Inicio » Predicas Cristianas » La Madre Bienaventurada

La Madre Bienaventurada

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Texto Biblico: Proverbios 31:28-31

INTRODUCCIÓN:

La desafiante interrogante: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?” del presente pasaje (v.9), ha sido dada como un objetivo de búsqueda. Y si bien es cierto que la pregunta en cuestión pareciera dejarnos la sensación de lo difícil que es encontrar su paradero, sobre todo cuando se compara con las piedras preciosas, la verdad es que hay muchísimas madres que son adornadas con tan finas cualidades, que al final son halladas. Este pasaje hace justicia a esa mujer.

No se dice lo mismo de los hombres, porque es un merecido honor al único ser que puede representar estos encumbrados elogios: la madre.

Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuvieran. El joyero le presentó uno. Era una hermosa piedra solitaria que brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó, luego pidió el precio y se disponía a pagarlo cuando… ¿Se va usted a casar pronto? – Le preguntó el joyero. ¡No! – respondió el muchacho – Ni siquiera tengo novia.

La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.- Es para mi mamá – dijo el muchacho. Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas… ¡muchos! -Fue padre y madre para mí, fue amiga y hermana, y fue mi maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella -.- Quizás después entregue otro anillo de compromiso. Pero será el segundo – El joyero no dijo nada, solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento que se hacía nada más a los clientes importantes.

Amados hermanos, hay una mujer que merece “el primer anillo de compromiso de sus hijos”; ella se llama “madre”. Los que reconocen sus virtudes la llaman “bienaventurada”. Y quien más debe hacer esto sino un hijo. Veamos por qué este título.

I. PORQUE UN HIJO ES UN AMOR INOLVIDABLE. Isaías 49:15

1. El verdadero amor nunca deja de ser.

Hay “amores que se olvidan”, dice una canción romántica. Pero me temo que son aquellas ilusiones pasajeras, aquellos sentimientos que gobiernan el corazón temporalmente o aquellos que se construyeron sobre las bases del egoísmo y de una satisfacción personal. Sin embargo, hay amores que no se olvidan sino que permanecen para siempre, según nos recuerda 1 Corintios 13. Cuando el profeta Isaías quiso ilustrar a ese amor que no olvida, puso a Dios y a la madre como obligadas referencias. De esta manera preguntó: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?

Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isa. 49:15). Es cierto que algunas madres que han traído hijos al mundo no debieran llevar ese nombre porque, o se han olvidado de ellos, o los han matado antes que nazcan. Pero la verdad universal es que el amor de madre es tan inolvidable como el amor de Dios para con nosotros. Esta comparación es la más parecida. He sabido de padres que se olvidaron hace rato de sus hijos. Muchos de ellos sufren la indiferencia y la ausencia de ellos. Pero serán muy pocas las madres que dejarán a su hijo sufriendo.

2. El dolor se olvida más no el hijo (Jn. 16:21).

Y es que no se puede olvidar lo que se formó en el vientre. Cómo puede olvidarse aquella célula que se convirtió en embrión y que de una manera milagrosa y misteriosa dio origen a un ser humano de acuerdo a la “imagen y semejanza” divina. Cómo puede olvidarse aquella criatura que tuvo vida por su vida; alimento de su alimento; aliento por su respiración. Aquello que fue hueso de sus huesos y carne de su carne. Cómo puede olvidarse aquello que por nueve meses (aunque algunos se adelantan) estuvo en su “propia habitación”; en lo interno de su cuerpo, de donde sintió sus latidos y sus movimientos.

Cómo olvidar aquella carita inocente, aquella risa infantil y el lenguaje de su lloro a través del cual manifestaba su hambre o cualquier enfermedad. Cómo olvidar al niño, al adolescente, al joven o al adulto, pues a pesar de los años el sigue siendo el fruto de su vientre. ¡No, ese amor no puede olvidarse! Sólo hay una cosa donde la madre se olvida: el dolor de parto por el gozo de su nuevo hijo. Se ha dicho que no hay dolor como el parir un hijo. Esto le da un crédito mayor a ese ser que bien merece llamarse madre. Pero el dolor desaparece frente al hijo que abraza y ama por siempre.

II. PORQUE UN HIJO ES UN RIESGO INEVITABLE (Ex. 2:3)

1. Un bebé flotando en el agua.

La orden del Faraón había sido clara y perentoria. El había dicho: “Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva” (Ex. 1:18). Las parteras desobedecieron esa orden y finalmente el Faraón siendo “engañado” por ellas dio la orden que todos los niños varones fueran echados al río. Pero hubo una madre que corrió un riesgo, no sólo por no hacer lo que aquel malvado hombre pedía, sino porque colocó a su recién nacido en una arquilla donde otros riesgos no era menos que el anterior, pues el mismo río tenía sus peligros naturales, tales como su propia corriente o la presencia de algún cocodrilo.

Esa mujer se conocerá como Jocabed, quien llegó a ser la madre del gran caudillo del pueblo de Israel, el “niño sacado de las aguas”, que es la traducción exacta del nombre Moisés. Esa madre nos enseña la gran lección del riesgo que vale la pena correr cuando se trata de salvar a un hijo. Nos habla del gran don de la fe que vive en el corazón de tantas madres. Nadie se ha arriesgado tanto por nosotros en este mundo como lo que han hecho nuestras madres. La madre hará cualquier cosa por el hijo que ama.

2. ¡Qué no hace una madre por su hijo!

Por un hijo, una madre se arriesga a una noche de desvelo. Por un hijo, una madre se arriesga a cruzar montañas donde hay peligros de las fieras; se arriesga a caminar sobre la nieve, aunque lo único que haga sea cubrir a su pequeño; se arriesga a sufrir hambre o enfermedad con tal que su hijo coma o esté bien. Un hijo es un riesgo que vale la pena correr pero nadie lo hace mejor que el amor de una madre. Lo que hizo Jocabed fue premiado por Dios doblemente. Aquella arquilla donde yacía llorando un hermoso bebé judío fue reconocido por la misma hija de Faraón, y ante el asombro del hallazgo, pidió que se le llevara al palacio real y allí fuera educado como parte de la realeza. Y al buscar a alguien para ser criado, su misma madre Jocabeb se encargó de hacer el trabajo.

De esta manera, Moisés no sólo fue príncipe en Egipto sino que fue uno de los más grandes hombres de la historia; y aunque era cierto que detrás de su grandeza había un plan divino, ese plan se hizo posible gracias al riesgo que corrió su madre cuando él nació. Madres, no se preocupen si tienen que correr grandes riesgos por sus hijos, vale la pena por los resultados finales. Ustedes y el Señor harán la diferencia.

III. PORQUE UN HIJO ES UNA PETICIÓN INCOMPARABLE (1 Sam.1:6).

1. Un hijo para ser devuelto (v. 11).

La vida de Ana es otra de esas narraciones bíblicas en donde uno puede ver no sólo la intervención milagrosa divina, sino el dolor y la aflicción que viene al corazón de una mujer cuando por las causas naturales no ha podido tener un hijo. Es posible que para algunas parejas modernas el no tener un hijo, sea porque haya impedimentos físicos o porque hayan decidido no tenerlos, no se constituya en una ansiedad matrimonial. Pero eso no era el caso con una mujer judía. La esterilidad estaba consideraba como sinónimo de improductividad, una vergüenza social y hasta causa de divorcio si el esposo así lo determinara.

1 comentario en «La Madre Bienaventurada»

Deja un comentario