Cuando el Señor nos habla

Lo primero que se debe construir es la casa del Señor

Mientras que los reyes del mundo construían fortalezas de piedra, metal y madera para vivir protegidos, el Señor indicaba la construcción de su casa con cortinas unidas entre si. Una aparente fragilidad. Pero como cristianos, sabemos que dentro de ella nos hallamos más protegido que por cualquier fortaleza.

No podía ser de otra forma la casa de nuestro Dios, ya que los pastores vivían en tiendas dispuestas a ser trasladadas al lugar donde se encuentre el rebaño. El Señor es el pastor de su pueblo, de ese pueblo adquirido a precio de su propia sangre. Y  su casa debe estar en condiciones de ser trasladada a cada rincón donde se encuentre parte de su rebaño. Allí, a cada lugar de la tierra será trasladada la casa del Señor, por quienes desarrollando su ministerio con capacidad y entrega, cumplan la tarea misionera.

Cortinas bordadas

Mientras los reyes del mundo vivían temerosos en sus rústicas fortalezas humanas, nuestro Rey vivía entre cortinas bordadas y en medio de la hermosura de la santidad. Hoy, la iglesia del Señor se halla adornada por los dones y la gracia del Espíritu Santo, e inmersa en la hermosura de la santidad de nuestro Señor Jesucristo.

Es también nuestra tarea el descubrir nuestros dones y talentos, preocupándonos para desarrollarlos conforme a la guía del Espíritu Santo, para adornar así la casa de nuestro Dios.

Si aprendemos a vivir en esa majestuosa fortaleza que es la casa de Dios, inmersos en su santidad, con humildad en nuestro corazón, veremos que por muy fuerte que sea la tormenta o los vendavales de las pruebas y luchas, estaremos resguardados y protegidos por la fortaleza que Él mismo nos provee, estaremos resguardados en una fortaleza impenetrable a todo ataque del enemigo.

Conclusión

Cuando el Señor nos habla de desarrollar una tarea, no se trata de un simple comentario sino que nos esta dando una orden que debemos cumplir diligentemente. Una orden que debemos cumplir  con alegría en nuestro corazón, y sin importar el costo o sacrificio.

El llamado a aportar almas para el desarrollo de la obra es para todos. Cada uno en el lugar que nos sea designado. Y si aún no lo conocemos debemos preocuparnos en descubrirlo.

Dios no aprueba los tibios en su obra. Él quiere obreros de fuego, capaces de ganar el mundo para Cristo. Los dones y talentos que por gracia del Señor nos han sido otorgados, son exclusivamente para testificar y glorificar al Señor, sirviendo para adornar su casa. Viviendo dentro de la fortaleza del Señor, en humildad y santidad, estaremos protegidos de todo ataque del enemigo.

© José M. Vallín. Todos los derechos reservados.

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