todo varón y mujer a traer su ofrenda” (vers. 22). Lo hicieron conforme al sentir de su corazón, sin importar su valor o cuánto debían trabajar para lograrlo. Pues cada uno de ellos había sido tocado. Había sido estimulado por Dios para que con un corazón alegre trajeran sus ofrendas. Ya lo había dicho Jehová en su mandato y lo confirma en el Nuevo Testamento. “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).

La mejor ofrenda es tu servicio a la obra. Pero cuando te presentas ante el altar de Dios a traer tus ofrendas debes hacerlo de esta forma. Debes hacerlo con alegría de corazón, para que esta ofrenda sea aceptada, y de perfume grato en los cielos.

No debes ofrendar pensando en tu necesidad, o creyendo que se trata de una simple obligación. Tampoco debes pensar que con ella le haces un favor al Señor o a su obra. En tu servicio, al desarrollar tu ministerio con la capacidad, conocimiento y el orden que el Señor requiere es donde estarás glorificando al Señor. Pues es Él quien hace la obra, siervos inútiles somos cada uno de nosotros ya que sin la presencia del Espíritu Santo de nada valemos, sin Él nada somos.

Todo el pueblo venía trayendo lo suyo

Todo el pueblo venía trayendo lo suyo, habían entendido la orden del rey y solo deseaban cumplirla sin fijarse en la forma.  “Traían cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes, ………, todo el que tenía madera de acacia la traía, ….., las mujeres hilaban, …….” (verss. 21-29). Había un real desprendimiento para la obra de Dios. Pues habían entendido que a través de un corazón dadivoso obtendrían ellos la bendición, su descendencia y toda la congregación.

Es bueno destacar el pasaje dado en Éxodo 36:5-7, apreciamos allí la honradez de los obreros. Cuando aquellos que estaban al frente de la obra tuvieron los materiales necesarios para concretar su objetivo, se presentaron ante Moisés para decirle que no era necesario que el pueblo trajera más ofrendas.

Así deben ser los siervos del Señor. Personas íntegras, y que aborrezcan el quitar al pueblo lo que no les corresponda. Como siervos temerosos de su Rey, debemos actuar como estos obreros que desdeñaron, que rechazaron el enriquecerse mediante las cosas ofrendadas a Dios.

La generosidad con que ofrendaba el pueblo

También es de destacar la generosidad con que ofrendaba el pueblo. Cosa que es bastante rara en este tiempo en que Mammón, ese espíritu de las riquezas, ha ganado terreno en el mundo y en gran parte del pueblo de Dios.

Al estar bajo el dominio de este espíritu, gran parte de los creyentes deben ser tocados fuertemente por el Señor como único medio eficaz para que aviven su generosidad. Pocos son los casos en que es necesario poner freno a la dadivosidad del pueblo, pero éste era uno de estos casos.

Los obreros a “quienes Dios les había dotado de sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario”, (cap. 36:1). Pusieron manos a la obra de inmediato y de acuerdo a las instrucciones que habían recibido.

El Señor nos llama a trabajar

El Señor llama a trabajar a cada uno en su obra, conforme a Su voluntad. Mediante Su gracia los dota del equipo necesario para cumplir con la tarea encomendada. La humildad y la disposición del corazón son condiciones que Dios tiene muy en cuenta en sus llamamientos de ministros y obreros de su reino. Resulta imposible desarrollar un ministerio, si en nuestro corazón hay soberbia o altivez. Es imposible desarrollar un ministerio si creemos que somos nosotros quienes hacemos la tarea, y le quitamos el lugar y la gloria al verdadero dueño, que es el Señor.

Somos nosotros los responsables de aportar los materiales necesarios para la obra del evangelio. Ese material del que cada uno de nosotros somos responsables de aportar. Somos nosotros mismos, y son las almas a quienes nosotros llevamos la palabra de Dios.

Almas que al llegar a los pies de Cristo se convierten en inmortales, cuerpos que son rescatados de las tinieblas del mundo, y traídos a la luz majestuosa del Señor para convertirse en templos del Espíritu Santo.  Vidas que han entendido la necesidad de entregarse de lleno a la obra de Dios para ser “ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. (Romanos 15:16).

Ese material, esas almas son encomendadas entonces a los ministros, quienes como responsables de la edificación de la obra del evangelio deberán trabajarlas y pulirlas en su crecimiento espiritual, a fin de que encajen perfectamente en el sitio que tienen destinadas en el gran edificio, de manera que entre todos, en la unidad de la fe, conformemos un santuario sagrado, (Efesios 2:21-22; 4:12-13), en donde viva y reine nuestro Dios.

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Jose M. Vallin
Autor

Jose M. Vallin

Soy uno de los ministros de Central de Sermones. Adorador de Jesucristo y amante de la palabra de Dios. Es mi oración que las predicas cristianas, estudios bíblicos y mensajes cristianos que publico le sirvan de bendición en su vida.

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